Ser inteligente está de moda. Primero fueron los teléfonos, luego los relojes y ahora las gafas. Habría que ver el aspecto de un 'geek' si decidiera llevar todos esos cacharros a la vez. Pero lo único cierto a día de hoy es que los 'smartphones' han supuesto una revolución, los 'smartwatch' aún están empezando y las Google Glass aún no han salido a la venta. Estos dos dispositivos son la última moda y, si consiguen hacerse un hueco en el mercado, algo tan cotidiano como contestar un simple mensaje se podrá hacer de una decena de maneras diferentes. Pero, ¿qué posibilidades tiene cada una de estas tecnologías y cuál tiene más potencial?
Reduciendo la tecnología a su mínima expresión
En la era de la ya irreconocible Nokia, el móvil más moderno solía ser el más pequeño. Desde el lanzamiento del Dynatac de Motorola, reducir las dimensiones de los móviles se convirtió en la mayor preocupación de los fabricantes, que querían hacer sus terminales lo más portátiles posible. Desde 'ladrillos' como el 5110 hasta móviles tan pequeños que a algunas personas les costaba pulsar las teclas, como el 8210.
La llegada de los 'smartphones' hizo que la tendencia se invirtiera y ahora lo moderno es lo grande. Pantallas de tres, cuatro, cinco, seis pulgadas... La mayoría no es capaz de decir a día de hoy si un dispositivo es un teléfono grande o una tableta pequeña. Pero con los relojes y las gafas no puede ocurrir lo mismo: son elementos que nacen con una limitación de tamaño impuesta. Por mucho que puedan llegar a crecer sus pantallas, difícilmente serán mucho mayores de lo que ya nos ofrecen los fabricantes a día de hoy. Así pues, ¿cómo se puede integrar la tecnología actual, pensada para grandes pantallas, en dispositivos tan pequeños?
¿Qué pinta tengo con mi reloj inteligente y mis gafas del futuro?
Mucha gente no usa reloj porque le parece incómodo. Otros no llevan gafas, o bien porque no las necesitan o bien porque prefieren ponerse una gorra para evitar los rayos del sol. Sin embargo, a priori parece más sencillo convencer a alguien para que lleve un dispositivo en la muñeca que en la cara. La comodidad es un bien preciado, y los usuarios no están dispuestos a sacrificarla por nada. Es por eso que las gafas de Google lo tienen en principio más difícil para convencer al gran público. Eso sin mencionar la encendida polémica sobre la privacidad de este dispositivo.
Sin embargo, estamos partiendo de la base de que estos dos dispositivos son excluyentes, cuando más bien podrían ser complementarios. Los puntos fuertes de las gafas son distintos a los del reloj. Un usuario podría perfectamente usar las Glass para orientarse en una ciudad mediante las indicaciones de las gafas mientras utiliza su 'smartwatch' para comunicarse con sus amigos, que lo están esperando en un lugar concreto. Pero que dos aparatos puedan ser usados a la vez no significa que sea necesario hacerlo. ¿De verdad queremos estar pendientes antes de salir de casa de cargar el móvil, el reloj y las gafas? En este caso, tres son multitud.
Aplicaciones y batería, las armas con las que hay que luchar
¿Qué sería del mejor teléfono inteligente del mercado sin su tienda de aplicaciones? No parece que tenga mucho sentido comprar una consola para jugar solo al juego que viene con la caja: lo normal es ir comprando más para exprimir al máximo el potencial de la máquina. Con los dispositivos móviles ha ocurrido lo mismo. Cuando antes nos comprábamos un móvil, sabíamos que sus capacidades iban a ser siempre las mismas. Ahora ya no. El móvil es un ente que evoluciona con cada actualización y en el que una simple 'app' puede resucitar un aparato que ya considerábamos inútil. Es por ello que ya casi no existe ningún dispositivo digital sin su ración de aplicaciones.
El 'software', por tanto, también será una de las claves del éxito de los nuevos accesorios inteligentes. Samsung lo sabe y por eso ha prometido unas 70 'apps' para su Galaxy Gear. Google, por su parte, está rompiéndose el coco para dotar a sus Glass de todas las funcionalidades posibles. Sin embargo, y aunque las gafas inteligentes tienen elementos que las hacen únicas, parece que el reloj lleva las de ganar en este aspecto, sobre todo por la sencillez de portar una aplicación tradicional a su pequeña pantalla. El esfuerzo que tiene que hacer el desarrollador para trasladar sus proyectos a las gafas es significativamente mayor.
La batería es otro de los asuntos peliagudos. Tanto Galaxy Gear como Google Glass son aparatos concebidos para ser cargados a diarios. Es cierto que los usuarios se han acostumbrado a recargar sus teléfonos todas las noches, pero la autonomía de este tipo de dispositivos sigue siendo un problema. El 'smartwatch' de Sony (su segunda versión) aguanta al menos tres días con un uso moderado, por lo que cabe pensar que Samsung y Google no han priorizado tanto este aspecto como la firma japonesa. El tema de las baterías es probablemente el problema más importante que tiene que resolver la industria de la electrónica en los próximos años.
Pero si tenemos que enfrentar a estos dos dispositivos directamente (el 'smartwatch' más moderno del mercado y las únicas gafas inteligentes que hay por ahora), ¿cómo quedaría la cosa?
Tecnología en todas partes, sin descanso
Hay razones para pensar que los fabricantes de teléfonos han llegado a una punto muerto en su afán por mejorar sus dispositivos. El Galaxy S4 ofrece mejoras con respecto al S3, pero no son sustanciales. Lo mismo ocurre con el iPhone 5 y su antecesor. Todo indica que este mercado necesita un descanso y las compañías deben buscar otros nichos donde volcar sus esfuerzos de investigación. Apostar por los relojes puede ser una buena idea y las gafas parece que serán el campo de batalla del futuro. La pregunta es: ¿de verdad necesitamos tantos dispositivos conectados? La acogida de este tipo de dispositivos será la respuesta de los usuarios.