Aunque es un miembro de los Saqueadores, una banda de ladrones galácticos, Peter Quill es un desconocido para casi todas sus potenciales víctimas, competidores y miembros de las fuerzas del orden, que ni siquiera le recuerdan por su alias, Star-Lord. Pero todo va a cambiar cuando robe un orbe que encierra una gema con un increíble poder. Entonces, su nombre va a estar en boca de todos y ya no va a ser únicamente ese fanfarrón que escucha una música pegadiza en un... ¿Qué diablos es ese aparato que lleva?
En el año 2014, en zonas del universo lejos del Sistema Solar, lo que porta uno de los protagonistas de la película ‘Los Guardianes de la Galaxia’ es un misterio. De hecho, para todos esos extraterrestres, sería una especie de antigualla de museo. No es para menos en una sociedad en la que naves espaciales y viajes interestelares son el pan de cada día. ¿Exageración? Para nada. No habría más que preguntar hoy día a un niño de la Tierra, que se quedaría con los ojos como platos al ver un 'walkman'. ¿Dónde se mete el CD? ¿No tiene puerto USB? ¿Qué es esa cajita rectangular que tiene dos agujeros dentados y una cinta?
Así es. Un 'walkman' es uno de los ‘protagonistas’ del último film estrenado por Marvel y Disney. Su dueño, Peter Quill, fue raptado de la Tierra cuando era un niño, en 1988, y 26 años después conserva y usa ese aparato que llevaba en su mochila escolar, uno de los pocos recuerdos que le quedan de su infancia. Ese 'walkman' va a dar mucho juego en la película, provocando la extrañeza o la fascinación de diversos personajes, además de dar pie a que se escuchen algunas magníficas canciones clásicas. Algo que, para quienes no hayan visto todavía la película, ya se ha podido observar en alguno de los tráilers.
A Disney y Marvel les gusta enfrentar en sus películas de superhéroes la tecnología más moderna y futurista con otra ya desfasada en el momento de los hechos. La tecnología vuela y lo que hoy es el no va más, mañana será un cachivache anticuado. En ‘Los Guardianes de la Galaxia’ se puede ver claramente con el 'walkman' es la nota original, ‘vintage’, en un mundo en el que las pistolas láser pueden aturdir o matar a gusto de quien empuña el arma, o en el que las naves espaciales pueden ensamblarse unas con otras para formar una especie de malla protectora de carácter defensivo, o en el que no hace falta portar un pesado casco para salir al espacio. Un toquecito detrás de la oreja y, ¡voilá!, un casco se genera y te cubre la cabeza ipso facto. Se quita de la misma forma. El sueño de cualquier motorista.
Pero hay más detalles retro en el filme. Star-Lord también tiene en su poder una radio fabricada por él mismo para escuchar su casete de música cuando no está en una misión. Y posee un trol de juguete que seguramente ha sido el entretenimiento infantil de muchos espectadores que hoy superan la treintena. Y ese muñequito también tiene su momento de gloria, para alegría de la compañía que tenga sus derechos de producción, que podrá volver a sacarlos al mercado y hacer caja. Hay más. Un personaje secundario de la película, El Coleccionista, que salió en una escena después de los créditos en ‘Thor: el mundo oscuro’, tiene entre sus preciadas posesiones un perro lanzado al espacio por la antigua Unión Soviética. Con su escafandra y todo.
Otro de los héroes del grupo protagonista, Drax el Destructor, pelea armado con un par de cuchillos, un arma que se antoja irrisoria cuando tu oponente puede freírte de un disparo o atravesarte con una especie de varita que se controla con silbidos y que te puede dejar más agujereado que un queso gruyere. O cuando tu peor enemigo puede destruir un planeta con solo tocarlo. El contrapunto de Drax es Rocket, el mapache especialista en todo tipo de armamento sofisticado. Si le dejas una batería de cocina y una caja de herramientas, quién sabe qué arma puede fabricar este MacGyver futurista.
Tony Stark y el reloj digital de edición limitada
La última entrega de ‘Iron Man’, el superhéroe que más éxito está cosechando en los planes, o fases, de Marvel, es otro ejemplo de cómo le gusta introducir detalles frikis tecnológicamente hablando a esta compañía. O a Disney, que la compró en 2009. En este largometraje, Tony Stark tiene que habituarse a pelear contra los villanos sin todo su imperio tecnológico, Industrias Stark, detrás.
De esta forma, el creador compulsivo de diversos modelos de Iron Man - incluido un prototipo, el Mark 42, que sólo responde a su ADN - se encuentra de la noche a la mañana con que tiene que arreglar esa última armadura con la única ayuda de un niño, y que mientras lo consigue tendrá que echar mano de su ingenio para vencer a sus enemigos.
En el film hay varios golpes de humor a costa de un reloj digital que el niño presta a Tony Stark. Es el de su hermana pequeña, muy infantil pero... ¡De edición limitada! Y con él se las apañará el superhéroe, que además fabricará sus propias armas rudimentarias como una manopla de cocina que provoca una descarga eléctrica como si fuera un ‘taser’. Un arma temible en distancias muy, muy cortas. Lo mejor que podía inventar el superhéroe si no quería recurrir al fusil lanza-patatas del niño que le dio cobijo. Ojo, al final también mejorará este arma con munición de tubérculos. Nada se resiste a su mente creadora.
Armas de chiste frente a unos enemigos que poseen todo tipo de armas de fuego, helicópteros de combate y, lo que es peor, el virus Extremis, capaz de regenerar miembros amputados de forma milagrosa y también de aportar una fuerza y agilidad sobrehumanas al paciente. El único inconveniente está en que también produce una cantidad de energía tan grande que el sujeto se convierte en una bomba calorífica con patas, pero si controla esa pega se convierte en un villano terrorífico.
Otro de los detalles entrañables de la película se ve en que el robot favorito de Tony Stark es el más primitivo, al que llama Tonto. Sorprende este detalle cuando el genial inventor ha ideado multitud de modelos de Iron Man, aparte de otras muchísimas armas. Pero su preferido es el robot que apaga los fuegos que él provoca con sus experimentos o que recoge las piezas de algún ensayo que acaba en fracaso.
Ya antes de ‘Iron Man 3’, Tony Stark demostró de lo que es capaz. En la primera película de la saga, fabricó el primer Iron Man en unas condiciones precarias, en una cueva en Afganistán, y con una tecnología obsoleta. Después, ya en Estados Unidos, en Industrias Stark, el antiguo Playboy perfeccionaría el modelo. Su creación, una armadura que le permitía volar, era un arma futurista para hacer frente al arsenal bélico del momento, a cuya fabricación él mismo había contribuido.
El escudo del ‘Capitán América’ contra el rayo desintegrador de Hydra
El enfrentamiento entre tecnología 'vintage' y futurista se observa con claridad en el film de ‘El Capitán América: el primer Vengador’. Ambientado en los años de la II Guerra Mundial, muestra a una organización nazi llamada HYDRA, con un armamento que puede cambiar el curso de la guerra. Todo gracias a que su líder, Cráneo Rojo, ha encontrado el “tesseracto”, un aparato extraterrestre que posee unos increíbles poderes igual que el orbe que aparece ‘Los Guardianes de la Galaxia’.
Gracias a la energía del “tesseracto”, Cráneo Rojo fabrica tanques y motos armados con cañón láser, metralletas con la misma tecnología... Y un rayo desintegrador. Casi nada. Tecnología futurista al principio de la década de los 40. Para hacerle frente, Estados Unidos desarrolla un plan para obtener supersoldados. Gracias a ese plan, el flacucho y enclenque Steve Rogers se convierte en el musculoso y atlético Capitán América.
En este film también abundan los detalles frikis, incluso graciosos, para mostrar las diferentes tecnologías. En la Exposición de Howard Stark (padre de Tony), en 1942, éste científico muestra un coche que puede mantenerse en el aire sin ruedas, pero por poco tiempo. A los pocos segundos cae al suelo con estrépito. El científico comenta con una sonrisa que le quedan unos cuantos años para perfeccionarlo. Cráneo Rojo, en cambio, tiene un automóvil con turbo que parece el precursor elegante del Batmóvil, aunque esto suponga marcharse a la competencia. Y sí que funciona.
Como también funciona el “transpondedor”, un invento que ha salido en múltiples películas y series de televisión y que consiste en un aparato que, entre otras cosas, emite una señal que permite su localización o su identificación. Un GPS primitivo. Este invento real de 1939 refleja el no va más tecnológico de la época... Quitando lo logrado por HYDRA. Según Marvel, claro.
Por fortuna para las tropas estadounidenses, los soldados de Cráneo Rojo no unen una infalible puntería a su armamento ultramoderno, y acaban siendo derrotados por un superhéroe que lleva... ¡Un escudo! No deja de ser llamativo que el arma del Capitán América sea un escudo, un milenario sistema de protección. Es más, al principio será un escudo normal, no de hojalata, pero casi. Vulgar acero. Por fortuna para Rogers, después se lo cambiarán por un modelo fabricado en “vibranium”, un metal extraterrestre capaz de aguantar todo tipo de impactos y que además absorbe las vibraciones.
Vikingos de la Edad Media en una ciudad de corte futurista
En las dos películas del superhéroe hijo del dios Odín, ‘Thor’ y 'Thor: el mundo oscuro’, el binomio Marvel/Disney riza el rizo de la contraposición entre tecnología futurista y otra de tipo medieval. El mundo de Asgard, por ello, resulta muy curioso.
Los asgardianos tienen armas medievales (lanzas, espadas y mazas) en el primer filme, aunque en el segundo se ve que pueden soltar rayos con sus lanzas. Les bastan para enfrentarse a enemigos como los gigantes de hielo de Jotunheim, los guerreros que invaden Vanenheim o los elfos oscuros, salvo aquellos que recurren al Ether, pero eso será explicado más adelante. Medievales también son las armas de Thor (su célebre martillo), Loki y Odín, aunque dotadas de unos increíbles poderes.
Además, los asgardianos visten como los vikingos de la Edad Media - aunque con mejores ropas y más ligeras porque Asgard no es Islandia -, entierran a sus muertos como ellos y también celebran banquetes. Sin embargo, a partir de aquí empieza lo moderno. Viven en una ciudad de corte futurista y viajan por su mundo en carros de estética retro pero que vuelan.
Para moverse por los nueve mundos, cruzan un puente arcoíris de lo más 'chic' para pedir a Heimdall, el guardián que todo lo ve, que clave una espada y abra un portal de teletransporte. Un portal que se origina en una estructura con forma de esfera que gira sobre sí misma, y es que, como dice Thor a la doctora Jane Foster, en Asgard “magia y ciencia son lo mismo”.
Sólo así puede explicarse el poder ilusionista de Loki, que parece generar imágenes sacadas de un proyector; o lo que hace el martillo de Thor, que vuela y obedece las órdenes de su dueño además de tener una potencia colosal. Pero la mezcla de ciencia y magia no se acaba aquí.
En Asgard tienen una tecnología capaz de escanear a la doctora Foster para verificar que ha absorbido sin querer el Ether, una sustancia muy poderosa y que la convierte en un peligro. Se trata de un arma con gran poder de destrucción que la convierte en objetivo de los elfos oscuros, que la quieren capturar para recuperar por la bravas lo que fue suyo.
En el reino de Odín, las celdas de la prisión están selladas por una especie de pantalla muy difícil de destruir. Y tienen un robot gigante llamado Destructor que como su nombre indica (los asgardianos no son muy originales pero sí muy descriptivos), hace papilla todo lo que se le ponga delante. Un robot que protege, entre otras cosas, un arma ancestral de los gigantes de hielo: un cubo que produce mucha energía y muy fría.
Al final, el bueno de Thor, educado en una cultura mitad ciencia ficción futurista y mitad medieval, acaba siguiendo las instrucciones que le deja la doctora Foster en un montón de 'post-it' para que no le destroce la casa cuando el dios fue desterrado por su padre a este planeta. Esos 'post-it' vuelven a ser el elemento antiguo que contrasta con la tecnología imperante. Como que Thor pida un caballo en una tienda de animales cuando busca un medio de transporte...
Ya sea en forma de 'walkman', de reloj digital infantil, de escudo o de papelito amarillo, el retrofuturismo nunca falta a su cita con las películas de la factoría Marvel.