Espacio de opinión de la delegación de elDiario.es en Illes Balears. Las asociaciones políticas, sociales, económicas y culturales de las islas debaten sobre los distintos temas que afectan al archipiélago. Puedes enviar tu opinión a illesbalears@eldiario.es en castellano o catalán y sin límite ni máximo de caracteres.
La fina línea entre la broma y el delito
Llega el día 28 de diciembre y ahí están las típicas bromas/inocentadas que nos llevan con mucho humor a un lugar de descubrimiento y de inocencia donde conviven, por desgracia, la bondad de la buena inocentada de unos y la maldad de la mala inocentada de otros. En la buena inocentada el sello siempre suele ser el mismo, el cambio de la taza de azúcar por la de sal, se inventan noticias fake, incluso existen algunos medios de comunicación que se suman a dichas inocentadas, lo que, de alguna manera, significa tanto como cerrar el año con un poco de buen humor.
Sin embargo, la evolución de la mala inocentada –inmersa en la realidad actual– ha hecho que cada año aparezcan desde las mentes de algunas personas –que viven con una sola idea en la cabeza que van encajando a martillazos– inocentadas cada vez más impuras, que pueden llegar a convertirse en delito. Subyacen, desde el fondo de dichas mentes, bromas de tan poco gusto como hacer llamadas a los servicios de emergencia y a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad para simular, entre otros, accidentes falsos, casas incendiadas que no existen, rescates de personas simulados, incluso se atreven a llegar a afirmar que va a explotar un aparato explosivo en lugares concurridos. El caso es que, hasta no hace poco, estas ideas tan cafres donde se movilizan cada año a los servicios de emergencia y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad no tenían cabida en nuestro Código Penal. Dicho de otro modo, estas torticeras inocentadas les salían gratis a sus autores, aunque se les pillara in fraganti a través de las geolocalizaciones de sus teléfonos, lo que hacía que se revolotearan sobre los cuerpos calientes de los servicios de emergencia que acudían a dichas llamadas y que no encontraban nada más que la risa de algunos y la cara de impotencia de los servicios de emergencia y de los policías.
Lo relevante es que esta práctica de mal gusto, ahora sí que encuentra encuadre en nuestro Código Penal, donde a los autores de dichas conductas se les reserva una pena de prisión de 3 meses y un día a 1 año o multa de 3 a 18 meses por lo que se denomina el delito de falsa alarma, que consiste en afirmar falsamente o simular, bien una situación de peligro para la comunidad, bien la producción de un siniestro a consecuencia del cual es necesario prestar auxilio a otro, siempre que con ello se provoque la movilización de los servicios de policía, asistencia o salvamento. En cuanto a los menores del grupo etario entre 14 a 17 años, saber que no se les aplicaría las penas de prisión, pero llegado el momento serían sus padres los responsables civiles si estos llegan a causar algún daño.
En cualquier caso, sirva este texto para homenajear a aquellos buenos bromistas que cada año nos deleitan con maravillosas y brillantes guasas, y también para recordar a aquellos que pretendan hacer el mal, que el exceso de imaginación dibujada de versión maquiavélica les puede costar una noche o dos de calabozo y una condena de prisión posterior.
Llega el día 28 de diciembre y ahí están las típicas bromas/inocentadas que nos llevan con mucho humor a un lugar de descubrimiento y de inocencia donde conviven, por desgracia, la bondad de la buena inocentada de unos y la maldad de la mala inocentada de otros. En la buena inocentada el sello siempre suele ser el mismo, el cambio de la taza de azúcar por la de sal, se inventan noticias fake, incluso existen algunos medios de comunicación que se suman a dichas inocentadas, lo que, de alguna manera, significa tanto como cerrar el año con un poco de buen humor.
Sin embargo, la evolución de la mala inocentada –inmersa en la realidad actual– ha hecho que cada año aparezcan desde las mentes de algunas personas –que viven con una sola idea en la cabeza que van encajando a martillazos– inocentadas cada vez más impuras, que pueden llegar a convertirse en delito. Subyacen, desde el fondo de dichas mentes, bromas de tan poco gusto como hacer llamadas a los servicios de emergencia y a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad para simular, entre otros, accidentes falsos, casas incendiadas que no existen, rescates de personas simulados, incluso se atreven a llegar a afirmar que va a explotar un aparato explosivo en lugares concurridos. El caso es que, hasta no hace poco, estas ideas tan cafres donde se movilizan cada año a los servicios de emergencia y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad no tenían cabida en nuestro Código Penal. Dicho de otro modo, estas torticeras inocentadas les salían gratis a sus autores, aunque se les pillara in fraganti a través de las geolocalizaciones de sus teléfonos, lo que hacía que se revolotearan sobre los cuerpos calientes de los servicios de emergencia que acudían a dichas llamadas y que no encontraban nada más que la risa de algunos y la cara de impotencia de los servicios de emergencia y de los policías.