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Pactar para restaurar

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Este mes de julio, mientras muchas personas estaban disfrutando de un verano demasiado caluroso (como empieza a ser habitual), el Consejo Europeo dio luz verde al Reglamento sobre la Restauración de la Naturaleza. Los objetivos, aunque deberían haber sido más ambiciosos, son claros. En el corto-medio plazo, restaurar el 20 % de las zonas terrestres y marítimas de la Unión Europea para 2030. En el largo plazo, restaurar todos los ecosistemas que lo requieran para 2050. 

En paralelo, Baleares vive un intenso debate sobre los límites del territorio, desembocando incluso en movilizaciones multitudinarias, como en otras regiones. Algunos de estos límites que se han sobrepasado o están a punto (como el consumo de agua cada vez más escasa) suponen una amenaza frontal al bienestar de la sociedad y a la naturaleza de las islas, tanto a nivel terrestre como marino. Parece evidente que estamos muy lejos de disponer de una economía “nature positive”. Tanto es así que a nivel político también hay cierto consenso al respecto de existencia de este problema (o conjunto de ellos), aunque no tanto en cuanto a qué soluciones aplicar.

Durante el mismo mes de julio que se aprobaba el Reglamento sobre la Restauración de la Naturaleza, el Govern de les Illes Balears ha iniciado un proceso encaminado a alcanzar un “Pacte Social i Polític per la Sostenibilitat Econòmica, Social i Ambiental de les Illes Balears”. Personalmente, como participante de este (incipiente) proceso, considero imprescindible que sirva para asumir compromisos reales, fruto de ese futurible “Pacte Social i Polític”, que acaben urgentemente en decisiones y medidas útiles. Si no, el descontento de la sociedad puede multiplicarse. Asimismo, creo que es necesario aceptar la realidad de la insostenibilidad del modelo (si no, no estaríamos donde estamos), aprovechar los consensos ya existentes (como el Pacte Blau Balear), basar las propuestas en la evidencia científica (disponible para muchas cuestiones desde hace décadas) y, sobre todo, que las propuestas relacionadas con los recursos naturales prevalezcan sobre los intereses puramente lucrativos.

El escenario que abre este nuevo reglamento europeo debería permear hasta todos los territorios y comenzar a restaurar su naturaleza. Baleares, con su actual pulsión social creciente que señala la insostenibilidad actual y reclama más conservación del patrimonio natural, debería ser un punto clave para aprovechar el impulso que da dicho reglamento. Y es que es necesario “parar” para no seguir sobrepasando límites, pero también empezar a restaurar. Por suerte, en Baleares no empezamos desde cero: ya hay trabajo avanzado en esta línea. Algunas entidades ya están realizando proyectos de restauración en aguas de Baleares desde hace años (por ejemplo, en las bahías someras). Además, incluso la protección estricta de las aguas marinas -una tarea pendiente en Baleares y también en la Unión Europea y sus estados miembros- puede actuar también como un mecanismo de restauración pasiva.

En Baleares, debemos pactar para “parar”, pero también para empezar a restaurar la naturaleza. Para ello, la colaboración entre administraciones, instituciones científicas y organizaciones ambientales es esencial. El reto global de la restauración de la naturaleza, con el horizonte fijado en 2030, es inmenso, pero es una de las grandes herramientas, junto a la protección, para conservar la biodiversidad y garantizar el bienestar y la prosperidad de las sociedades humanas, también en Baleares. El tiempo corre y 2030 no llegará dentro de 10 años, sino en poco más de 5. Cinco años para empezar masivamente a restaurar nuestras islas y su mar. 

Este mes de julio, mientras muchas personas estaban disfrutando de un verano demasiado caluroso (como empieza a ser habitual), el Consejo Europeo dio luz verde al Reglamento sobre la Restauración de la Naturaleza. Los objetivos, aunque deberían haber sido más ambiciosos, son claros. En el corto-medio plazo, restaurar el 20 % de las zonas terrestres y marítimas de la Unión Europea para 2030. En el largo plazo, restaurar todos los ecosistemas que lo requieran para 2050. 

En paralelo, Baleares vive un intenso debate sobre los límites del territorio, desembocando incluso en movilizaciones multitudinarias, como en otras regiones. Algunos de estos límites que se han sobrepasado o están a punto (como el consumo de agua cada vez más escasa) suponen una amenaza frontal al bienestar de la sociedad y a la naturaleza de las islas, tanto a nivel terrestre como marino. Parece evidente que estamos muy lejos de disponer de una economía “nature positive”. Tanto es así que a nivel político también hay cierto consenso al respecto de existencia de este problema (o conjunto de ellos), aunque no tanto en cuanto a qué soluciones aplicar.