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Espacio de opinión de la delegación de elDiario.es en Illes Balears. Las asociaciones políticas, sociales, económicas y culturales de las islas debaten sobre los distintos temas que afectan al archipiélago. Puedes enviar tu opinión a illesbalears@eldiario.es en castellano o catalán y sin límite ni máximo de caracteres.

Reflexión federalista

Los presidentes de Balears, Marga Prohens (i); Extremadura, María Guardiola y el vicepresidente de Canarias, Manuel Domínguez González.

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Tener una concepción federal para España se refiere a la mejor manera de organizar territorialmente el Estado. Y es una idea, más bien una técnica política, transversal.

Estados Unidos es federal, como lo era la Unión Soviética, y lo es ahora Rusia. Brasil es federal, y lo son México o Venezuela. Alemania, Bélgica y Suiza lo son también, y Nigeria y Australia. Hay muchos más ejemplos de estados federales que funcionan con gobiernos de uno y otro color ideológico, y de larga tradición algunos, sin que se advierta que su estructura federal tenga relación alguna con movimiento secesionistas.

Pensar que federalismo es de izquierda es una anomalía conceptual por la historia del siglo XIX y primera mitad del XX, la más reciente la herencia del franquismo, 40 años de monocultivo cultural pesaron mucho.

La virtud del federalismo, en alguna medida recogido por la España de las autonomías, es que horizontaliza la toma de decisiones y, en su pleno funcionamiento federal, la recaudación de ingresos y gastos. La aspiración de la financiación autonómica es avanzar hacia las autosufiencias económicas, obviamente relativas incluso a escala interestatal, e ir definiendo de facto una estructura federal. ¿Por qué la confusión conceptual de izquierdas y derechas? 

La respuesta está en la lectura de la historia. La modernidad económica, a principios del siglo XIX, vino de la mano de la intervención del Estado central. Sin duda fueron las élites intelectuales de la modernidad quienes impulsaron en los primeros decenios del siglo XIX, desde la Corte, el centro pues, la transformación económica del país. Y esos gobiernos modernizadores, aunque corruptos y clientelares de las familias nobiliarias y terratenientes que se movían alrededor de la Corona, tuvieron que enfrentarse a caciquismos locales y situaciones de privilegios ancestrales. De ahí que el progreso viniera del centralismo.

En la tercera parte del siglo XIX cuando se desarrolló la industrialización, Catalunya, País Vasco, núcleos de Málaga, Madrid, Santander, Zaragoza, la minería de Asturias, Huelva, Cartagena, etc. surgieron otras burguesías, familiares algunas, no ligadas a las que conseguían sus ventajas por estar cerca de la Corte, que colisionaron con los intereses de las burguesías centrales. Las burguesías periféricas reclamaban que los gobiernos protegieran también sus productos manufactureros, como cuidaban de los intereses de las familias económicas que sostenían las cuentas del Estado.

El federalismo prospera entre las burguesías no ligadas a los intereses de las oligarquías centrales, afectas a la Corte, y así se ve que el federalismo político está patrocinado, mayoritariamente, por las burguesías industriales (manufactureras) y comerciales, de derechas, pues. Aunque, desde la izquierda radical, el anarquismo también la idea federal, prospera por lo que tiene de horizontalidad y democratización del poder.

En su vertiente industrial, económica, se trata de la misma diferenciación entre la pirámide jerárquica en el mando, el sistema Fordista-taylorista de producción que exigía el control central de todos los procesos, por su forma más moderna, el sistema Toyota, instaurado por Taiichi Ohno. Es decir, la idea del supermercado, la producción just in time, en el que cada parte del proceso productivo se responsabiliza de sí misma y toma parte en las decisiones del conjunto desde su esfera de responsabilidad.

El caso es que lo del federalismo es una técnica de organización política, de horizontalidad en la toma de decisiones (del poder) de la que recela quienes tienen algo que perder y aplauden quienes tienen algo que ganar.

No están en peligro las entidades nacionales solo la exclusividad del poder de quienes se mueven sin control en esos conceptos.

Espero que no haya dudas de que el federalismo en modo alguno está contra la esencia de España, eso sí, está en las antípodas de la pretensión de que lo español es la extensión de los iconos castellanos (el Cid y compañía) o la cultura cañí y de los toros como símbolos culturales que, además,  colisionan frontalmente con la modernidad y en regiones menos adeptas a la asimilación de la cultura española de florero dominante.

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