Cildo Meireles (Rio de Janeiro, 1948) es uno de los artistas conceptuales más relevantes de América Latina. Desde finales de los años sesenta, luchó con su obra para sacar a los visitantes de las salas de exposiciones poniendo el acento en los sentidos del espectador más allá de lo que allí podían ver. Su conexión ética con el mundo y su profundo rechazo de las dictaduras, bajo el gobierno militar que gobernó Brasil en los años setenta, lo convirtieron en un artista de un marcado carácter político que a día de hoy sigue reivindicando. Desde los años noventa, su trabajo es ampliamente reconocido para el mundo internacional del arte.
El artista brasileño ha inaugurado recientemente una exposición, producida por la iniciativa ALTTRA, en la que presenta cuatro obras en diferentes espacios de Palma que profundizan en el significado de la insularidad en un mundo globalizado, así como las características de la condición contemporánea. La muestra pueden verse en el Colegio Oficial de Arquitectos de Balears (COAIB), el Estudi General Lul·lià y Espai Buit hasta el 11 de enero del próximo año.
La exposición reflexiona sobre las condiciones de ser una isla, como Mallorca, y el mundo global tal y como hoy lo conocemos. ¿Cómo se muestra la tensión entre ambas?
Cuando me invitaron a participar en este proyecto tenía en mente un trabajo que realicé hace unos 15 años en Brasil. Allí, las aguas de los ríos fluviales se dirigen a uno de los tres grandes ríos: el Paraná, al sur; el San Francisco, en el noreste; y el Amazonas, al norte. Las aguas de los pequeños afluentes se van sumando hasta confluir confluyen en un punto que convierte a Brasil en una especie de “isla” dentro de un vasto archipiélago de ríos.
Entonces decidimos comenzar con este trabajo como punto de partida. La ironía es que, en el caso de Mallorca, la insularidad que es, en sí misma, un aislamiento, se convierte al mismo tiempo en un fenómeno atractivo para el turismo y en una de las formas más dañinas de afectar al medio ambiente y a la destrucción de los ecosistemas. No conozco en detalle la situación de Mallorca, pero imagino que debe enfrentar grandes presiones debido a su popularidad como destino turístico internacional, especialmente en Europa. Hay una faceta depredadora en esta industria que puede generar problemas significativos para las poblaciones locales.
La ironía es que, en el caso de Mallorca, la insularidad que es, en sí misma, un aislamiento, se convierte al mismo tiempo en un fenómeno atractivo para el turismo y en una de las formas más dañinas de afectar al medio ambiente y a la destrucción de los ecosistemas
En la presentación de esta muestra dijo que el arte conceptual es el más democrático. ¿Por qué lo cree así?
Recuerdo que cuando era muy joven cuando uno visitaba una exposición de arte conceptual, se encontraba leyendo textos y más textos, lo cual aburría bastante. Porque, honestamente, no hay pocas cosas peores que los textos de los artistas plásticos. Sentí que estábamos abdicando de algo que considero una cualidad esencial: la capacidad de seducir al espectador. ¿Qué ocurre con todo este discurso verborrágico? La sala de espera se volvía muy aburrida.
Así que intenté alejarme de esa concepción hasta que, en los años 2000, un gran amigo mío –un compadre que había sido preso durante la dictadura– vino a visitar mi taller. Él vio una pequeña pieza que tenía en el taller, un pedazo de celofán rojo, similar a los que envuelven los paquetes de cigarrillos, y recordó que, en su tiempo en prisión, cuando entraba a su celda, cogía un fósforo, lo miraba, y se quedaba horas reflexionando sobre ello. Él pensaba que si sus colegas conceptualistas pudieran ver aquello, quizás también lo entenderían. Para él, esa pequeña pieza lo había ayudado a sobrellevar la cárcel.
Fue en ese momento cuando me emocioné, porque comprendí que el arte conceptual tenía un poder profundo: es un movimiento democrático, en el sentido de que con lo mínimo es posible hablar de cosas muy grandes y universales. Fue en ese momento cuando me reconcilié con el concepto de arte conceptual.
Fue en ese momento cuando me emocioné, porque comprendí que el arte conceptual tenía un poder profundo: es un movimiento democrático, en el sentido de que con lo mínimo es posible hablar de cosas muy grandes y universales
Su trabajo también atiende mucho a los sentidos más allá de la mirada, al tacto, al oído. Hoy en día parece un gesto político retomar nuestras sensaciones corporales.
Siempre he tenido una gran resistencia al arte panfletario. No me gustaba esa aproximación cartesiana, lineal, como un llamado a la acción. Por eso, en todas las obras con un discurso político, también existe una preocupación estructural y formal con el lenguaje. Es decir, la política está presente, pero también lo está la reflexión sobre las formas y las expresiones, y cómo se comunican.
Lo que pasa con las expresiones políticas, y con otras piezas, es que hay una búsqueda de lo que llamo la “plurisensorialidad”. Creo que esta ha sido una característica central de la producción artística brasileña desde los años 50, con el movimiento del Neoconcretismo. Allí, los artistas ya no querían más trabajar con el arte limitado a las tradicionales formas visuales o al óleo. Buscaban una liberación del dominio de lo puramente visual.
Lo que pasa con las expresiones políticas, y con otras piezas, es que hay una búsqueda de lo que llamo la "plurisensorialidad". Creo que esta ha sido una característica central de la producción artística brasileña desde los años 50, con el movimiento del Neoconcretismo. Allí, los artistas ya no querían más trabajar con el arte limitado a las tradicionales formas visuales o al óleo. Buscaban una liberación del dominio de lo puramente visual
A partir de los años 50, la escena artística brasileña se enfrentó a una renovación profunda, abordando el arte de una manera muy seria y sofisticada. Y esta transformación se convirtió en una característica de gran parte de la producción brasileña de ese entonces. Sin embargo, muchos trabajos de esa época no continuaron siendo seguidos o reconocidos en este proceso.
Llevado a la actualidad, ¿qué significa enfrentarse al dominio de la imagen y la pantalla?
Bueno, la cultura occidental cambió mucho en relación con la visualidad, poniendo un énfasis muy grande en ella. Al final, el hecho de mirar a través de los otros sentidos se convierte en un acto político, porque implica una recuperación del cuerpo como totalidad. En este sentido, creo que el capitalismo busca anestesiar el cuerpo, reduciéndonos a simples robots de producción. Por eso, los otros sentidos han sido gradualmente abandonados.
La cultura occidental cambió mucho en relación con la visualidad, poniendo un énfasis muy grande en ella. Al final, el hecho de mirar a través de los otros sentidos se convierte en un acto político, porque implica una recuperación del cuerpo como totalidad. En este sentido, creo que el capitalismo busca anestesiar el cuerpo, reduciéndonos a simples robots de producción
A lo largo de su carrera, especialmente durante los setenta, ha sido muy crítico con las dictaduras, el capitalismo y el imperialismo. ¿Qué valoración hace de nuestras sociedades desde aquel momento hasta hoy?
Creo que ahora estamos viviendo los primeros momentos de una revolución crucial, que es la revolución digital. En esta etapa inicial, muchos autores siguen abordando el tema desde una perspectiva capitalista tradicional. Sin embargo, creo que, de alguna manera, este es también un camino hacia la libertad, aunque no en este momento. Hoy en día, la revolución digital parece ser una extensión del capitalismo, en el sentido de la búsqueda del dinero y el lucro, con fenómenos como las fake news y otras manipulaciones.
Creo que ahora estamos viviendo los primeros momentos de una revolución crucial, que es la revolución digital. De alguna manera, este es también un camino hacia la libertad, aunque no en este momento. Hoy en día, la revolución digital parece ser una extensión del capitalismo, en el sentido de la búsqueda del dinero y el lucro, con fenómenos como las 'fake news' y otras manipulaciones
Siempre recuerdo una entrevista que leí de Umberto Eco, creo que fue una de las últimas que dio. En un momento, el periodista le preguntó: “Señor Eco, ¿qué piensa de las redes sociales?”. Y él respondió: “Las redes sociales harán que los idiotas del pueblo se conviertan en los gurús del planeta”. Y, en cierto sentido, esto está ocurriendo ahora: los influencers, que no son más que una extensión de la actividad capitalista, parecen dominar el espacio. Lo que podría ser un maravilloso campo de saber, de comunicación y de libertad, se ha convertido en algo muy superficial.
Pero, aunque ahora parece así, estoy convencido de que eso cambiará. La gente llegará a comprender que lo que propone la revolución digital es mucho más amplio, y que va mucho más allá de lo que estamos viviendo en este momento.
Hablando de capitalismo y desde el lado de América Latina, quería preguntarle por la reciente victoria de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Tiene una obra muy conocida de los años setenta, donde estampó un elocuente yankees go home en botellas de Coca-Cola.
Los procesos de circulación que existen dentro de la sociedad, permiten al individuo actuar a una macroescala, ya sea industrial, como en el caso de una botella de Coca-Cola, o institucional, como los billetes. El mundo siempre ha convivido con personas como Trump, ¿no? En Brasil tuvimos a Bolsonaro. Estas figuras siempre están ahí, tratando de oscurecer el progreso humano. Pero creo que no lo van a lograr.
En la producción de dos de las obras de la exposición se ha contado con empresas locales: las 50 balas de paja de la obra Fio provienen de la Cooperativa Agrícola de Porreres y el hilo de algodón de ‘La Bruja’ de Teixits Riera. Ambos materiales volverán a su punto de origen una vez se desinstale la exposición. ¿Cómo afrontar los retos de la sostenibilidad?
Si comparamos nuestro planeta con el de hace 30 años, jamás hubiéramos podido imaginar que estaríamos viviendo en un mundo como el actual. Porque lo que estamos viviendo ahora es una revolución tan, o incluso más importante, que la revolución industrial. La revolución burguesa fue algo monumental, pero la mayoría de las personas no se dio cuenta de su magnitud en su momento. Hoy en día, aunque algunos no lo reconozcan, todos hablamos de sostenibilidad, sabemos que existe y entendemos que esa discusión está sobre la mesa. Y lo más importante: sabemos que la solución es posible.
Si comparamos nuestro planeta con el de hace 30 años, jamás hubiéramos podido imaginar que estaríamos viviendo en un mundo como el actual. Porque lo que estamos viviendo ahora es una revolución tan, o incluso más importante, que la revolución industrial
Creo que será un movimiento global, porque la gente está comenzando a darse cuenta de que la especie humana es la única que destruye el lugar donde vive, y eso es algo absurdo. A pesar de todo lo que dicen los negacionistas como Bolsonaro o Trump, que intentan minimizar los problemas climáticos, creo que la humanidad finalmente está entendiendo que no se trata solo de dinero. El oro no se puede comer, ni vivir de él. Es necesario cuidar el planeta de una manera diferente.