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Balears, junto con Cabrera, suman 1.724 km de costa. El 10% son playas principalmente arenosas. 867 playas en total. Pero, ¿cuántas sobrevivirán al próximo cambio de siglo? Según Biel Jordà, investigador científico del Centro Oceanográfico de Balears, “el cambio climático provocará la pérdida permanente del 56% de la superficie de la playa”. Eso ante un escenario intermedio. Porque puede ser peor.
Según el planteamiento más grave del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), desaparecerían definitivamente 72 playas, otras 314 se inundarían por completo varias veces al año y más del 65% de la superficie de la playa se empantanaría, llegando hasta el 86% en condiciones climáticas extremas.
¿Es posible evitarlo? No. ¿Y hacer algo? Sí. Tal y como reflexiona Jordà, cuando se utiliza el término de cambio climático, “cometemos el error de pensar que, como va a pasar dentro de 50 años, ya buscarán los siguientes las soluciones, pero eso solo esconde las amenazas actuales y los problemas que tendremos en unas décadas es porque se está gestionando mal el presente”.
Para comprender la magnitud del reto, lo primero es entender qué es una ‘playa’. Porque no es solo la parte en la que ponemos la toalla, la visible que ya vemos menguar de un tiempo a esta parte. Para los científicos, tal y como explica Luis Gómez, doctor de Geodinámica Externa en la Universidad de las Illes Balears (UIB), la playa es “desde donde las olas son capaces de mover el sedimento en profundidad hasta la primera duna o paseo marítimo de turno”.
“Y no son un jardín que puedes diseñar a tu antojo. La playa está en constante movimiento. Es material suelto que se mueve en función de la energía que le llega por oleaje y, como el oleaje es variable a lo largo del tiempo, la playa va fluctuando”, explica Gómez. Ese movimiento constante hace que los temporales de invierno arrastren la arena mar adentro, que vuelve a la superficie en verano con las suaves mareas. Es el ciclo natural de una playa. No pierden arena, solo que una época del año hay más sedimento en superficie (donde ponemos la toalla) y otra, más bajo el mar.
El verdadero colapso al que se enfrentan las playas del archipiélago no es a la pérdida de arena, sino a la subida del nivel del mar. En los últimos 30 años, el mar ha subido a un ritmo de 3 centímetros por década, y esos 9/10 centímetros, según Jordà, “con playas que son muy tendidas como las de Balears, es suficiente para notar un pequeño retroceso en la superficie”.
Las proyecciones que maneja el investigador del Centro Oceanográfico de Balears es que “si seguimos emitiendo gases de efecto invernadero como hasta ahora, a final de siglo el mar habrá subido en esta zona entre 60 y 70 centímetros”. “Si hay una reducción drástica de las emisiones, que habría que hacerla por muchos otros motivos, no solo por la subida del nivel del mar, nos quedaríamos entre 30 y 40 centímetros”, puntualiza Jordà. Y ahí es donde se perdería el 56% de la superficie de la playa. Un escenario menos malo, pero nada deseable para un territorio que vive del turismo.
si seguimos emitiendo gases de efecto invernadero como hasta ahora, a final de siglo el mar habrá subido en esta zona entre 60 y 70 centímetros
Gómez coincide en que, si se bajan las emisiones, la subida del nivel del mar sería de unos 40 centímetros, “una subida ya importante, pero el peor de los escenarios para el año 2100 es de un metro y eso sería un desastre”. Ya no habrá colas de hora y media para acceder a una de las playas más ‘instagrameadas’ de Mallorca, Es Caló des Moro, porque ya no habrá playa. Sucederá en esta y en las decenas de playas baleares que tienen una pared rocosa que delimita su espacio. Y aquí estamos hablando del año 2050.
Para Gómez, ese año es clave, porque hasta 2050 “no se van a querer enterar de que tenemos un problema serio, porque la variabilidad de las dinámicas naturales de una playa va a enmascarar los efectos del ascenso del nivel del mar, ocultando la pérdida de superficie”.
En otra situación totalmente diferente se enmarcan las playas en las que se ha respetado y conservado su sistema dunar, como Es Trenc. Pese a que el nivel del mar suba, la playa tiene espacio para irse hacia atrás y reposicionarse. Puede retroceder y “vas a tener una playa, quizás no tan ancha como la de ahora, pero vas a tener playa, porque tienes espacio de acomodación”, matiza Gómez.
Por eso, una de las principales estrategias para el doctor es “mimar las dunas, conservar las que actualmente están en el frente de la playa y empezar a gestionar las dunas llamadas de segundo cordón o traseras, para no degradarlas y, cuando el sistema empiece a retranquear, tener material suficiente para compensar ese ascenso”.
Pero hay dunas que no se han preservado, como en El Arenal, y se han construido encima paseos marítimos, viviendas e infraestructura hotelera. ¿Existe solución para estas playas? La explica Gómez: “Comerse parte del paseo marítimo, son medidas drásticas, pero es lo que está sobre la mesa”. “Destapar esos bulevares, porque ahí debajo hay arena y es como si hicieras una regeneración, pero con la propia arena de la playa, intentar retranquear un poco para generar espacio de acomodación para que el sistema se pueda ir para atrás”, tal y como ocurre en las playas que mantienen sus sistemas dunares.
Para algunas playas el científico propone 'comerse parte del paseo marítimo'. 'Son medidas drásticas, pero es lo que está sobre la mesa. Destapar esos bulevares, porque ahí debajo hay arena y es como si hicieras una regeneración, pero con la propia arena de la playa', comenta Jordà
Gómez explica que hay medidas menos radicales, como los diques, pero “lo único que hacen es retrasar el problema, disipar la energía del oleaje, pero con los espigones el nivel del mar va a subir igual”. Y es que el problema de fondo no es tener más temporales, que también los habrá, es que, como dice Gómez, “el agua de la bañera está subiendo”.
La reflexión que hace Gómez es que, “del mismo modo que hemos empezado a entender que vivir al lado de un río o de un torrente tiene un riesgo y puede causar daños, hay que contemplar en la ordenación del territorio y en la planificación los efectos del cambio global, como la subida del nivel del mar y sus consecuencias en la primera línea de playa”.
La arena artificial, inviable
¿Podrían ser una solución, aunque temporal, las regeneraciones con arena artificial para mantener cierta superficie de playa? En algunas de la península, como València o Barcelona, se hacen estas regeneraciones, pero en Balears no, porque “el problema es diferente”, explica Gómez. Y la respuesta está en los sedimentos.
“El material que nutre la fábrica de sedimento de las playas del Mediterráneo peninsular viene de la erosión de la cuenca del Ebro, del Segura, etcétera. En Balears es otra historia, porque nuestros aparatos fluviales son torrentes que funcionan ocasionalmente y, cuando aportan, básicamente es material muy fino que rápidamente se va muy lejos de la costa y a mucha profundidad. El sedimento de las playas del archipiélago es, en su mayoría, de origen biológico, como restos de caparazones y organismos y su producción está asociada a los ecosistemas marinos cercanos a la costa. La velocidad de producción de sedimento es muy diferente a la que se pueda generar por la erosión de las montañas o de las laderas”, aclara Gómez.
El problema es el de siempre: vivir desacompasados con el entorno. Y pedir a la naturaleza que produzca sedimentos al mismo ritmo al que el ser humano los destruye. Ya se han hecho regeneraciones en playas de Mallorca, como en Cala Millor o El Arenal de Llucmajor, y su efecto había desaparecido completamente tan solo una década después. Las regeneraciones, matiza Gómez, “no son ni buenas ni malas en sí mismas, depende de cómo se diseñe, pero hay tantas playas y tanta longitud de playa que, desde un punto de vista económico, es carísimo y, además, no hay fuentes de sedimento para tanta regeneración”.
Ya se han hecho regeneraciones en playas de Mallorca, como en Cala Millor o El Arenal de Llucmajor, y su efecto había desaparecido completamente tan solo una década después
El papel de la posidonia
¿Y cuál es la principal fuente de sedimento de las playas de Balears? La posidonia oceánica. Raquel Vaquer-Sunyer, coordinadora del Informe Mar Balear, explica que “la posidonia es una barrera física muy importante para nuestras playas, porque cuando las olas pasan por una pradera, la posidonia oceánica reduce la energía y la fuerza de las olas, llegando más debilitadas a la costa y sin tanta capacidad de erosionar”. Y es que las playas, además del ocio que brindan, también protegen la costa de inundaciones al disipar la fuerza del oleaje durante los temporales.
Pero la posidonia oceánica no solo crea esa barrera bajo el mar, también en la superficie. La hojarasca muerta que se acumula en la playa (donde ponemos la toalla) evita que se erosione durante los meses de invierno y el oleaje se irá llevando estas banquetas de hojarasca en vez de llevarse el sedimento. De ahí, según detalla Vaquer-Sunyer, que sea “esencial para mantener nuestras playas y también porque los organismos que viven en ella son la fuente de arena”.
Y durante años, una vez más, ha estado reñido conservar el entorno con la actividad económica que brindan unas playas ‘limpias’, porque si estaban cubiertas de esa hojarasca de posidonia muerta, se consideraban playas ‘sucias’.
El Decreto Posidonia, pionero en Europa en la salvaguarda de esta planta marina, fue aprobado en 2018. La coordinadora del Informe Mar Balear explica que “todavía se permite la eliminación de los restos de posidonia durante la temporada de verano, aunque en invierno se devuelve a la playa”. “Y se debería revisar si realmente hace falta seguir haciendo estas retiradas o no”, añade.
Y mediante esas técnicas para retirar temporalmente la hojarasca de posidonia no solo se llevan la planta muerta, también grandes cantidades de arena. Para el doctor de Geodinámica Externa en la UIB, “el problema está en la gestión de la playa, porque aran con tractores para airear la arena y que no haya bacterias, pero también se cargan la fauna que pueda haber”.
“Si retiras los restos de hojarasca de posidonia con una pala a cucharadas, te lo llevas todo. En el mejor de los casos, lo dejan secar en un solar y, cuando acaba la temporada de explotación de la playa, devuelven la hojarasca a la playa, pero la arena ya se ha despegado y se queda en el solar”, aclara Gómez. Pero hay técnicas para llevarse el mínimo de arena posible en esas retiradas temporales de hojarasca, para Gómez, “la del tenedor o la pluma”, para quién el debate está en “cómo se retira”.
Y cada persona también se lleva arena cada vez que va a la playa. En la toalla, el capazo, las sandalias, el bañador… se estima que cada uno se lleva involuntariamente unos 35 gramos de arena. La conselleria de Medio Ambiente calcula que, al finalizar la temporada turística, las playas de sa Ràpita, ses Covetes y es Trenc pierden 18 toneladas de arena.
Cada persona también se lleva arena cada vez que va a la playa. En la toalla, el capazo, las sandalias, el bañador… se estima que cada uno se lleva involuntariamente unos 35 gramos de arena
Proyecto piloto en Cala Millor
Aceptar el cambio climático para adaptarse a él es el único camino posible. Y aún se está a tiempo, tal y como defienden centenares de científicos. Así es como nace LIFE AdaptCalaMillor, impulsado por PIMA Adapta del Ministerio para la Transición Ecológica. Luis Gómez, doctor de Geodinámica Externa en la UIB, forma parte de él. Han realizado un estudio sobre las implicaciones que tendría no intervenir sobre la erosión de las playas arenosas y los diferentes escenarios de ascenso del nivel del mar. En términos económicos, “los daños que podía generar la no actuación es cercana al PIB de un año, es decir, todo lo que generamos de riqueza en Baleares en un año, se puede perder por el ascenso del nivel del mar en el peor de los escenarios planteados para 2100”.
Los daños que podía generar la no actuación es cercana al PIB de un año, es decir, todo lo que generamos de riqueza en Baleares en un año, se puede perder por el ascenso del nivel del mar en el peor de los escenarios planteados para 2100
Se trata de un proyecto de gobernanza, ya que, como explica Gómez, “una intervención en una zona costera es muy compleja porque tienen competencias muchos y muy variados organismos públicos”. La elección de Cala Millor no es casual, y es que desde hace más de 20 años esta playa está monitorizada por el Institut Mediterrani d’Estudis Avançats de la Universitat de les Illes Balears (IMEDEA) y el Sistema de Observación Costero de las Illes Balears (SOCIB), lo que permite tener muchos datos de su evolución y situación actual.
Algunos de los estudios en los que participa Gómez intentan determinar qué parte de esa playa puede quedar inundada de forma permanentemente, hasta dónde puede llegar el temporal más adverso que se pueda dar, cuántos daños puede generar y cuantificarlos económicamente, además de proyectar cómo afectaría a hoteles, restaurantes y residentes de la zona que el ancho de la playa sea de 50 o de 20 metros.
“Evaluar daños para decidir posibles soluciones”, resume Gómez. En el caso de Cala Millor, el problema son las playas urbanizadas. Una de las soluciones que plantea Gómez es “recuperar las dunas sobre las que se ha construido el paseo marítimo”. “Depende del escenario que la intervención sea más blanda o más dura, si sale a cuenta o no expropiar terreno para irme para atrás o si basta con el espacio público de titularidad municipal para retranquear la playa”, añade.
También contemplan el no adaptarse al cambio climático. Y el doctor lo describe así: “Si tu visión es solo construir y regenerar la playa, también lo vamos a poder hacer, pero tendremos que estar reformando la playa cada 10 años con un gasto enorme. Podemos reformar una playa, quizá dos, pero no podemos reformar 400 playas”.