El caballito de mar, un tesoro que sobrevive en el litoral balear pese a la presión humana

Esther Cabezas

Eivissa —
12 de septiembre de 2022 22:22 h

0

El caballito de mar de hocico largo es una de las especies que se encuentran en peligro grave de desaparecer en el Mediterráneo, donde la biodiversidad es cada vez menor debido a la contaminación, la presión humana, los amarres, el tránsito de barcos y la fauna que proviene de fuera. Pero, sobre todo, está amenazado por la sobrepesca: solo un 0,16% de las aguas de Balears –y menos del 1% en todo el Mediterráneo– están a salvo de esta práctica.

El caballito de mar o hipocampo no vive ajeno a esta situación. Este habitante se encuentra en todo el litoral de Balears, pero es más común en las aguas que rodean a la isla de la Cabrera y en las inmediaciones del Parc Natural de ses Salines de Eivissa y Formentera, al sur de la Isla Blanca y al norte de la pitiusa del sur. Se incluye aquí la bahía de Talamanca, que sufre un fuerte deterioro debido al tráfico náutico y a la existencia de una tubería de aguas residuales.

Un animal singular

El caballito que habita en el mar balear, el Hippocampus guttulatus, o caballito de hocico largo, es una de las 35 especies que existen en las diferentes zonas del planeta. Este pez pertenece a la familia de los signátidos, junto con los llamados dragones de mar y los peces aguja. Son animales óseos con unas características morfológicas que, sin duda, los hacen únicos en el reino animal, ya que en apariencia son una mezcla de varias especies: tienen una cabeza como la del caballo, de ahí su nombre. No presentan escamas, sino una fina piel estirada sobre una serie de placas óseas que están dispuestas en anillos a lo largo de su cuerpo. La armadura de placas óseas también los protege contra los depredadores.

Los hipocampos nadan erguidos, impulsándose gracias a una aleta dorsal. Sus aletas pectorales, ubicadas a ambos lados de la cabeza, detrás de los ojos, se utilizan para orientar su marcha. Carecen de la aleta caudal, típica de otros peces. Su cola es prensil les ayuda a asegurarse y camuflarse –a veces durante días– en corales, plantas o algas. La cola está compuesta por anillos cuadrados que solo pueden desbloquearse en las condiciones más extremas. El caballito cuenta con un cuello flexible y bien definido y dispone de una espina o cuerno en la cabeza, denominada “corona”, distinta para cada especie. Respiran a través de branquias y disponen de una vejiga natatoria para controlar la flotabilidad.

Pero lo que los hace también un ser singular es su reproducción, comenzando por un ritual de cortejo en el que la pareja entrelaza sus colas. Se aparean de por vida y son los caballitos machos, y no las hembras, los que se quedan preñados y paren después de que las féminas inserten sus huevos en la bolsa ventral de su pareja, que permanece incubando agarrado con su cola aproximadamente 45 días, produciendo entre 100 a 300 crías por embarazo, aunque se estima que de ellas solo sobrevive el 0,5%.

El hábitat natural de estos peces son las aguas templadas, como las del Mediterráneo y las tropicales. Su lugar preferido en nuestras latitudes son los corales, los lechos de pastos marinos, como la posidonia oceánica, y la cymodocea nodosa y los estuarios. En general, estos signátidos se alimentan de plancton, pequeños crustáceos y algas e ingieren con mucha frecuencia, entre 30 y 50 veces al día, ya que no tienen estómago y la comida pasa muy rápido por su cuerpo. Pueden llegar a comerse 3.000 artemias (crustáceos) al día.

Amenazados a nivel mundial

Aunque, en estos momentos, de acuerdo con La Lista Roja de Especies Amenazadas, casi el 15% de las especies de los caballitos evaluados en el Mediterráneo se encuentran en la categoría de “Casi Amenazados” y el Govern balear los haya incluido en el Llibre Vermell dels Peixos de Balears (2000), la realidad es que no se sabe cuántos hipocampos resisten a las condiciones cada vez más adversas de nuestros mares. Lo que sí conocen los expertos es que cada vez son menos y más difíciles de avistar.

Por este motivo, es necesaria, con urgencia, una mayor investigación para conocer “su distribución, las tendencias de su población, sus amenazas y determinar, en definitiva, las acciones de conservación concretas que se deban llevar a cabo”, según asegura la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). De hecho, se cree que, si las condiciones de nuestros mares y océanos no se revierten, en 25 años el hipocampo habrá desaparecido del planeta, tal y como afirma a elDiario.es el biólogo marino y explorador de National Geographic, Manu San Felix, una de las autoridades en lo que se refiere al estudio y conservación del Mar Balear y del Mediterráneo.

Para intentar hacer frente a esta situación, las dos especies consideradas como “Casi Amenazadas” en el Mediterráneo, el Hippocampus hippocampus y el Hippocampus guttulatus, se encuentran protegidas a través de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y el Anexo II del Protocolo sobre las Áreas Especialmente Protegidas y de Diversidad Biológica del Convenio de Barcelona. Además, este problema no solo se da en el Mediterráneo, sino a nivel mundial, ya que, aparte de los riesgos antes citados, uno de los peligros para la conservación de la especie es la medicina tradicional asiática. Se estima que se sacrifican para estos fines entre 100 y 150 millones de ejemplares al año, según datos de la ONG Seahorse Trust, que elabora diferentes proyectos a nivel mundial para la conservación de los hipocampos.

La lucha por recuperarlos

Los expertos coinciden en que podríamos estar en breve en un punto de no retorno por la destrucción de los hábitats costeros, de las praderas de Posidonia oceanica y de Cymodocea nodosa, donde suelen “esconderse” los caballitos de mar, tal y como ha asegurado a elDiario.es San Felix, que ha liderado entre 2016 y 2020 el proyecto 'La selva de Posidonia, el hábitat del caballito de mar' para la recuperación de estos peces de la familia de los signátidos en las aguas pitiusas y que, en la actualidad, está embarcado en un proyecto “mucho más ambicioso” que pretende inspirar para recuperar el Mediterráneo.

El proyecto está previsto que comience a finales de 2022 o principios de 2023 y contará, entre sus líneas de actuación, con un estudio de la situación de los hipocampos dentro de las acciones de educación y restauración, con el objetivo de conocer el verdadero estado de la población de estos animales. Los datos de aquel primer proyecto que se realizó con la cría de caballitos de acuario “van a ser muy valiosos”, en palabras de San Felix.

“El primer proyecto sirvió para darnos cuenta de que era factible la recuperación de la especie porque hubo éxito en la reproducción de los mismos. Se trabajó con animales de acuario y nos dimos cuenta de que es un proyecto en el que hacen falta unos medios y un personal importante y muy cualificado, con un coste alto. Es un proyecto de conservación que podríamos considerar como dificilísimo y nos ha servido para saber cuál es el escenario necesario para conseguir los objetivos”, asegura el explorador y fotógrafo marino.

Parece ser, por lo tanto, que el reto de recuperar el Mediterráneo es ambicioso, pero “no imposible”, y, para ello, asegura San Felix, es necesaria la implicación tanto de las diferentes administraciones competentes como de las entidades conservacionistas y de la sociedad en general. Este reto se basará en cuatro pilares básicos: la conservación, las acciones de recuperación con una fuerte base en la educación, la comunicación a la sociedad y la ciencia.

“Lo que queremos ahora es que el Mediterráneo vuelva a ser como en los años 50 o 60 del siglo pasado. Esto es posible, pero hay que tener en cuenta que la situación en la actualidad es muy seria y preocupante. Si no lo intentamos ahora, la otra opción que tenemos es terrorífica, por eso es necesario actuar ya e iniciar la recuperación de este mar. Hay que tener en cuenta que las características del Mediterráneo, al ser un mar prácticamente cerrado, lo abocaría, si no se actúa, a la desaparición de las especies animales y vegetales que lo habitan y con ello a la extinción”, afirma.

Queremos que el Mediterráneo vuelva a ser como en los años 50 o 60. Esto es posible, pero hay que tener en cuenta que la situación en la actualidad es muy seria y preocupante. Si no lo intentamos ahora la otra opción que tenemos es terrorífica

Asimismo, el experto pone de manifiesto que el calentamiento que están sufriendo las aguas mediterráneas está muy por encima de las previsiones más pesimistas de hace unos años y, desde luego, esto afecta a diferentes especies y, por supuesto, también al caballito de mar, que vive en zonas costeras y en aguas con poca profundidad, donde se registran temperaturas más altas y, por lo tanto, necesita unas condiciones óptimas para seguir existiendo. “Hay que destacar, además, que este siglo, según la UNESCO, medio millón de especies se enfrentan a la extinción a nivel global, y esto es una barbaridad”, comenta.

El lugar elegido para comenzar con este proyecto de recuperación del Mar Balear y del Mediterráneo son las Pitiüses y el estudio que permita conocer con mayor exactitud la situación de la población de caballitos de mar en Balears respecto al pasado “es una de las acciones que deseamos llevar a cabo”. “Ya sabemos que están mal, pero hay que demostrarlo para actuar y saber si somos capaces de generar poblaciones en el medio natural, explica.

“La cría en cautividad se hará en colaboración con la Universidad de Murcia y, en concreto, con Emilio Cortés, que es en estos momentos el mayor experto en estas tareas. Así, se generaría un stock de hipocampos con el visto bueno y los permisos de las instituciones, en concreto de la Conselleria de Medi Ambient del Govern”, puntualiza. Ahora mismo el proyecto está en fase de redacción y preparación y se requerirá financiación privada porque el planteamiento es que “sea de coste cero para la Administración”. Toda la acción la va a promover la asociación Vellmarí, que nacía hace 3 décadas como un centro de buceo que, en breve, se convertirá en fundación, “que fue el objetivo desde un principio y que va a seguir con la labor de conservación y divulgación del Mediterráneo que ha llevado a cabo hasta el momento”.

Además del estudio, de la cría en cautividad y de la repoblación del hipocampo, otras acciones que se llevarán a cabo con el equipo de Vellmarí, previsiblemente en colaboración con otras fundaciones y instituciones como el IMEDEA (Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados), la Universidad de Barcelona o IMEDMAR son: la siembra de posidonia, la versión 2.0 del Posidonia Maps, “y todas las necesarias para revertir la situación en la que estamos ahora, que son urgentes para las poblaciones de caballitos de mar y otras especies que están en peligro, sí esto no se remedia”, asegura San Felix. “Somos pequeños, pero tenemos un proyecto ambicioso. Hay que generar un cambio en nuestro mar y en nuestra sociedad para seguir viviendo en términos de confort, pero sin que sea a costa de nuestro mar.

“Otros proyectos de ciencia ciudadana, que ha extendido a Balears a través de la Fundación Marilles, como Observadores del Mar, están también desarrollando un trabajo que puede ayudar a saber exactamente cómo está la población de caballitos de mar en las Pitiusas”, añade. Además, el explorador de National Geographic pone de manifiesto que en este reto lo que es muy importante es que no haya protagonistas más allá del mar y su biodiversidad: “Los mensajeros no somos importantes, la vida pasa y cada uno pasamos, pero los proyectos y los mensajes sí son poderosos, prevalecen”.

La importancia de la posidonia

Para la supervivencia del caballito de mar y otras especies y para una óptima calidad del agua del Mediterráneo, del Mar Balear y de las Pitiüses es fundamental la conservación de las praderas de posidonia, el organismo vivo más grande del planeta, que conforma el lugar de su reproducción y refugio.

“La fanerógama marina posidonia (Posidonia oceánica) es una planta endémica del Mediterráneo y la podemos encontrar hasta una profundidad de 40 metros. Forma extensas praderas y conforma una de las comunidades más productivas del ecosistema litoral, dada su elevada producción primaria, la fauna residente que alberga, su función como refugio de alevines, juveniles y adultos de numerosas especies de peces y su capacidad para exportar materia orgánica mediante sus restos muertos”, según la última actualización del Informe del Mar Balear (informemarbalear.org).

Este asegura que “las praderas de Posidonia oceanica son hábitats prioritarios, ya que proporcionan un gran número de servicios ecosistémicos, como por ejemplo: la oxigenación del agua, la captación de carbono y la protección contra la erosión costera, favoreciendo la retención de partículas y amortiguando la fuerza de las olas, entre otros. Entre la fauna que albergan las praderas destacan los moluscos, los crustáceos, los equinodermos, principalmente erizos de mar y holoturias, y los peces, sobre todo la Sarpa salpa y los signátidos”, entre los que se encuentran los caballitos de mar, convirtiéndose para todos ellos en una gran guardería.

Esta planta marina está protegida actualmente como especie y como hábitat en los ámbitos europeo y estatal y ocupa alrededor de 554 km2. En concreto, la zona con la barrera de posidonia más importante de todo el Mediterráneo es Balears, que cuenta con el 50% de todo el territorio nacional, destacando Eivissa y Formentera con el 40% de todo el archipiélago, según diferentes estudios cartográficos entre los que se encuentra el Posidonia Maps que viene realizando Vellmarí desde 2016 y que ahora afronta su edición 2.0. Además de este, en estos momentos se realizan otros proyectos como el de entidad conservacionista balear GEN–GOB, financiado por Ibiza Preservation, que nos aportará, en el plazo aproximado de un mes, datos concretos de cual es la situación real de las praderas de posidonia en estos momentos.

Lo que está claro es que las extensiones de esta planta marina están en retroceso, por la presión humana y náutica, principalmente, y con ello el peligro de extinción de toda la vida que albergan las praderas del organismo vivo más grande del planeta.