El coral más grande del mundo está en el Pacífico y lo ha descubierto un español: la historia de esta 'biblioteca infinita'

Pablo Sierra del Sol

Eivissa —
3 de diciembre de 2024 22:35 h

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Manu San Félix no tuvo dudas. La colonia que tenía unos metros por debajo de sus aletas era el coral más grande que había visto en su vida. Lleva 44 años poniéndose el traje de buzo: empezó con 16, ha cumplido este año 60. La corazonada no le falló al biólogo marino. Tenía imágenes en la retina con las que comparar, los negativos de las más de 12.000 inmersiones que ha hecho a rincones muy distintos de la masa de agua que cubre el 70% del planeta. En las 51 expediciones científicas anteriores había coleccionado imágenes maravillosas, pero nunca se había encontrado con un ser vivo así. Aquel coral anclado al fondo marino del Pacífico, en un punto por determinar de las Islas Salomón, tenía muchas opciones de ser el más grande del mundo: 

– Es como cuando vas caminando por una ciudad y de golpe te encuentras con su catedral. Te llama la atención todo: el tamaño, la antigüedad, la belleza. Ese coral era diferente a todos los que había visto hasta entonces. No formaba parte de un arrecife, estaba totalmente aislado. Fue una auténtica casualidad encontrarlo porque estábamos a punto de movernos y nos tiramos al agua, una última inmersión, apenas con las gafas y el tubo. Mi hijo Íñigo, que me acompañaba bajo el agua, y yo subimos al barco y explicamos lo que habíamos encontrado. 

El barco al que se refiere este madrileño que se estableció hace tres décadas en Formentera –el puerto base desde el que estudia las praderas de posidonia de las Pitiüses– es el que utiliza National Geographic en las expediciones de Pristine Seas. El proyecto surgió en 2008 gracias al impulso de Enric Sala i Gamito. Este científico nacido en Girona, educado en Francia y residente en Estados Unidos se planteó navegar y bucear las regiones marinas que pueden seguir considerándose vírgenes. El reto que se marcaba el doctor Sala, explorador residente de National Geographic, era documentar y analizar la fauna y la flora que las habita. Un paso imprescindible para promover su protección y, en la medida de lo posible, su restauración. 

Entre los compromisos de Naciones Unidas de cara a 2030 figura que un 30% de los océanos estén protegidos de forma estricta. Quedan apenas seis años para alcanzar la fecha clave y el porcentaje global es de apenas el 1,5. En Europa, sube al 4%. En España es mucho mayor: en 2025, la cuarta parte de las aguas territoriales de nuestro país gozarán de un alto nivel de protección.

“Al coral que descubrimos National Geographic volverá para hacer una medición más exhaustiva, pero en la expedición contábamos con Erik Brown, que es una de las mayores eminencias en todo el mundo en lo que se refiere a los corales. Cuando contamos en cubierta lo que habíamos visto, bajamos a la colonia para tomar fotografías y grabar vídeos”. Entonces, comandados por Brown, los científicos hicieron un primer cálculo del tamaño del coral y establecieron una comparación muy gráfica. La colonia coralina era igual de grande que un ejemplar de ballena azul, el ser vivo –conocido– más grande del reino animal. 

– El coral mide más de 30 de ancho y largo. Sus primeros lóbulos podrían haber empezado a desarrollarse hace 300 años. Es alucinante cuando piensas la información que nos puede ofrecer, es una grandísima biblioteca que merece la pena leer. 

El coral mide más de treinta metros de ancho y largo. Sus primeros lóbulos podrían haber empezado a desarrollarse hace trescientos años. Es alucinante cuando piensas la información que nos puede ofrecer, es una grandísima biblioteca que merece la pena leer

China arrasa con todo

San Félix explica el hallazgo desde las antípodas de su hogar. Está en Brisbane, donde ha aterrizado después de tres horas y media de vuelo, el tiempo que tardan los aviones en cruzar los 2.153 km. que separan Honiara, el aeropuerto internacional de las Islas Salomón, de Australia. Todavía, a su hijo (y ayudante) y a él les quedan un par de largos vuelos (y una travesía de media hora en barca desde Eivissa) para regresar con los suyos. 

“Esta entrevista”, dice el científico y fotógrafo, “si la hubiéramos hecho hace cinco días me hubiera pillado en medio del océano. Pese a que ahora, gracias a la tecnología estamos siempre bien comunicados, tengo ganas de volver a Formentera”. No duerme en su cama desde mediados de octubre y, aunque la navegación le gusta –unas mil quinientas millas náuticas repartidas a lo largo de un mes, “lo duro debía ser navegar hace un par de siglos, ahora todo es mucho más fácil”–, y su trabajo es su pasión, reconoce que se le hace bola estar lejos del resto de su familia. Sin embargo, aunque San Félix esté contento de regresar al Mediterráneo, en su tono de voz hay un deje, si no de derrota, sí de pesimismo. Cada vez que pasa un tiempo en el Pacífico le ocurre igual. Encuentra demasiada destrucción. La que causa “la flota pesquera de China”:

– Tienen más de 4.000 barcos desplegados solo en esa zona del Pacífico; la flota japonesa, por ejemplo, no se le puede ni comparar en número y capacidad extractiva. Igual que ocurre con los aviones, tú no los ves (no nos hemos cruzado con ninguno), pero a través del satélite sabemos que están ahí. Y no hablamos de llaüts. Son barcos gigantescos, verdaderas plataformas que pueden esquilmar el fondo marino. Las Salomón, a pesar de estar muy apartadas, están arrasadas… porque no quedan demasiado lejos de China. No hay casi tiburones en ese mar. Estos datos los hemos analizado bien a bordo porque teníamos a un compañero especialista en geolocalización. Cuando lo piensas fríamente dices: guau, es increíble que sigan quedando peces en el mar.

China tiene más de cuatro mil barcos desplegados sólo en esa zona del Pacífico. Las Salomón, a pesar de estar muy apartadas, están arrasadas… porque no quedan demasiado lejos de China. No hay casi tiburones en ese mar. Cuando lo piensas fríamente dices: guau, es increíble que sigan quedando peces en el mar

Pero, como escribió Leonard Cohen, hay una brecha por la que se cuela la luz. Justo al final del viaje, los investigadores de una de las organizaciones internacionales más prestigiosas entre las que se dedican al conocimiento del mundo pudieron entrevistarse con Jeremiah Manele, primer ministro salomonense desde el pasado mayo. Les visitó en el barco junto a varios miembros de su gobierno. “En mi opinión, la mejor manera de cuidar del coral que encontramos es crear una zona marina protegida. Me consta que ya está en marcha una protección potente para las aguas territoriales de las Salomón. Pinta muy bien y parece que será un trámite súper rápido”, cuenta San Félix. 

No hay tiempo que perder. Pone un ejemplo el biólogo formenterense sobre el poder destructivo de la sobrepesca industrial. A otros 2.300 km. de las Salomón, pero hacia el noreste, están las Marshall. Estas islas no consiguieron su independencia hasta 1986 (de Estados Unidos; los salomonenses dejaron de ser británicos un poco antes, en 1978) y, unas décadas antes, la Guerra Fría las hizo tristemente famosas. Sobre todo a uno de sus atolones llamado Bikini: “Sólo dentro de ese atolón se hicieron veintisiete pruebas atómicas entre los cincuenta y los setenta. La única bomba de hidrógeno que se ha detonado en la Historia –y que tenía cien veces la potencia de la bomba atómica con la que se destruyó Hiroshima– se hizo explotar en aquel atolón… que ahora tiene una población impresionante de tiburones. ¿Cómo es posible? ¿Por qué ocurre eso? Porque allí no hay pesca. La radiación ha mantenido a raya las flotas pesqueras”. 

Además, como en casi todo, juega la geopolítica: “Las Marshall son un lugar estratégico para los americanos: allí no se acerca nadie”. Algo que no ocurre en las Islas Salomón, que entraron en el imaginario colectivo gracias al periodismo, el cine o la literatura. Fueron el escenario de una de las batallas más narradas de las que se libraron en el Frente Pacífico: 40 mil soldados –31 mil japoneses, 9 mil estadounidenses, australianos y neozelandeses, pero también tonganos, fiyianos y nativos de las propias Salomón. 

Y San Félix recalca: “Pudieron caer muchas bombas en la Batalla de Guadalcanal, pero nada es comparable con el poder destructivo de la pesca industrial”.

“Es su coral, su paraíso; este hallazgo es para ellos”

Aunque es la segunda en tamaño del archipiélago, Guadalcanal es la isla principal de las Islas Salomón porque la más grande, Bouganville, está administrada por Papúa Nueva Guinea. El topónimo, tan andalusí, viene de un pueblo del norte de Sevilla en el que había nacido uno de los oficiales del barco con bandera de la Corona de Castilla que avistó en 1568 una isla que, a pesar de ser bastante más grande –más de 5.336 km. cuadrados frente a 3.640– que Mallorca, tiene poco más del 15% de sus habitantes (160.000 personas están censadas en Guadalcanal, una quinta parte de los 750.000 pasaportes salomonenses que existen en el planeta). Y una cifra muy modesta de turistas, principalmente, viajeros de Australia y Nueva Zelanda. Son apenas 30.000 visitantes al año, el 0,4% del que alimenta la economía mallorquina.

– ¿Es importante proteger la ubicación del coral para que no se convierta en un atractivo turístico?

– No, no. Nada hoy en día, y mucho menos los corales, permanece a salvo. El que hemos encontrado no está, tampoco, a una gran profundidad. Su parte más alta quedará a trece metros de profundidad y su lecho, a unos treinta metros de la superficie. La amenaza es el calentamiento global y la subida de la temperatura del mar, incluida la del Océano Pacífico. En las últimas expediciones en las que he participado, la mayoría de colonias de corales que me he encontrado estaban muertas o moribundas. Precisamente hay que saber dónde está este coral gigante para protegerlo... y a las especies que viven allí. Ya sea una colonia aislada o un arrecife, hablamos de mucho más cuando nos referimos a la importancia que tienen los corales. La naturaleza es sabia cuando todas las piezas que conforman un ecosistema están reunidas allí. ¿Por qué no decimos entonces su ubicación exacta? Por respeto a los habitantes y al gobierno de estas islas. Es su coral, su paraíso; este hallazgo es para ellos. Ahora tienen la responsabilidad de cuidarlo. Deben hacerlo cuando quieran y cómo quieran. 

Nada hoy en día, y mucho menos los corales, permanece a salvo. La amenaza es el calentamiento global y la subida de la temperatura del mar. La mayoría de colonias de corales que me he encontrado estaban muertas o moribundas. No decimos su ubicación exacta por respeto a los habitantes y al gobierno de estas islas. Ahora tienen la responsabilidad de cuidarlo

Los castellanos, aunque lo intentaron varias veces, no fueron capaces de establecer una colonia en las Salomón entre los siglos XVI y XVII. Después de que los traficantes australianos –the blackbirders– incursionaran en las Salomón durante la segunda mitad del XIX para conseguir mano de obra esclava con la que alimentar las plantaciones de Queensland y Nuevas Gales del Sur, el archipiélago cayó en poder de dos potencias europeas. Al principio se la dividieron alemanes y británicos. Después de la I Guerra Mundial, el Tratado de Versalles la entregó en exclusiva al Reino Unido. 

Entre medias, sin embargo, hubo casi doscientos años de un aislamiento casi completo. Apenas las visitaron algunos misioneros procedentes de Filipinas. Esos dos siglos de autonomía respecto a Occidente han sido fundamentales para que la población autóctona mantenga un modo de vida “casi ancestral”, como describe San Félix: “He visto a mucha gente que no tiene electricidad y vive de lo que sale a pescar a su mar”. Es decir, una estampa no tan alejada del día a día de un formenterense hace menos de cien años. “Lo digo desde la admiración; es su modelo de sociedad y, precisamente, lo que ayuda a preservar este ecosistema único en el corazón de la Melanesia”.

Aunque siguen formando parte de la Commonwealth y reconocen a Carlos III como monarca, la independencia desterró a la Union Jack de la bandera de las Islas Salomón. Ahora está formada por dos triángulos isósceles (dos lados iguales, uno distinto) divididos por una diagonal dorada. Esta línea representa al sol; el triángulo inferior, que es verde, a la tierra, montañosa, del archipiélago; y el superior, teñido de azul, al Pacífico. En una esquina del triángulo marino hay cinco estrellas. Un astro por cada una de las islas principales de un Estado que tiene soberanía sobre más de novecientas. Quizás, en el futuro, el simbolismo del coral descubierto por National Geographic reclame un hueco en la bandera. O, al menos, que se estampe una ilustración de sus lóbulos en un billete de dólar salomonense.

La bandera de las Islas Salomón está formada por dos triángulos isósceles divididos por una diagonal dorada. Esta línea representa al sol; el triángulo inferior, que es verde, a la tierra, montañosa, del archipiélago; y el superior, teñido de azul, al Pacífico. Quizás, en el futuro, el simbolismo del coral descubierto por National Geographic reclame un hueco en la bandera. O, al menos, se estampe una ilustración de sus lóbulos en un billete de dólar salomonense

Manu San Félix no cuenta con regresar a las Salomón. Le esperan otros países insulares de Oceanía. “2025 ya está planificado: nosotros iremos a Fiji, Tuvalu y Vanuatu. El tiempo pasa rápido y hasta 2030 la agenda está llena de expediciones. Muy rara vez solemos volver a un entorno que ya hemos explorado”. Pero National Geographic, explica San Félix, estará muy atento a toda la información que pueda proporcionar un coral que estudiarán con detenimiento otros científicos. Tienen mucho trabajo por delante analizando las imágenes que ya se han hecho públicas tras el descubrimiento del que seguramente sea uno de los seres vivos más grandes que existen. Y, por contraste, los buzos son manchas negras aleteando sobre este animal de 700 metros cuadrados.