El espectáculo “inmoral” que sacudió la “decencia” mallorquina a principios del siglo XX

Esther Ballesteros

Mallorca —
15 de agosto de 2023 21:43 h

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En torno a 1880, una danza que combinaba frenéticos saltos y giros con lentos desfiles -y que llegó a rivalizar décadas después con el tango y la rumba- comenzó a ponerse de moda en las plantaciones de algodón de Estados Unidos. Era el cake walk. Tal fue la popularidad que alcanzó el baile que a principios del siglo XX, el intercambio cultural existente entre Europa y América provocó que la danza se extendiese con rapidez y alcanzase gran repercusión en Reino Unido y Francia. De ahí dio el salto a España, donde los nuevos ritmos artísticos comenzaban a despertar suspicacias por su componente transgresor. Y en Mallorca no tardaron en encolerizar a los sectores más tradicionales de la sociedad a la par que la isla comenzaba a asomarse a la industrialización y la modernidad.

Mientras en 1900 la prensa mallorquina apelaba a la necesidad de “restaurar esta clase de fiestas y devolverles en cierto modo la dignidad que desde hace años han perdido los bailes”, otros comentaristas isleños ensalzaban el cake walk: “Los cuerpos alados saltan funambulescamente y huyen y se mira, y se sonríen, y se vuelven la espalda, y se buscan, y se desean y se desprecian. Todo el flirt moderno está allí. Pero ¡qué digo! Todo el amor, toda la vida joven e inquieta de los que existen para el placer palpita en estas figuras singulares”, proclamaba un artículo publicado en el mismo periódico el 15 de febrero de 1903.

Así lo recoge el historiador musical Tomeu Canyelles en su libro Tacats de desig. Oci i erotisme a les Illes Balears (2023, Lleonard Muntaner), en el que disecciona a lo largo de varias décadas las múltiples implicaciones del ocio en relación, principalmente, con dos etapas históricas, el franquismo y la transición, sin dejar de lado el hecho de que, muchos años antes, pioneras de unos movimientos corporales plagados de insinuaciones ya habían dejado huella dentro y fuera de los escenarios, polarizando fuertemente a la sociedad y sacudiendo la moral y el decorum aún imperantes frente a las nuevas formas de hedonismo y joie de vivre.

El cake walk revoluciona Palma

El 9 de diciembre de 1903, el cake walk aterrizaba en Palma con un espectáculo que no dejó indiferente a nadie. En el Teatre Líric, una pareja interpretaría por primera vez aquella danza sinuosa, provocando entusiasmo y rechazo entre el público asistente: “En un momento intercambiaron varias filigranas, cosa que no satisfizo a los amantes de la pureza e integridad del baile moderno y protestaron, pero débilmente. Al finalizar, los aplausos de los transigentes ahogaron la pequeña de los recalcitrantes”, informaba la prensa isleña.

En un momento intercambiaron varias filigranas, cosa que no satisfizo a los amantes de la pureza e integridad del baile moderno y protestaron, pero débilmente. Al finalizar, los aplausos de los transigentes ahogaron la pequeña de los recalcitrantes

Sin embargo, sería varios años después -la moda del cake walk se alargaría hasta los primeros años de la década siguiente- cuando se produciría uno de los mayores escándalos de la época en la isla. Sus protagonistas, las hermanas gemelas Vigné, dos jóvenes que rozaban los veinte años y cuyo carisma las llevó a constituir un sólido tándem artístico con el que triunfaron en 1910 en el Molin Rouge de Madrid con el espectáculo Hacia el amor. Las crónicas hablaban de un debut “con éxito colosal y merecido” y subrayaban cómo “las simpáticas y notabilísimas” hermanas Vigné habían sido ampliamente aplaudidas y ovacionadas “estruendosamente” en los principales coliseos madrileños. “En sus shows alternarían cuplés sicalípticos con danzas como el cake walk, en las que empleaban unas vestimentas más bien sugerentes”, explica Canyelles en su obra.

El 12 de febrero de 1912, Luisa (cupletista y cancionera) y Pilar (bailarina) debutaban en el Teatre Balear. “Las hermanas Vigné animaron grandemente anoche, día de su debut, la sala del Balear. Son dos mujeres bellísimas que lucen un derroche de artísticos trajes. Entusiasmaron a los concurrentes, recibiendo muchos aplausos. Su gracia y su picardía, unidos a su hermosura, les dan armas poderosas para cautivar a los hombres”, ponía de manifiesto La Almudaina.

“Atentado a la moral y a la decencia pública”

Como señala Canyelles, el éxito de las dos hermanas se prolongó durante varias noches más hasta que “un grupo de señoras pudorosas”, como las definió el cronista Lluís Fàbregues, hizo llegar su protesta al gobernador civil de Balears, Agustín de la Serna. La preservación de la moral acababa de entrar en juego. Tras recibir la queja, De la Serna envió una orden de prohibición para que las Vigné dejaran de bailar “por atentados a la moral y a la decencia pública”, amparándose para ello en el artículo 22 de la Ley de la Policía. El Teatre Balear fue multado con 300 pesetas y las dos artistas, con cien pesetas cada una.

Tras recibir la queja de un grupo de "señoras pudorosas", el gobernador civil de Balears prohibió la danza de las hermanas Vigné "por atentados a la moral y a la decencia pública". La preservación de la moral acababa de entrar en juego

El gobierno civil alertó asimismo de que clausuraría el Teatre Balear si los organizadores mantenían el espectáculo de las hermanas en su programación, una advertencia que, según publicó Fàbregues y recoge Canyelles, “corrió como reguero de pólvora por todo Palma: las sociedades, casinos, tertulias de café y particulares comentaron 'la feta'”. “El impacto de aquella medida no se hizo esperar y, manifestando su desacuerdo, los propietarios del Teatre Balear emitieron una queja formal al ministro de Gobernación y a toda una serie de autoridades políticas locales para protestar ante la decisión de Agustín de la Serna”, relata el investigador musical.

“Los firmantes, salvando el respeto debido, estiman una arbitrariedad el prohibir un número aceptado con aplausos de muchos teatros de la península. Aquí han trabajado seis noches aplaudidas con numeroso público. Numerosos análogos han figurado en demás teatros locales y en la actualidad, siendo justo aplicar a todos igual criterio”, ponía de manifiesto el escrito de los dueños del Teatre. La sanción llevó, incluso, a la ciudadanía a protestar en la que Fàbregues consideró “la más grande algarabía de la que, por primera vez en la historia mallorquina, debería haber constancia en las efemérides ciudadanas”.

Comienzan las protestas y la población se echa a las calles

Como relató el cronista, la sanción a las hermanas Vigné y al Teatre Balear marcó la primavera de 1912 en Palma. Los ciudadanos convocaron una manifestación cívica de protesta, si bien, para no alterar el orden público, las autoridades los emplazaron a llevarla a cabo en las azoteas, altillos, terrados y palomares de toda la ciudad. “Y, sin más, de ocho a nueve de la noche (...) pitos, trompetas; campanillas, panderos, platillos, matracas, tapaderas y vocerío ensordecieron y quebraron la calma palmesana del ayer: '¡Vivan las hermanas Vigné! ¡Abajo el señor gobernador! ¡Viva el cake walk! ¡Fuera el gobernador!'. Y así, con variantes, fueron proclamando las excelencias de las gemelas artistas, poniendo al pobre gobernador con ganas de meter en prisión a las exageradas denunciantes”, narraba Fàbregues.

Por su parte, La Almudaina, al informar sobre las protestas, relató cómo los manifestantes se habían echado a las calles para dirigirse a la sede del Gobierno Civil profiriendo gritos contra el gobernador. “Ocho guardias civiles a caballo a las órdenes de un teniente les salieron al encuentro, en la calle de la Unión, impidiéndoles que se aproximasen al Gobierno Civil. Como los manifestantes no se disolvían, el teniente coronel de la Benemérita dio orden de cargar contra los grupos: los guardias desenvainaron sus sables y lanzaron sus caballos sobre los manifestantes, los cuales se dispersaron”. Al lugar acudieron 16 efectivos más del Instituto Armado, quienes permanecieron “hasta primeras horas de la madrugada en la residencia del Gobernador”. Uno de los protestantes acabó detenido.

De ocho a nueve de la noche (...) pitos, trompetas; campanillas, panderos, platillos, matracas, tapaderas y vocerío ensordecieron y quebraron la calma palmesana del ayer: '¡Vivan las hermanas Vigné! ¡Abajo el señor gobernador! ¡Viva el cake walk!

El escándalo generado llegó a dividir a la población entre quienes defendían fervientemente la libertad que representaba el espectáculo de variedades de las gemelas y quienes lo rechazaban por los daños morales que podía provocar. Entre estos últimos se hallaban los maestros de la escuela del Patronato Obrero, varias autoridades del Ajuntament de Palma y el Centre de Defensa Social, encabezado entonces por Gabriel Massanet, quien en una carta de agradecimiento dirigida al gobernador abogaba, frente a los espectáculos “en pugna con los más elementales principios de moral y decoro públicos”, por “poner coto a este mal, cuya trascendencia en el orden moral social no es posible negar si no se tiene cegado el entendimiento por la codicia o la sensualidad”.

Triunfa la preservación de la moral

Y proseguía: “Mucho queda por hacer en el campo de la pública moralidad, pues de cada día se siente con mayor premura la necesidad de reprimir ese continuo escarnio a las buenas costumbres, y si no se le pone a tiempo el freno debido, la gangrena invadirá también la parte del cuerpo social que se conserva sana, debilitando el vigor de la raza y el sentimiento de familia y, por ende, el religioso, base y sostén de todas las virtudes públicas y privadas”.

Por su parte, la cofradía de las Hijas de Maria de Santa Eulàlia expresó también su apoyo a la cancelación de la obra: “No puede menos que aplaudir con enérgico entusiasmo la conducta de V. E. reprimiendo y castigando justamente la inmoralidad de espectáculos que se han presentado en teatros de esta católica ciudad. El pudor y la honestidad deben ser notas características de la mujer (...). Nuestra honestidad sufrió una ofensa con tales espectáculos difíciles de expresar y se alarmó al ver aplaudidos el descoco y la desvergüenza más inmorales por quienes debieran haber protestado de ellos”.

No puede menos que aplaudir con entusiasmo la conducta de V. E. reprimiendo y castigando justamente la inmoralidad de espectáculos que se han presentado en teatros de esta ciudad. El pudor y la honestidad deben ser notas características de la mujer

Los propietarios del Teatre Balear mantuvieron su firme defensa del espectáculo de las hermanas Vigné y lamentaban que los prejuicios escudados tras la moral cristiana hubieran puesto punto y final a un baile que había entusiasmado a gran parte de la ciudadanía. “Dejemos al tiempo que nos conceda mejor justicia y mientras tanto acepten gratitud cuantos nos han mostrado simpatía, que son legión, a causa del daño moral que se nos ha ocasionado, que es más de sentir y lamentar cuando, como sucede en esta ocasión, se trata de una persona que, no porque revista autoridad, hemos considerado siempre y seguimos estimando como caballero”.

Finalmente, como recuerda Canyelles, la noche del 6 de marzo de 1912, las hermanas Vigné abandonaron Mallorca a bordo del barco Jaume I: “Mientras eran despedidas por un buen número de seguidores, la sede del Gobierno Civil continuaba protegida por diversas parejas de guardias civiles a caballo, temiendo que el adiós forzoso de las artistas volviera a provocar unos altercados que, finalmente, no se produjeron. De nuevo, la preservación de la moral había triunfado sobre el arte”.