“Las pensiones de miseria tienen rostro de mujer”, rezaba una pancarta durante la manifestación llevada a cabo el pasado 15 de octubre en las calles de Madrid contra la brecha de género tanto en salarios como en las retribuciones por jubilación. Enfermeras, administrativas, cuidadoras, limpiadoras, psicólogas... El trabajo doméstico, que histórica y socialmente ha tenido nombre femenino, abarca un sinfín de labores cuyas protagonistas se ven en numerosas ocasiones abocadas a trabajar en la economía sumergida, expuestas a la vulnerabilidad, los abusos y a la ausencia absoluta de derechos.
Una de las afectadas es Beatriz -nombre ficticio-, integrante de la Plataforma por la Convivencia en Eivissa. La veterana activista arremete contra la situación en la que se hallan cientos de mujeres, sobre todo migrantes, que se ven obligadas a trabajar en negro para salir adelante, lo que les impide acceder a la jubilación, mientras que las que reciben una pensión no contributiva por no haber cotizado los años necesarios para ello “cobran una miseria”. “No puede ser que alguien haya trabajado toda la vida y luego tenga que subsistir con menos de 500 euros”, recrimina.
Beatriz, de origen uruguayo, llegó a Eivissa en los años noventa y, entre otros trabajos, limpió en casas y cuidó de niños y ancianos sin alta en la Seguridad Social hasta que logró obtener la residencia -y aun con el permiso, afirma, “no te lo ponen nada fácil”-. Explica que, como ella, “muchas migrantes llegan para trabajar aquí y durante mucho tiempo tienen que trabajar en negro”. Y a ello se suma, abunda, el hecho de que deben aguardar tres años para poder obtener el permiso de residencia: “Tres años sin poder cotizar y trabajando como se pueda”, añade.
“Cuando no tienes papeles puedes conseguir trabajo, pero ¿a costa de qué condiciones?”, lamenta la activista, quien relata que conoce a mujeres que “están trabajando en una casa familiar a tiempo completo, viven ahí, trabajan las 24 horas y les pagan una miseria, sin saber cuándo podrán conseguir que alguien les haga un contrato”. Asimismo, señala que otra de las dificultades a las que se enfrentan es la del empadronamiento, esencial para obtener la residencia o acceder a determinadas prestaciones sociales. “Los dueños de una vivienda que alquilen una habitación no los quieren empadronar porque estarían obligados a cumplir con la legalidad y pagar a Hacienda. En problema grave al que se suma, en Balears, el problema de falta de vivienda”, abunda Beatriz.
Las mujeres que están trabajando en una casa familiar a tiempo completo, viven ahí, trabajan las 24 horas y les pagan una miseria, sin saber cuándo podrán conseguir que alguien les haga un contrato
Precisamente, el Parlament aprobó el pasado 18 de octubre una iniciativa de Podem para que las mujeres que cobran una pensión no contributiva reciban un complemento por brecha de género como reconocimiento al trabajo realizado como amas de casa y de cuidado del hogar. Mediante esta medida, la formación plantea extender el Complemento por la Reducción de la Brecha de Género -en la actualidad solo aplicable en las pensiones contributivas- a las no contributivas.
Trabajos feminizados y peor pagados
“Las mujeres cobran una pensión más baja que los hombres y representan el 77% de las personas que cobran pensiones no contributivas porque han tenido trabajos peor pagados: son los trabajos feminizados y todos sabemos cuáles son; porque las mujeres somos las que más nos acogemos a una jornada laboral parcial para cuidar de familiares e hijos e hijas y porque somos las que más renunciamos a nuestra carrera profesional cuando tenemos otras personas a nuestro cargo”, apunta, por su parte, la vicepresidenta de la Cámara autonómica y diputada de Podem, Gloria Santiago.
La propuesta de la formación apunta, además, a la necesidad de incrementar dicho complemento de manera progresiva con el objetivo de reducir la brecha por debajo del 10% para el año 2030. Por otro lado, insta al Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones a aumentar y mejorar la información sobre este complemento, puesto que, asevera, solo un 4% de las mujeres que cobran pensiones no contributivas en España se acoge a él. “Hay motivos suficientes para aprobar esta iniciativa porque mirar al futuro no es solamente mirar hacia delante, también hay que mirar alrededor”, ha explicado Santiago.
En concreto, como dispone el Decreto-ley que regula este complemento, su objetivo pasa por “reparar el perjuicio que han sufrido a lo largo de su carrera profesional las mujeres por asumir un papel principal en la tarea de los cuidados de los hijos que se proyecta en el ámbito de las pensiones”, dejando, además, la puerta abierta a que aquellos padres que acrediten un perjuicio en su carrera de cotización con ocasión del nacimiento o adopción de un hijo por la asunción de esas tareas de cuidados tengan también acceso al complemento.
Discriminación histórica y estructural
“No es exagerado afirmar que la brecha de género constituye la principal insuficiencia en la acción protectora de la Seguridad Social en el ámbito de las pensiones como reflejo de una discriminación histórica y estructural de las mujeres en el mercado de trabajo por la asunción del rol de cuidadoras de los hijos e hijas”, señala el texto, que añade, en este sentido, que la maternidad afecta decisivamente a la trayectoria laboral de la mujer en su etapa en activo y “es esta una, si no la más importante, causa de esa brecha: cuanto mayor es el número de hijos, menor es el número de años cotizados, menor es la proporción de contratos a tiempo completo o equivalente, y menor es, en última instancia, la pensión reconocida”.
En su Proposición No de Ley, aprobada con la abstención de PP y Cs y el voto en contra de Vox, Podem asevera que, con independencia de su empleo y categoría profesional, las mujeres trabajan menos horas anuales y realizan más interrupciones en su vida laboral, por lo que “sus ingresos anuales son inferiores a los de los hombres, tanto por la falta horas trabajadas como por la pérdida de acceso a mejoras salariales por antigüedad”. Algo que, alega la formación, “no es una decisión personal, sino que se deriva de la mayor carga de trabajo doméstico que asumen”: mientras que las mujeres con hijos y pareja dedican unas 35 horas semanales a las tareas domésticas, los hombres con hijos y pareja sólo dedican veinte; e, incluso sin hijos, las mujeres con pareja dedican unas 16 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidados mientras que los hombres con pareja dedican siete, las mujeres solteras, trece, y los hombres solteros, diez.
Con todo, desde Podem subrayan que todos estos problemas son “aún más graves en el caso de las mujeres mayores que vivieron en una época en la que los estereotipos y la discriminación eran más habituales”. Por ello, confían en que, en los próximos años, las medidas puestas en marcha reduzcan la brecha de género en el mercado laboral y que lo hagan también entre las personas que cobran una pensión. “Hasta que no llegue ese momento, sin embargo, la sociedad tiene una deuda con todas aquellas mujeres que, por estar cuidando de los hogares y familiares, tuvieron una baja participación en el mercado laboral y actualmente disponen de pensiones que son de media un 50% inferiores a las de los hombres”, sentencian.