La lagartija de Eivissa y Formentera (Podarcis pityusensis), de la cual existen unas cuarenta subespecies en las Pitiüses, no solamente es el único vertebrado autóctono de las islas, sino que constituye una especie endémica de estos dos pequeños territorios del archipiélago balear. Devorada desde hace años por serpientes introducidas artificialmente, se encuentra recogida en la Lista Roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), con la clasificación de “casi amenazada” y “en peligro”, así como en el Catálogo Balear de Especies Amenazadas y de Especial Protección, que junto a la lagartija balear (la Podarcis lilfordi se puede encontrar en islotes aislados como sa Dragonera o el archipiélago de Cabrera), está clasificada como “vulnerable”.
Se cree que las serpientes –que entraron a las islas desde la Península a través de los olivos– fueron detectadas por primera vez en Eivissa hacia el año 2003, pero no fue hasta 2010 cuando se publicaron los primeros estudios científicos sólidos que certificaron su asentamiento en la isla. En 2014, la Conselleria de Medio Ambiente del Govern, a través del Consorci de Recuperació de la Fauna de Balears (COFIB), empezó a tener resultados propios. “Cerca del 30% de las intervenciones contra especies invasoras que hizo el COFIB de Eivissa en 2015 fueron única y exclusivamente debido a las serpientes. Esto es un porcentaje abrumador”, explica a elDiario.es Antònia Maria Cirer, catedrática de Ciencias Biológicas que lleva estudiando la lagartija ibicenca desde hace más de cuatro décadas.
No ha sido hasta hace unos días que las Illes Balears cuentan con una herramienta propia para impedir la entrada de los ofidios en las islas. El pasado jueves entró en vigor el Decreto-Ley 1/2023, de 30 de enero, de medidas extraordinarias y urgentes para la protección de la lagartija pitiusa y la lagartija balear y para la prevención y lucha contra las culebras, en sentido amplio. “La ley está muy bien, pero debería haber entrado en vigor en 2015”, considera Cirer. El problema es que, según la investigadora, conseguir la erradicación de las serpientes, en estos momentos, exige grandes esfuerzos económicos y personales.
Sanciones de hasta 500.000 euros
La normativa –que contempla sanciones de hasta 500.000 euros para los infractores, en función de su gravedad– limita la entrada de olivos, algarrobos y encinas de más de cuarenta centímetros de perímetro de tronco durante los meses en los cuales se produce la puesta de huevos hasta la eclosión de las especies de ofidios y su periodo de hibernación. “Son precisamente estos árboles, con un diámetro superior de cuarenta centímetros, los que tienen cavidades internas en las que puede haber huevos de serpiente que a su llegada a las islas por la vía marítima eclosionan”, explica a elDiario.es Miquel Mir, conseller de Medio Ambiente del Govern.
Estos árboles, con un diámetro superior de cuarenta centímetros, tienen cavidades internas en las que puede haber huevos de serpiente que a su llegada a las islas por la vía marítima eclosionan
Por tanto, estos árboles podrán entrar sin restricciones entre el 1 de abril y el 15 de junio y entre el 15 de septiembre y el 15 de octubre. Excepcionalmente, podrán entrar fuera de este periodo previa autorización de la Conselleria de Medio Ambiente, con el requisito de realizar una cuarentena en un recinto impermeable al paso de las serpientes y acreditando que se han adoptado “las medidas de control y bioseguridad para evitar la introducción de los ofidios en las Illes Balears”.
Además, los viveros, establecimientos comerciales o entidades y particulares que vendan, hagan acopio o distribuyan árboles ornamentales con las características que especifica la normativa deberán colocar trampas en sus recintos, al menos, entre el 1 de abril y el 30 de octubre. Sobre los viveros, Cirer indica que son, en buena medida, “responsables del grave problema” actual. “Fueron los primeros en detectar, ver y consentir que las serpientes salían de los árboles que tenían en sus instalaciones. Frecuentemente, sin avisar de lo que estaba pasando, o bien mirando hacia otro lado”, asevera.
Los viveros son responsables del problema. Fueron los primeros en detectar, ver y consentir que las serpientes salían de los árboles que tenían en sus instalaciones. Frecuentemente, sin avisar de lo que estaba pasando, o bien mirando hacia otro lado
Pese a que la Comunitat Autònoma es la responsable de garantizar la protección medioambiental, ni las competencias en la gestión de puertos y aeropuertos ni las relativas al libre mercado (libre circulación de mercancías) lo son. Esto, según Mir, convertía la resolución del problema en algo “muy complejo” a nivel jurídico. “Se le pidió por activa y por pasiva al Ministerio de Transición Ecológica que aprobara una norma que permitiera a las Comunidades Autónomas actuar. He insistido mucho, pero el esfuerzo ha sido en vano. Creo que el Ministerio no ha estado a la altura, ni con Balears ni con Canarias, las dos comunidades que, en este sentido, más problemas tienen”, critica Mir. El conseller de Medio Ambiente se defiende de las críticas de quienes le afean no haber actuado antes argumentando que llevan dos legislaturas trabajando para atajar la amenaza de los ofidios en territorio balear, pero que no han encontrado hasta este momento la fórmula jurídica adecuada.
El Ministerio de Transición Ecológica aprobó, el 26 de julio de 2018, la Estrategia de gestión, control y posible erradicación de ofidios invasores en Canarias y Balears, un documento que ya establecía medidas de actuación para hacer frente a la problemática en los territorios insulares. Entre ellas, establecer una normativa de bioseguridad “en el comercio de ofidios y de sus vías de introducción ambiental”, lo que incluye “inspecciones, cuarentenas y protocolos de importación y exportación”. La publicación también advierte de la necesidad de aplicar estrategias más eficaces para evitar “costes derivados de las actuaciones que supone el control de una especie exótica invasora”, llevando a cabo tareas de prevención a su llegada y expansión en lugares donde todavía no está asentada.
En cualquier caso, Balears ya dispone de una herramienta legislativa para impedir la entrada de serpientes en las islas. Sin embargo, la población de esta especie, especialmente en Eivissa, está muy asentada. Una de las maneras de cazarlas es mediante la colocación de trampas. En la mayor de las Pitiüses, que cuenta con siete técnicos del COFIB, se han colocado 1.246 trampas en 2022; mientras que en Formentera, que cuenta con dos técnicos, se han colocado 394 trampas.
Cirer calcula que en Eivissa hay, además, unas mil trampas más que tienen colocadas los ibicencos en sus casas de campo. La experta, que promueve la plataforma de voluntarios y voluntarias SOS Sargantanes –integrada en el Institut d’Estudis Eivissencs (IEE)–, cree que las instituciones públicas tienen que hacer mayores esfuerzos para distribuir trampas “a tantas personas voluntarias como se puedan cuidar de ellas”. “Lo primero que había que hacer era cerrar la puerta de entrada. Ya la tenemos cerrada. Pero las serpientes las tenemos dentro: nacen, viven, crían y mueren en Eivissa: desarrollan su ciclo biológico completo. Mientras tanto, nos destrozan los ecosistemas”, lamenta Cirer.
Cirer asegura que la población de serpientes está muy extendida en la isla –habiendo llegado incluso al Parc Natural de ses Salines–, excepto en una zona que comprende parte de Sant Josep de sa Talaia y Sant Antoni de Portmany y algunas áreas de costa. Para proteger a la lagartija ibicenca –además del trabajo que ya hacen los técnicos del COFIB y los particulares en sus casas–, la experta propone colocar refugios, que funcionen a modo de barreras anti serpientes, en aquellas zonas donde todavía no han llegado. Pone como ejemplos el área de Portinatx des Rei (municipio de Sant Joan de Labritja, en el norte de la isla) y zonas de Es Jondal, el yacimiento fenicio de sa Caleta y Cap des Falcó (municipio de Sant Josep de sa Talaia, relativamente cercanas al Parc Natural de ses Salines).
Barreras anti serpientes
“Hay que acotar zonas del territorio para que las sargantanes queden preservadas mediante barreras que impidan la entrada de serpientes”, propone la investigadora. Para justificar su argumento, explica que los ofidios están creciendo de manera exponencial y, aunque es probable que la curva se doblegue antes o después –cuando la población de serpientes haya llegado a su equilibrio–, en ese momento, las lagartijas ya se habrían extinguido.
La Conselleria de Medio Ambiente considera esta propuesta de difícil ejecución –según la versión de Cirer–, ya que los técnicos del COFIB supuestamente creerían que estas barreras impedirían el intercambio faunístico, lo cual obligaría a modificar varias figuras legislativas. “Creo que es una cuestión de voluntad política. Hay que tener en cuenta que la situación que vivimos es de excepcionalidad. Deberíamos determinar cuatro o cinco puntos de la costa para preservar las sargantanes, que además beneficiaría también a las aves marinas. Las serpientes también las acabarán dañando”, asegura la científica. Una medida que, concluye Cirer, puede ir acompañada de otras, como el adiestramiento de perros, que ya están llevando a cabo habitantes de las zonas rurales para que aprendan a atacar a las serpientes.
Desde 2016 se han capturado unas 12.000 serpientes, según datos de la Conselleria de Medio Ambiente. En 2022, se registraron 2.710 capturas en Eivissa –más del doble de las que tuvieron lugar en 2021– y 664 en Formentera. Sin embargo, el número de capturas es mayor. El informe de la campaña de 2022 de SOS Sargantanes, elaborado Antònia Maria Cirer, recoge los datos a partir de la colaboración de 158 voluntarios de la plataforma. Según este informe, los voluntarios capturaron un total de 1.117 serpientes, pero solo un 20% de las mismas (227) fueron informadas a las instituciones públicas.
En su exposición de motivos, la ley explica que la introducción de especies invasoras se produce debido al incremento del comercio, las comunicaciones y el turismo, que facilitan “la entrada intencionada o accidental de numerosas especies de animales y de plantas alóctonas”. Un fenómeno que se agrava en hábitats y ecosistemas “especialmente vulnerables” como es el caso de los territorios insulares del archipiélago balear. Hasta ahora, se han detectado ejemplares de serpiente blanca (Zamenis scalaris), serpiente de herradura (Hemorrhois hippocrepis) y serpiente verde (Malpolon monspessulanus). Son las dos primeras las que amenazan con extinguir a la lagartija pitiusa, una de las especies más emblemáticas y características de Eivissa y Formentera.