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A apenas 65 metros de la orilla, un pecio tardorromano yace bajo las aguas de la hoy turística bahía de Palma. Cargado con casi 300 ánforas –cuyas inscripciones se han convertido en un caso único en el Mediterráneo– para el transporte de salsas de pescado fermentado o garum, aceite, vino y fruta conservada en arrope, el barco, que reposa a tan solo dos metros y medio de profundidad cerca de la conocida como marisma de Ses Fontanelles, ha sido testigo privilegiado de la profunda transformación de la costa de Mallorca y de la presión que, durante siglos, piratas y corsarios ejercieron sobre la isla. Ahora, una moneda del año 320 d. C. hallada en la carlinga de la nave ha despejado cualquier incertidumbre que pudiera albergarse sobre la datación del buque.
Los restos del naufragio fueron descubiertos en 2019, cuando un buceador que frecuentaba la zona se topó de forma fortuita con ellos. De inmediato, el nadador dio cuenta del yacimiento a las autoridades, que procedieron a una primera intervención arqueológica de urgencia. Durante la misma verificaron el notable grado de conservación de la arquitectura naval del barco y de su cargamento. Desde entonces, el pecio se ha mantenido inalterable en el fondo del mar y, en los próximos meses, está prevista su extracción y depósito provisional en el espacio museístico del castillo de Sant Carles. Allí se construirá una piscina en la que, durante 18 meses, se llevará a cabo la labor de desalinización para su posterior conservación.
El hallazgo ha supuesto para los investigadores un revulsivo y una oportunidad histórica para ahondar en las profundas transformaciones que experimentó el Imperio Romano en el siglo IV, pero también para desentrañar con mayor nitidez qué posición ocuparon las Balears después de que las tropas romanas de Cecilio Metelo irrumpiesen en ellas en el año 123 a. C., así como para indagar en el papel clave que las islas jugaron en la conectividad mediterránea durante la época romana.
El hecho de que la embarcación, de doce metros de eslora y seis metros de manga, aflorase “a apenas 65 metros de la costa de la playa más turística de Palma y a dos metros y medio de profundidad” es un hecho que ha asombrado a quienes participan en descifrar los secretos de la nave. Así lo señala Miguel Ángel Cau, uno de los codirectores de Arqueomallornauta, el proyecto que, con la intervención del Consell de Mallorca, Ports de les Illes Balears y las universidades de Barcelona (UB), Cádiz (UCA) y las Illes Balears (UIB), se vuelca en la excavación, recuperación y puesta en valor del pecio de Ses Fontanelles. Oculta durante siglos bajo una gruesa capa de sedimentos, la nave se dejó ver por primera vez después de que una fuerte tormenta removiera el fondo marino.
En declaraciones a elDiario.es, Cau, profesor de investigación de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA) y director del Instituto de Arqueología de la Universidad de Barcelona, señala que el cambio climático está propiciando que se desaten tormentas “mucho más virulentas” que antes y afloren pecios que “se encontraban muy enterrados y ahora salen a la luz”. Así sucedió en el verano de 2019 frente a la playa de Can Pastilla, en la Bahía de Palma: “La tormenta y el mar acabaron sacándolo del fondo”.
El barco, “un compendio de la evolución”
La propia conservación del buque ha dejado sin aliento a los investigadores: “El barco es una especie de compendio de la evolución económica, social y religiosa que en esa época estaba a punto de producirse en el conjunto del mundo romano”, subraya, por su parte, Enrique García Riaza, otro de los codirectores del proyecto. El investigador recuerda cómo en el siglo IV comienzan a registrarse “enormes cambios ideológicos y religiosos” y el pecio de Ses Fontanelles es una manifestación de esas transformaciones, como el hecho excepcional de que entre los restos hayan sido hallados elementos de simbología pagana y otros relacionados con la religión cristiana.
El barco es una especie de compendio de la evolución económica, social y religiosa que a mediados del siglo IV estaba a punto de producirse en el conjunto del mundo romano, como el hecho excepcional de que entre los restos haya elementos paganos y cristianos
Entre tales objetos alude a la aparición de una lucerna con la representación de una divinidad clásica, la diosa Diana, mientras en las tapas de las ánforas figura ya un símbolo cristiano como el Crismón, anagrama del nombre de Cristo en griego. “Coexisten esos dos mundos, y esos dos mundos estaban también coexistiendo en el archipiélago balear, donde pocas décadas después del hundimiento del barco podemos encontrar la primera presencia cristiana en en Mallorca, como la Basílica paleocristiana de Portocristo”, explica.
El historiador recuerda, asimismo, que en esa misma etapa se constituiría La Baleárica (o Balleraica) como provincia independiente del Bajo Imperio romano, en época de Constantino I y Constantino II. “Para las islas es un momento importante”, abunda García Riaza, quien señala que uno de los sectores económicos más destacados en el archipiélago a mediados del siglo IV era la producción de púrpura, un costoso y preciado tinte que se utilizaba, entre otros, para teñir el manto del emperador. No en vano, la Notitia Dignitatum –documento de la cancillería imperial romana– ya informaba en la época de la creación de un centro productor en Balears con sede en Ebusus, la actual Eivissa.
Con el hallazgo de la moneda en la parte inferior del mástil, los investigadores han podido corroborar científicamente las hipótesis que manejaban acerca de la fecha en que el buque se desmoronó bajo las aguas, tal como explica el también integrante del Grupo de Investigación Civitas de la UIB. “Es la primera vez que tenemos un dato objetivo, tangible, acerca de la cronología del barco. Los análisis de numismática nos permiten conocer con una precisión muy grande el año concreto en que una moneda fue acuñada y, a partir de ese momento, ya sabemos que un suceso tuvo lugar con posterioridad a ese año, nunca antes. Y esto es la ciencia”. En concreto, la pieza fue acuñada en la ciudad de Siscia (actual Sisak, Croacia) y, de acuerdo con las investigaciones, podría pertenecer al emperador Constantino (307–337 d. C.) o a Licinio I (307–324 d. C.), quienes, en el año 313 d. C., promulgaron el edicto de Milán de tolerancia religiosa por el que el cristianismo dejaba de ser perseguido.
Una cápsula del tiempo
“El naufragio de Ses Fontanelles es una cápsula del tiempo que permite aproximarse al comercio en los siglos III y IV d. C., una época todavía muy poco conocida en el Mediterráneo Occidental”, apunta, por su parte, Darío Bernal, también codirector de Arqueomallornauta. Como abunda el catedrático de Arqueología en la Universidad de Cádiz, las ánforas “tienen un potencial científico incalculable como documento histórico, lo que permitirá en los próximos años situar Mallorca en un lugar privilegiado en los debates académicos y científicos sobre la economía y el comercio romano”.
Las ánforas tienen un potencial científico incalculable como documento histórico, lo que permitirá en los próximos años situar Mallorca en un lugar privilegiado de los debates académicos y científicos sobre la economía y el comercio romano
La posición geoestratégica de las islas dentro de las rutas mediterráneas de navegación y de comercio en la Antigüedad provocó que sus aguas fuesen surcadas por numerosas embarcaciones dirigidas a las islas o en ruta a otros destinos, algunas de las cuales encontraron su final fruto de las adversidades meteorológicas u otras vicisitudes como documentan los investigadores, además del propio García Riaza, Jaume Cardell, Antonia Soler, Alexandre Font, Piero Berni, Darío Casal–Casasola, Miguel Ángel Cau y Sebastià Munar. En su estudio El singular conjunto de 'tituli picti' del pecio de Ses Fontanelles y su contribución a la epigrafía anfórica tardorromana hispánica, elaborado a raíz del hallazgo de la embarcación, subrayan que la condición insular y la particular ubicación del archipiélago explican que se trate de un ámbito geográfico especialmente rico en pecios, con una cronología que abarca desde la Antigüedad hasta la actualidad.
Los tituli picti, la colección más completa jamás hallada en España
Sin embargo, hay algo insólito en este caso. Entre otros aspectos, destacan las inscripciones (o tituli picti) que presentan las ánforas, en su mayoría del tipo Almagro 51C –propias de salazones y salsas de pescado–, en lo que consideran un hallazgo excepcional dado su elevado número y el tipo de escritura marcada en ellas. Entre otros trabajos, los arqueólogos comenzaron a analizar la paleografía de las vasijas con otros rótulos anfóricos y documentos epigráficos en general, asociándolos a su contenido, y pusieron en relación los datos del cargamento con los de otros pecios imperiales. “Al ser cuantitativamente el corpus de epigrafía anfórica pintada más importante de Hispania, el pecio se revela como una pieza clave para poder comprender con mayor nitidez la historia socioeconómica del siglo IV d. C.”, aseguran en su estudio.
El resto de ánforas servían para el transporte de aceite (imitaciones inspiradas en las Dressel 23 béticas, representativas del periodo bajoimperial) y, en menor medida, de vino/vinagre o productos derivados de la uva —mostos reducidos térmicamente, conocidos como defrutum o sapa en la Antigüedad— y/o frutos conservados en estos productos, envasados en ánforas de fondo plano. En este aspecto, Hispania mantuvo una agricultura intensiva sostenida fundamentalmente en dos recursos alimenticios básicos: el aceite y el trigo. Roma potenció las fases de producción y distribución y organizó su comercialización a gran escala. El aceite, producido en la Bética y controlado por el emperador, se exportó a Roma y a toda Europa, Asia Menor y la India.
Los investigadores señalan que algunas de las ánforas encontradas en el barco de Ses Fontanelles presentaban diversas rozaduras por contacto en la bodega del barco, lo que revelaría que las mismas sufrieron oscilaciones, sin llegar a fracturarse, durante el transporte o la zozobra de la nave. Del mismo modo, también han localizado piezas arqueológicas inusuales como un taladro de arco utilizado en su día por el maestro de ribera para reparar la embarcación. Es, de hecho, el primero de su género que se ha encontrado en España y uno de los pocos que se conservan en todo el mundo. Los investigadores también han hallado dos zapatos (uno de esparto y uno de cuero), junto con restos de la cabullería (cabos y cuerdas) de la embarcación y vestigios orgánicos de diferente naturaleza.
El origen del barco, otro dato excepcional
Otro de los aspectos que han llamado la atención de los arqueólogos es el origen geográfico de la nave, del entorno de Carthago Spartaria (en la actual Cartagena), que la convierten en el primer pecio romano conocido con cargamento de esta región naufragado en aguas del Mediterráneo. “Teníamos que situar el barco en su contexto histórico y las investigaciones nos han permitido determinar que se trata de un elemento muy singular. Es la primera vez que se encuentra un barco con tal cargamento procedente de la zona de Cartagena y su entorno, y eso aporta datos no tan solo a lo que es propiamente la historia, sino a todo el comercio en general”, señala a elDiario.es el jefe del Servicio de Arqueología del Consell de Mallorca, Jaume Cardell, quien incide en que se trata de una época de la que hay “muy pocos datos”.
Teníamos que situar la nave en su contexto histórico y las investigaciones nos han permitido determinar que se trata de un elemento muy singular. Es la primera vez que se encuentra un barco con tal cargamento procedente de la zona de Cartagena, y eso aporta datos no tan sólo a lo que es propiamente la historia, sino a todo el comercio en general
Los análisis mineropetrográficos realizados sobre las pastas cerámicas de las ánforas apuntan así a Carthago Spartaria, donde, como ya puso de manifiesto la investigadora María del Carmen Berrocal, se conocen algunos alfares que manufacturan este tipo de formas, especialmente en la microrregión de Mazarrón. Los arqueólogos e historiadores subrayan que se trata de un aspecto relevante para la economía hispanorromana, ya que, hasta el hallazgo del pecio de Ses Fontanelles, no se conocía la potencialidad exportadora de la costa de la Carthaginensis.
Sin embargo, mientras el lugar desde el que partió el buque ha podido ser precisado, la incertidumbre se cierne sobre su destino. “Sabemos que recaló en la Bahía de Palma, pero no si ese cargamento estaba pendiente de ser descargado para ser después comercializado en el resto de ciudades de la isla, o si el barco realizó escala para avituallarse de alimentos y de agua y así continuar una ruta hacia otro destino”, explica García Riaza. Además, añade que “hay que tener en cuenta que lo que nosotros intentamos es reconstruir las piezas de un puzle, pero en ese puzle faltan algunas piezas que de momento no podemos aclarar”.
Con todo, el investigador subraya que el barco de Ses Fontanelles se ha convertido en un referente para poder comprender mejor otros hallazgos en otros lugares del Mediterráneo, así como en un ejemplo para concienciar a la sociedad sobre la importancia de respetar el patrimonio arqueológico. “La persona que encontró los primeros restos del barco lo comunicó inmediatamente a las autoridades. El problema se presenta cuando alguien expolia un yacimiento: si alguien se lleva un ánfora o una moneda, no solamente nos está quitando el valor material del ánfora o de la moneda. Lo que nos está quitando es lo más precioso, que es la información”, concluye.