Silvia Federici (Parma, Italia, 1942) es la Madonna de las feministas. Profesora, activista incansable y pensadora referente del movimiento feminista, Federici lleva una vida analizando el capitalismo y el trabajo reproductivo, siempre desde una perspectiva feminista y de derechos de los pueblos. Contraria a las posturas abolicionistas de la prostitución, a las que considera “moralistas y un gran peligro”, defiende la necesidad de construir otros modelos de justicia no punitivista. Ha estado en Es Baluard Museu de Palma para presentar su poemario e impartir una conferencia en la que ha defendido que “el movimiento feminista está en una posición privilegiada para construir una sociedad alternativa porque es quien más conoce la necesidad de valorizar la vida”.
Ha presentado ‘Yuyu, flores y poemas’, una recopilación de versos y acuarelas, con Begonia Santa-Cecilia.
Sí. Para mí la poesía es una continuación del discurso que he hecho durante muchos años: ensayos, investigación histórica, manifiestos feministas... Pero con un lenguaje diferente, que moviliza la imaginación y las emociones. Desde adolescente siempre he traducido momentos de gran emoción en poemas, al final del libro se han incluido algunos, de hecho. Es una cosa casi fisiológica, una necesidad, como el cantar. La necesidad de explicar algo que no se puede traducir en una escritura ensayista. ¡Nunca había pensado que los publicaría! Pero con Begonia Santa-Cecilia nos empezamos a corresponder con mis poemas y sus acuarelas y finalmente ha surgido este libro.
En ‘Calibán y la bruja’ documentó la caza de brujas sucedida entre los siglos XV y XVII. ¿Quiénes son hoy las brujas?
El concepto de bruja se puede usar en un sentido muy amplio para referirnos a mujeres subversivas. Debemos no olvidar que hoy hay una nueva caza de brujas. Hay nuevas persecuciones de mujeres en muchos países… en parte de la India, África, Asia y también América Latina. Una caza de brujas en la que miles y miles de mujeres han sido ejecutadas y que surge del gran desplazamiento social producido por los cambios que ha generado la globalización y la expansión de las relaciones capitalistas en el mundo. Un capitalismo que despoja a miles de personas, intensifica los conflictos sociales y las primeras víctimas del cual son las mujeres. Mujeres mayores, mujeres que dejan de ser vistas como productivas, que son muchas veces sentidas como un cargo para la comunidad. Y son los intereses institucionales, económicos, de compañías y corporaciones en poner fin a los regímenes comunales de la tierra lo que muchas veces fomenta esta caza de brujas.
Estos días en Palma también ha impartido la conferencia 'Feminismos, reproducción social y lucha por los comunes'. ¿Qué quiere decir cuando afirma que la reproducción social es ahora el terreno de lucha contra la explotación del trabajo, la destrucción ecológica y la desigualdad social?
Creo que hoy cualquier tipo de la lucha tiene dos aspectos fundamentales. Uno es el de la resistencia, el decir no, la protesta. Pero el decir no no es suficiente. No vamos a cambiar el mundo solamente oponiéndonos. Necesitamos construir otra sociedad. La oposición debe ir acompañada cada día por un proceso de construcción y reconstrucción de todas las formas de producción de la vida. Y el movimiento feminista está una posición privilegiada para hacerlo, porque es el que más directamente e intensamente conoce la necesidad de valorizar la vida y de crear una sociedad donde el fin no sea el enriquecimiento, sino el bien común.
Una sociedad que esté fundada sobre el acceso general a los recursos y a la riqueza que producimos y sobre la cooperación social en cualquier aspecto de la vida. Que cree, y esto más que un fin es una condición de lucha, relaciones más comunitarias. Reconstruir el tejido social, que en muchos países ha sido destruido por parte del neoliberalismo, que nos separa y nos aísla. Porque las mujeres hemos estado siempre aisladas en el proceso de la reproducción. Nos hemos sentido muy derrotadas y sin esperanza. Pero cuando empezamos a juntarnos y a participar del movimiento feminista, a comunizar nuestro sufrimiento, conocimiento, experiencia… se crea una infraestructura que nos da la fuerza para continuar, que nos hace comprender por qué luchamos, que nos da un poco de felicidad. Porque cuando estás sola en tu casa ya no puedes imaginar, la imaginación se corta. Cuando sabes que no estás sola enfrentándote a tus problemas es una cosa muy diferente.
De hecho, usted defiende que el capitalismo se sostiene sobre la base de este trabajo reproductivo aislado de las mujeres. ¿Cómo construimos una sociedad de cuidados?
Crear una sociedad de cuidados es luchar contra esa falsa dicotomía que ha creado el capitalismo separando la esfera privada de la pública, el trabajo asalariado con el no asalariado, hombres para el trabajo productivo y mujeres para el reproductivo. Mujeres y niños y niñas, hoy la infancia trabaja muchísimo. Crear una sociedad de cuidados es una lucha para revalorizar y poner la vida en el centro. Valorarla porque en esta sociedad la vida está completamente desvalorizada e invisibilizada y para nosotras el trabajo reproductivo ha sido una ventana para comprender cual era la lógica del sistema. Empezando por las izquierdas, donde las mujeres siempre han tenido un papel y una función de apoyo a la lucha de los hombres.
Los feminismos son plurales, no hay uno. Hay también un feminismo neoliberal, un feminismo institucional, el que ha sido promovido por las Naciones Unidas, pero los feminismos que persiguen un cambio social han comprendido que la reproducción es el terreno más amplio. Por eso estaría muy bien que los sindicatos se preocupasen no solamente de las horas de trabajo y de salario, sino que también se interesasen por qué vamos a producir o por si lo que producimos hace daño a la gente o es útil.
En el Estado español el avance del movimiento feminista ha permitido la aprobación de nuevas leyes como la de garantía integral de la libertad sexual. ¿Qué opinión le merece el debate generado con la reducción de penas?
Al inicio del movimiento feminista, muchas feministas pedían más puniciones porque era la forma de valorizar la vida de las mujeres, porque la violencia machista no era considerada un crimen. Fue el movimiento feminista quien consiguió establecer que sí lo era. Pero las mujeres hemos comprendido que, en realidad, todo ese punitivismo golpeará siempre a los más vulnerables. En los Estados Unidos, por ejemplo, es la población de color, negra, los inmigrantes… la más sujeta a punitivismo, racismo, encarcelamiento. Por eso hay toda una movilización abolicionista, con Angela Davis y otras feministas, de la policía, de las cárceles… En el movimiento feminista hay todo un pensamiento y una práctica de justicia restaurativa, una forma de justicia que han usado históricamente los movimientos indígenas, que no tiene prisiones y que intenta comprender cuáles son las raíces de los crímenes. Una justicia que para nosotras es una inspiración. Una justicia transformativa, que intenta recuperar.
Además, hay tanta violencia individual porque hay instituciones que en realidad la permiten. El problema es que, como dijeron las compañeras chilenas al Estado, “¡el violador eres tú!”. Necesitamos una política institucional diferente a todos los niveles: económico, político, militar. Por ejemplo, la inversión continua en la guerra, en las armas… relanza una masculinidad muy agresiva. No se puede hacer esto sin influenciar los modelos culturales personales. Dejemos de construir cárceles dónde van migrantes, negros, los más vulnerables. Cambiemos el mensaje general: la violencia estatal primero. Porque si vamos a eliminar la violencia debemos redefinir también lo que entendemos por violencia. Porque es violencia cuando se corta la capacidad de vivir, cuando se corta la inversión de la sanidad, de la escuela… La violencia económica también es violencia.
No ha sido la única ley con contestación. ¿Qué opina de los discursos contrarios a los derechos de las personas trans?
Me parece que todas las disidencias sexuales están conectadas con el cambio que necesitamos producir en esta sociedad. No pienso que podamos cambiar el mundo basándonos o continuando la exclusión que ha producido esta sociedad. Recientemente he leído un artículo en el que se acusaba al movimiento feminista de los años 70 de ser esencialista, de ser clasista, de no preocuparse de la disidencia sexual. No es mi experiencia. No lo es.
El movimiento feminista de los años 70 ha sido importante, por ejemplo, por dar voz a la lucha de las trabajadoras del sexo. No es un accidente que, en 1975 en Lyon, Francia, la ocupación de una iglesia por parte de trabajadoras del sexo terminase en un movimiento a nivel europeo. Se dio porque hubo un movimiento feminista que estaba haciendo toda una crítica a la heteronormatividad, al matrimonio, a lo que ha significado la sexualidad de las mujeres… a todo esto. Y también el movimiento de lesbianas, de gays, han recibido un gran impulso del feminismo. Sale del feminismo. No es una novedad de los años 90 o del presente. Existe una continuidad entre la política del movimiento feminista y los nuevos movimientos de la disidencia sexual.
Lo comentaba ahora, hablemos de otros derechos. El Congreso de los Diputados ha admitido a trámite la ley abolicionista de la prostitución presentada por el Partido Socialista…
El abolicionismo me parece un gran peligro y soy muy contraria. Siempre me peleo con las compañeras feministas que son abolicionistas porque me parece que es también una cuestión de clase. Cuando se dice a las mujeres “la venta del sexo es la forma más degradante de” se ignora y se olvida que en la sociedad capitalista estamos obligados a vender muchas partes de nosotros. Por eso luchamos, para crear una sociedad diferente. ¿Es mejor vender tu cerebro? Me parece que es una visión muy, muy limitada que también ignora el hecho y la forma en la que las mujeres han sido excluidas en esta sociedad, de su acceso a los recursos que les permiten sustentarse, de ser autónomas, de no depender. Las mujeres siempre han necesitado vender su vida, vender su cuerpo. En el matrimonio, ¿cuántas mujeres se han casado no por amor, sino como necesidad económica?, ¿cuántas mujeres se han casado y viven con un hombre que no quieren? El abolicionismo es una práctica que divide a las mujeres, que selecciona lo que podemos vender y lo que no y que al final peca de moralismo.
Ya para terminar, ¿cuáles son los retos del movimiento feminista?
El reto del movimiento feminista hoy es comprender cómo se traduce el cambio social en la práctica cotidiana del día a día. Sumar esa idea del qué queremos conseguir con el cómo lo vamos a construir. Y sobre todo saber cómo vamos a juntar a todos a los que el capitalismo ha dividido. El reto es combatir no solamente contra el sexismo, también contra todas las formas de racismo, contra la militarización de la vida y la política de la guerra, contra todas las formas de homofobia y de exclusión social. Promover políticas económicas y financieras que pongan la vida en el centro, que cambien la dirección de los recursos en apoyo de la reproducción social. Un feminismo que tenga, sobre todo, una perspectiva internacionalista, porque hoy el capitalismo planifica a nivel internacional. Y creo que ya lo estamos viviendo con la internacionalización de la llamada de las compañeras argentinas con la huelga feminista de #NiUnaMenos o cuando vimos que el lema '¡El violador eres tú!' era usado en pocas horas por mujeres en México o Italia. Una mayor coordinación a nivel internacional para un cambio social que no sea solamente local.