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El tatuaje como arte: de los 'códigos ocultos' del lumpen a la democratización de la belleza

Esther Ballesteros

Mallorca —
2 de enero de 2024 06:01 h

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Símbolo de estatus, rango familiar, afiliación tribal, religioso o sexual, los tatuajes han acompañado a la humanidad desde tiempos ancestrales y prácticamente todas las culturas han hecho de ellos un distintivo identitario y un objeto de fascinación artística. Durante siglos, estas representaciones, hoy emblemas de carácter individual más que colectivo en las sociedades occidentales, no han dejado de seducir y de extenderse a casi todos los estratos sociales al ritmo de los nuevos avances tecnológicos, así como de la aprobación de normativas que regulan sanitariamente su aplicación. Según datos del sector, hasta un 12% de los ciudadanos europeos cuenta en la actualidad con al menos uno de ellos marcado en su piel, una cifra que en España se eleva al 20% de la población -y al 40% entre los jóvenes-, situándose así como el sexto país del mundo con mayor número de personas tatuadas.

“Para cada sociedad, el cuerpo humano es el símbolo de su propia estructura; obrar sobre el cuerpo mediante los ritos es siempre un medio de alguna manera mágico de obrar sobre la sociedad”, proclamó el autor Mitchel Bernard en 1992. Tal es el hechizo ejercido por los tatuajes que, sobre todo en los últimos años, abarcan todo un cúmulo de literatura científica -antropológica, sociológica y psicológica, principalmente- sobre su evolución y sus significados. Incluso una exposición itinerante que ya ha pasado por Madrid y Barcelona y ahora recala en Sevilla, Tatoo, arte bajo la piel, explora, mediante un enfoque antropológico, geográfico y artístico, los diferentes usos y funciones de este arte en distintas épocas y culturas. Es la mayor muestra organizada hasta el momento sobre esta materia.

La exposición, centrada en los orígenes del tatuaje y en el resurgimiento de este fenómeno, reúne más de 240 obras históricas y contemporáneas en las que se incluye el trabajo de artistas del tatuaje procedentes de países como Japón, EE.UU., Francia, Suiza y Polinesia. Una veintena de modelos de silicona tatuados por maestros de este arte, así como otra veintena de proyectos de tatuaje pintados en kakemonos integran una parte de la exposición que, además de ahondar en las raíces antropológicas del tatuaje, pone el foco en el gesto del artista, los intercambios internacionales entre tatuadores y la aparición de estilos sincréticos.

Entre las piezas expuestas destacan elementos como una pluma eléctrica presentada por el inventor Thomas Edison en 1877 (antecedente de la máquina de tatuar actual); un baúl para transportar las herramientas de los tatuadores ambulantes; un retrato en pintura acrílica de Artoria, una célebre artista del sideshow de la década de 1920; un álbum original de Rich Mingus editado por Henk Schiffmacher -reconocido por haber tatuado a miembros de las bandas Red Hot Chili Peppers, Pearl Jam o al líder de Nirvana, Kurt Cobain-, con fotografías, postales y fragmentos de publicaciones periódicas relacionados con el tatuaje desde el siglo XIX; una flauta en forma de estatuilla del período tardío de la cultura maya con representaciones de tatuajes faciales; herramientas y utensilios para tatuar del siglo XIX provenientes de Indonesia, Birmania, Túnez, Argentina o Australia, y retratos de grupos con sus tatuajes identificativos, como los de la pandilla mara centroamericana o la mafia japonesa yakuza.

El mallorquín Nadal Suau y su 'Curar la piel'

En paralelo, el escritor y crítico literario Nadal Suau (Palma, 1980) se proclamó reciente ganador del Premio Anagrama de Ensayo 2023 con la obra Curar la piel. Ensayo en torno al tatuaje, en el que describe esta práctica como “antimoderna”, “política” y “vitalista”. En una reciente entrevista con elDiario.es, Nadal Suau explica que “tatuarse (sobre todo, tatuarse mucho) no sólo es una decisión supeditada a los aspectos biográficos, que pueden estar presentes o no, sino al desarrollo de un estilo, de un criterio estético”. “A los tatuados nos apasiona el entramado de tradición, iconografía y ritual que conforma esta cultura”, reconoce.

Tatuarse (sobre todo, tatuarse mucho) no sólo es una decisión supeditada a los aspectos biográficos, que pueden estar presentes o no, sino al desarrollo de un estilo, de un criterio estético

El autor apunta incluso a una ola reaccionaria contra los tatuajes “colándose por todos lados” por parte, sobre todo, de “gente que teme la libertad ajena porque le recuerda a su propia libertad, que no ejercen” y que se regocijan en una “añoranza de un supuesto pasado puro que jamás existió, en el miedo a la fluidez identitaria, en el puritanismo”. 

Los 'códigos ocultos' del lumpen en España

Otro de los autores que se ha adentrado en la envergadura y los significados de este fenómeno es el escritor y editor Servando Rocha a través de su libro ilustrado Criminal. Ángeles bellos, bárbaros tatuados. El tatuaje en España, 1888-1993 (Editorial La Felguera, 2022), en el que relata los tiempos en los que los “códigos ocultos de la piel”, en pleno auge del true crime en España, estaba reservado “a una tropa formada por criminales, apaches, presidiarios, legionarios, prostitutas, anarquistas o marineros”. Los tatuajes, señala en sus páginas, tenían “un halo de exotismo y masculinidad, aventura y sagacidad”. “Recordaban a los relatos de los grandes exploradores y el interés que despertaban las tribus indias y africanas en medio mundo, que se leían con fascinación en los diarios y crónicas casi guerreras y, por supuesto, envueltas en peligro”, añade.

Ya en 1904, como documenta Rocha, la cabecera sobre sucesos Museo Criminal incluía entre sus galerías de imágenes las de individuos procedentes del bandolerismo o el anarquismo y reseñaba: “Los signos simbólicos siempre fueron empleados por asociaciones secretas y muy particularmente por los grandes criminales que vagan en cuadrilla o aisladamente, pues los recluidos usan un lenguaje especial, cabalístico, abundante en anagramas, con tan complicado juego de combinaciones y transposiciones que se hace imposible comprenderlos”.

El ensayista abunda, sin embargo, en que la llegada de la dictadura en España supuso “un año cero” para los tatuajes fruto del “odio del franquismo hacia todo lo que fuera desviación de las nociones de virilidad y feminidad promocionadas por el Régimen”: “Cualquier expresión propia, invención de un código o autodeterminación del propio cuerpo iban a ser reprimidos con toda dureza y al instante. Una biopolítica totalitaria equivalente a la construcción del 'invertido' como un cuerpo abyecto, una conexión clara con el tristemente célebre 'gen rojo' que tanto buscó Antonio Vallejo-Nájera, nuestro particular Mengele”. El tatuaje, sin embargo, continuó expandiéndose entre los miembros de la Legión.

La dictadura franquista supuso 'un año cero' para los tatuajes: 'Cualquier expresión propia, invención de un código o autodeterminación del propio cuerpo iban a ser reprimidos con toda dureza y al instante

La evolución de este fenómeno, que debe su nombre al tattaw polinesio (herida abierta) y éste, a su vez, al tahitiano tatau, y cuya práctica fue descrita en 1769 por el explorador y capitán marítimo británico J. Cook -sus propios marineros iniciaron la tradición de tatuarse-, es el resultado de intercambios entre países, entre corrientes marginales y dominantes, entre centros y periferias, como subrayan los organizadores de Tatoo, arte bajo la piel, producida y organizada por el Musée du Quai Branly-Jaques Chirac de París y la Fundación la Caixa. El tatuaje encierra, de hecho, una gran historia técnica y estética desde que comenzara a utilizarse en el Antiguo Egipto, el Japón imperial o las culturas precolombinas hace más de 5.000 años.

La invención de la máquina de tatuar eléctrica en 1881 por parte del estadounidense Samuel O’Reilly favoreció la difusión del tatuaje, gran parte de cuya efervescencia derivó de la observación del irezumi japonés cuando tatuadores estadounidenses y japoneses cruzaron el Pacífico para intercambiar sus secretos. A lo largo del siglo XX, el diálogo internacional entre activistas se intensificó y tatuadores de todo el mundo comenzaron a crear clubes, el primero de los cuales se fundó en 1953 en Bristol, en el Reino Unido, abriendo así un nuevo capítulo en la evolución y en la historia artística del tatuaje. 

Cuando “el cuerpo habla por sí solo” y la palabra “enmudece”

Como apunta la socióloga Ana Martínez Barreiro en su estudio La construcción social del cuerpo en las sociedades contemporáneas, “el cuerpo, junto a su envoltorio, es el primer signo mediador en la nueva relación social; pues es aquello con lo que nos presentamos. El cuerpo habla por sí solo y la palabra enmudece”. Martínez Barreiro cita, asimismo, al reputado investigador Bryan Turner, para quien el cuerpo ofrece de por sí una amplia superficie apropiada para exhibir públicamente marcas de posición familiar, rango social, afiliación tribal y religiosa, edad o sexo.

El cuerpo, junto a su envoltorio, es el primer signo mediador en la nueva relación social; pues es aquello con lo que nos presentamos. El cuerpo habla por sí solo y la palabra enmudece

“Esta contingencia la aprovechan al máximo las sociedades premodernas fijando de modo permanente los atributos sociales de los neófitos por medio de ceremonias de rituales que implican a menudo alguna transformación física del cuerpo”, señala la socióloga, quien apunta cómo en las sociedades contemporáneas, a pesar de que los ritos de iniciación no desaparecen, “pierden fuerza en su específico cometido de delimitar grupos sociales, tornándose tan mutables como las propias aspiraciones del hombre de ahora”. “Así, el tatuaje o el piercing son hoy en día uno de los caprichos más relativos a la moda que un aspecto necesario de la cultura religiosa o de la estratificación social”, añade.

El escaparate de las dimensiones individuales y colectivas

En esta línea, el doctor de Sociología José Antonio Alcoceba Hernando, autor, entre otros textos, de El lenguaje del cuerpo a través del tatuaje: de la adscripción identitaria a la homogeneizadora democratización de la belleza, subraya que el cuerpo se presenta como una representación que refleja tanto lo social como lo cultural: “Cada cultura establece los usos sociales del cuerpo y presenta a través de signos y representaciones los valores y normas que regulan desde el cuidado y mantenimiento del cuerpo hasta los intercambios sociales: psicológicos, relacionales, sexuales, etc. Toda sociedad enajena a los individuos a través de sus cuerpos”.

“El cuerpo, por tanto, aparece como el escaparate desde el que los demás examinan y observan nuestras dimensiones individuales y colectivas; desde el que se muestra información tan diversa como los propios discursos corporales puedan mostrar: valores psicológicos, sociales, estereotipos y tópicos, pero también cuestiones identitarias como la pertenencia a grupos, la extracción social”, señala el investigador, quien abunda que, en un momento como el actual, las dimensiones ideológicas de la corporalidad están, además, marcadas por la cultura de la imagen en una sociedad de consumo.

Alcoceba destaca, asimismo, cómo a partir de la década de los noventa comenzó a evidenciarse una transformación en los procesos de socialización juveniles en las sociedades occidentales urbanas. “La realidad aparece de forma fragmentada, el concepto de identidad tiende a diluirse y a explicarse en un complejo entramado de relaciones. Cambian los signos y los objetos desde los que los individuos (especialmente los jóvenes) se apropian de su propio cuerpo, del cuerpo de los demás y de los espacios en los que interactúan”, incide el sociólogo, quien apunta a nuevos usos de la corporalidad y sus lenguajes y a cómo, por ejemplo, la moda del tatuaje “parece estar perdiendo el sentido primitivo originario de las sociedades tribales del refuerzo identitario”.

Cada cultura establece los usos sociales del cuerpo y presenta a través de signos y representaciones los valores y normas que regulan desde el cuidado y mantenimiento del cuerpo hasta los intercambios sociales: psicológicos, relacionales, sexuales, etc.

En este sentido, sostiene que, aunque en la actualidad aún pervive ese sentido identitario del tatuaje entre grupos subculturales, este arte ancestral ha resurgido como una experiencia íntima e individual. “Estas prácticas con el cuerpo abandonan sus funciones de refuerzo grupal para enmarcarse en un proceso de autoafirmación personal”, añade. 

El jubilado que se tatuó a su familia

Se trata de un fenómeno, además, que no es ajeno a los no tan jóvenes. No en vano, hay quienes han decidido liberarse de prejuicios y marcar su piel por primera vez en honor a sus orígenes y a sus seres queridos, como le sucedió a Juan Alcalde, un jubilado de 89 años que se hizo su primer tatuaje cuando tenía 81. El anciano se tatuó en el pecho a su mujer cuando ésta murió y, posteriormente, a sus dos hijos, una de ellas fallecida. También a su perro Luca en el hombro. El motivo era claro: llevarlos siempre consigo.

“No tengo que buscar una foto de mi mujer para verla, solo me miro en el espejo”, puso de manifiesto el hombre en declaraciones a a Efe. El anciano nació en Argelia cuando el país todavía pertenecía a Francia y ha dedicado su vida a la fabricación de neumáticos, hasta que se jubiló y se trasladó a Málaga. Nunca antes había sentido atracción por los tatuajes. “Cuando me vaya, tendré a todos conmigo”, insistió el hombre sin cesar de bromear con su tatuador, Luis Solano, y jactándose de su fuerza y aguante al marcarse la piel.

Regulación sanitaria

Con todo, los riesgos nunca han dejado de coexistir en paralelo a la fascinación que despiertan los tatuajes. En España, el auge de este fenómeno ha llevado a las Comunidades Autónomas, en virtud de sus competencias territoriales en materia sanitaria, a regular su aplicación debido al riesgo que suponía la realización de estas técnicas sin control sanitario, estableciendo para ello los requisitos técnico-sanitarios que los establecimientos deben reunir para su correcto funcionamiento. Aunque las normas no siempre se observan al máximo, en la actualidad es una actividad profesionalizada en la que la mayoría de los tatuadores cumplen estrictamente los protocolos de higiene y esterilización de instrumental, dejando atrás los tiempos en los que un tatuaje podía ser vehículo de infecciones bacterianas, fúngicas y víricas por el solo hecho de no cambiar de aguja entre un cliente y otro.

Aunque las normas no siempre se observan al máximo, en la actualidad es una actividad profesionalizada en la que la mayoría de los tatuadores cumplen estrictamente los protocolos de higiene y esterilización de instrumental

Entre las regulaciones establecidas por cada Comunidad Autónoma a partir de los requisitos técnicos y las condiciones sanitarias mínimas aprobados en 2003 por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud para los Centros de Tatuaje y Piercing se observan algunas diferencias relativas, en concreto, a los requisitos para el uso de elementos y dispositivos de higiene y esterilización, para la apertura de centros y, especialmente, respecto la duración de la formación exigida a los profesionales.

Del mismo modo, la Unión Europea publicó un informe en 2016 titulado 'Seguridad de los tatuajes y maquillaje permanente', en el que se advierte del peligro potencial que puede entrañar para la salud el uso de diferentes tintas utilizadas al no existir una legislación comunitaria específica sobre la composición permitida o segura de la tinta de larga duración, pero sí sobre los productos cosméticos. Como precisa en este sentido el Ministerio de Sanidad, en el mercado europeo han llegado a detectarse tatuajes elaborados con productos químicos peligrosos como los hidrocarburos aromáticos policíclicos (43%), aminas aromáticas (14%), metales pesados (9%) y conservantes (6%). Además, en un 11% de los casos analizados se halló contaminación microbiológica.

Pese a que con la libre circulación de productos y mercancías parece difícil controlar que este tipo de tintas no se usen en nuestro país, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios publicó en 2017 una actualización de la lista positiva de compuestos aptos para el tatuaje que coloca a España en la vanguardia del control de uso de los mismos.