Viernes por la tarde. Vas en el tren de vuelta de un congreso de periodismo y suena el teléfono. Descuelgas. Escuchas su voz:
Silencio.
Corto pero intenso.
Los 2 segundos más largos de mi vida.
Este es un escenario del que habíamos hablado en varias ocasiones y que no me sorprende. Pero ahora que lo veo, que lo vemos, que nos hemos topado con él, impresiona. Yo creo que a él también
La persona con la que hablo lleva años haciendo política. Lo conozco bastante bien desde antes del 15M y en su vida -y algo más tarde en la mía- la política ha sido algo transversal. Estaba en todo y hacíamos política con todo. Con todo menos con una cosa: los partidos.
Por eso es esta llamada tan singular. Esta persona lleva tiempo asesorando y “haciendo cosas” con partidos, yo mismo “orbito” en torno a diversos partidos y los observo. He participado en procesos de primarias o consultas en más de uno, pero…. ¿una lista?.
Vuelvo al teléfono.
Nos intentamos relajar. Una característica de mi relación con esta persona es que de toda la gente que conozco, poca, ninguna tal vez, me merece más confianza en las decisiones que tome. Le seguiría a todos lados. Por mi mente pasan rápidamente las imágenes de la acampada, asambleas, reuniones, etc que hemos compartido estos años. En todas las conversaciones, las dudas.
No han pasado ni 15 segundos de conversación y ya me ha vuelto a convencer. Me ha convencido todo lo convencido que esté él.
Otra característica de esta persona, y lo que va a hacer de ella un representante distinto, es que nunca está seguro de nada. Lo pone todo en cuestión. No cree en bandos sino en la democracia. Y es un radical: cuando dice democracia quiere decir de-mo-cra-cia. La política son emociones y confianza. No le puedo negar nada yo a esta persona.
Me veo apoyando en plan “fanboy” a Ahora Madrid en su campaña electoral y me parece algo tan necesario y evidente como dantesco. Muy raro todo. Se lo comento y él me contesta:
Así estamos, amigos.
Seguimos hablando. El tren vuela silencioso por Aragón:
Me entero de otros nombres que irán en esa lista. Hay una fuerte presencia de gentes de los movimientos sociales. Eso me preocupa. Si salen todos elegidos, ¿quién va a quedar en la sociedad civil para fiscalizar a esta gente?
Nos despedimos cordialmente. Cuelgo el teléfono. Pienso en todo lo que hay que agradecer a esta persona y su trabajo. Y ahora encima con esta exposición a lo público. Medio sonrío. Me cerco al corrillo que tenemos montado entre dos vagones, me ponen en la mano un patxarán y no paro de pensar: “a estos vamos a tener que exigirles más, a estos vamos a tener que exigirles más, a estos vamos a tener que exigirles más…”.
¿Seremos capaces?