Estamos en lo que hoy se conocería como Alemania. Alrededor del año 1440, a un señor que se llamaba Gutenberg no se le ocurre otra cosa que inventar la imprenta de tipos móviles. A partir de ahí el conocimiento empieza a circular. Se descontrola. Desborda. Lentamente se va facilitando el informar y el informarse hasta la era actual donde cualquiera de nosotros puede fácilmente editar un blog que compita en influencia con el más grande de los medios de comunicación.
Pero volvamos con Gutenberg. En aquella época, el conocimiento era patrimonio de unos pocos. La cultura e información vivían secuestrados en monasterios e iglesias. Esa información era determinante y decidía sobre la vida o muerte de los campesinos y las clases bajas. Tú no tenías ninguna posibilidad. Cada domingo un señor desde un púlpito te decía lo que era verdad y lo que no. Cuando se empieza a popularizar la imprenta y a circular textos, el ‘best seller’ es la biblia. Si tenías acceso a uno de esos ejemplares (y sabías leer) podías rebatir al señor del púlpito de los domingos. Podías empezar a crear tu propio relato.
Y en esto, un señor que se llamaba Martín Lutero decide crear su relato y clava en la puerta de la iglesia de Wittemberge un papel con unas tesis (sacadas del estudio de los libros de los que hablamos) y monta una de las mayores crisis que se haya conocido en Europa: parte el cristianismo en dos.
La difusión de los textos y con ello el acceso al conocimiento salta de país en país, muta, se contagia. No solo Alemania sino en todos los países europeos: Francia, Gran Bretaña, Italia…
Evidentemente, la mayor parte de la gente de por entonces no había leído nunca un libro, probablemente no lo habrían ni visto, no tenían ni idea de quién era el Lutero ese y ni siquiera sabían de la existencia de la imprenta. Da igual.
El nacimiento de la imprenta les cambió la vida. Nunca nada ha vuelto a ser igual.
Damos un pequeño salto.
Estamos en Madrid. En la Puerta del Sol. Es 15 de mayo de 2011. A un grupo de unas cuarenta personas no se les ocurre otra cosa que quedarse en la plaza tras una manifestación. A partir de ahí eso conocido como ‘movimiento 15M’empieza a circular. Se descontrola. Desborda. No tan lentamente se va expandiendo un anhelo de democracia, de mirada hacia el otro, de que todo es posible. Esa sensación llega hasta la era actual donde puedes sentir el 15M hasta en los lugares más insospechados: un hospital, tu centro de trabajo.
Pero volvamos a esas cuarenta personas. En aquella época, la gestión de lo público, la política era patrimonio de unos pocos. El Estado de Derecho vivía secuestrado en unas instituciones sin ninguna transparencia ni control. Esa gestión de la vida pública era determinante en la calidad de vida (y en ocasiones en la vida o muerte) de las clases bajas (y no tan bajas). Tú no tenías ninguna posibilidad. En un Parlamento y otras instituciones, unas pocas docenas de señores inscribían en el Boletín Oficial del Estado lo que era verdad y lo que no. Cada cuatro años te preguntaban en unas urnas si querías A o B, daba igual, era siempre lo mismo con distinto color. Pero si te habías encontrado de alguna forma con el 15M podías participar en la vida pública. Podías empezar a crear tu propio relato.
Y en esto, varios cientos o miles de señores anónimos deciden crear su relato y se dedican a parar desahucios, intentar meter a banqueros corruptos en la cárcel, introducir temas en la política como la transparencia, la rendición de cuentas o la democratización de los partidos (cuestiones ya irrenunciables) o se dedican a parar privatizaciones y montan una de las mayores crisis que se haya conocido en España: el fin de la cultura de la transición.
Ese anhelo de democracia y el verte capaz de conseguirla salta de país en país, muta, se contagia. No solo España sino en muchos otros países: Estados Unidos, Grecia, ahora Francia…
Evidentemente la mayor parte de la población no había tenido contacto con eso llamado 15M. Sólo habían visto imágenes en la tele y escuchado que los llamaban ‘perroflautas’ o incluso terroristas. Da igual.
El nacimiento del movimiento 15M nos cambió la vida. Nunca nada ha vuelto a ser igual.