Opinión y blogs

Sobre este blog

Remapeando Europa, remapeando el hogar

europa como hogar

Los padres de mi amiga María viven en una urbanizacion que se llama Eurogar. Un típica urba de las que te puedes encontrar saliendo de Madrid por la carretera de La Coruña, una de esas en las que John Cheever y Burt Lancaster podrían haber reeditado El nadador sin problema. Un perímetro vallado y con arizónicas que huelen a óxido. Un conserje amable pero implacable que te pregunta “¿A dónde vas?” y en función de tu respuesta abre o no abre. Unos bloques con parking, entrada de servicio, terrazas individuales y maceteros que miran hacia una zona ajardinada y con piscina. Una metáfora de Europa construida en los 70. “Creemos que somos libres con nuestro visado, pero estamos encerrados”, decía anteayer Toni Serra, de @ovni_arxius, en el primer Código Fuente del #16FestivalZemos98. Un día, María me contó que en su mismo bloque vivió unos años José Luis Zapatero. Antes de La Moncloa. Camino de La Moncloa. Literal, vamos. Siempre había un escolta en el portal. Seguro que se aburría. Hablaba con el conserje. Seguridad. Europa. Aburrimiento. Aire puro. Hogar.

relatos como una casa

Yo me dedico a escribir historias. Casi siempre desde un punto de vista autobiográfico. Lo que a veces se llama autoficción (¡ay!). También trabajo coordinando grupos de escritura creativa por lo que llevo tiempo estudiando las tripas de las historias para poder encontrar algunos buenos modos de contarlas (esto es variable y depende de cada una, pero hay pautas generales: herramientas básicas). A menudo me preguntan si es posible enseñar a escribir y yo respondo que no lo sé, pero que la experiencia me dice que estas herramientas, una vez detectadas y puestas en juego, hacen mejorar mucho el modo en que tus historias llegan hasta los demás. La capacidad de conmover e interesar al otro es algo que pasa por una técnica, sí. Esa es la técnica de la narración.

broadcast qué?

Crecí en un barrio de clase media del área metropolitana de Madrid. Mi familia es arquetípica de la España de los años setenta: post-desarrollismo, post-dictadura, post-M30... Éramos tres hermanos, mamá trabajaba como ama de casa y papá salía por la mañana camino del trabajo para volver por la noche. Mi padre llevaba una empresa que representaba firmas de broadcast (tardaría años en entender la palabra) y viajaba muchísimo. Salía fuera, buscaba equipos, cámaras, mesas de mezcla rollo AVID, video-walls (sí, un muro hecho de monitores, uala) para luego distribuirlos aquí, para dotar a un país cuyo sistema de telecomunicaciones estuvo en plena explosión y expansión durante los años 80 y 90 con, entre otras cosas, la implantación de las autónomicas. Mi padre se autodefine como tecnócrata. “Soy un hombre sin imaginación”, suele añadir. Lo dice sin ironía.

narrativas tóxicas

En la escritura autobiográfica se utiliza la memoria como archivo sobre el que aplicar la técnica de la ficción. Documentar la vida para que pueda pasar a ser la de cualquier otra persona. Usamos la ficción para construir una verdad. Lacan dijo (matadme): La verdad tiene estructura de ficción. La verdad no tiene nada que ver con la realidad. La verdad se construye (y de eso saben mucho la clase política) a base de técnicas de ficción. La imaginación como músculo político al servicio de las más dispares ideologías. Pero la colisión entre relatos puede ser también una potencia, precisamente por lo que tiene de imprevisible.

objetos fetiche

Hay un objeto fetiche en mi casa, lo que se podría considerar un souvenir de familia, de mi padre (claro): una libreta gastada donde él iba anotando todos los trayectos que hizo en avión durante más de cuarenta años. Un registro. Un archivo de vuelos. Viajó mucho por Europa central, la llamada entonces “occidental”. También a Japón y a EEUU, pero sobre todo Europa. Nos hizo admirar esa Europa, su Europa: Alemania, Países Bajos, Reino Unido, Suiza, el norte de Italia. La Europa boyante, pujante, tecnificada y rica. Viajaba casi todos los meses y siempre nos traía un regalo a cada uno de aquellas ciudades en las que estaba. Ese momento era ritual. El momento en que ponía la maleta encima de la mesa y rebuscaba entre la ropa las bolsas con nuestros regalos. Recuerdo especialmente su llegada de una estancia larga en Japón: un kimono para mamá, una botella de sake, un cubo de rubik, una nintendo, unas láminas con gheisas. La casa se iba llenando así de souvenirs: jarras alemanas de cerveza, imanes de autobuses double decker londinenses, salmón de Noruega, chocolatinas suizas, camisetas con leyendas nacionales típicas. Pero también había recuerdos inmateriales, sus historias. Como la vez en que un hombre intentó seducirle en un tren entre Roma y Pisa (era cuando en España NO había homosexuales), o la historia de que el único hispanohablante con el que coincidió en Japón era un chileno pinochetista con el que no podía conversar de casi nada sin acabar discutiendo. También nos solía traer datos e impresiones: como que “en Europa” los trenes eran puntuales, que a las cuatro de la tarde podía ser de noche o la gente hacía cola en los cajeros automáticos. Las recreaciones de esas historias y recuerdos prestados son las que conformaron mi primera idea de Europa.

técnica/ficción

Los recuerdos (souvenirs vitales), a su paso por la máquina de la ficción, se convierten en motivos literarios, en piezas combinables al servicio de la historia que quieras contar. Las cosas que aparentemente no tenían ni orden ni sentido se unen así para construir la ficción. El trabajo es preciso: consiste en crear una forma (lenguaje, estilo, estructura) a partir de los recuerdos que permitan contar ideas que conciernan y conmuevan a otras personas. A partir de algo tan aparentemente particular e íntimo como un recuerdo se puede cruzar el puente hacia lo común, hacia una posible identificación.

lejos

Cuando estuve en Buenos Aires percibía Europa como un lugar muy lejano plagado de iglesias. Echaba de menos la piedra y lo antiguo. Una cosa muy rara. Veía Argentina como un país colador donde sobre las redes de América habían ido quedando encajonados recuerdos de todas las Europas que habían ido llegando en sucesivas oleadas. Los argentinos dicen que son franceses hablando español con acento italiano. Ahora se jactan de que nosotros tengamos que volver, otra vez, con la cabeza gacha y la boina en la mano -gallegos- al “granero de Europa”. “Bienvenidos, Euracas”, decía una pintada cerca del aeropuerto internacional de Ezeiza. Qué jefes.

en europa

Tuve un novio que me contó que el 1 de enero de 1986 su madre los despertó a él y a sus hermanos muy pronto, los vistió de modo elegante, preparó un desayuno por todo lo alto y puso a toda la familia a ver la ceremonia televisada de la entrada de España en la CEE. Para su madre, ese día marcaba la culminación del relato Benelux y el inicio del relato del Mercado Común, de los futuribles ecus, etc. El relato Schengen. Hace poco pasé una temporada en Francia y allí se sorprendían bastante cuando usaba la expresión “en Europa”. Y es que no he crecido sintiéndome parte de Europa, quizá se deba a la aureola rara de idealización que me transmitieron las historias, los souvenirs y los viajes idealizados de mi padre o porque nos críamos con el debate del “ingreso” en Europa. La ficción, a veces, tiene también el efecto distanciador, para bien y para mal.

1992

En ese año, yo tenía diecisiete y ya empezaba a poner en cuestión la historia oficial de la familia. Hubo que mostrarse al mundo. Y dotarse de infraestructuras de todo tipo, europeizarse, vamos. Para ello, contamos con un presupuesto que se llamaba Fondo Social Europeo. Hemos crecido gracias a ese colchón. Que, por cierto, ya se terminó. Es como cuando tus padres te quitan la paga. En 1992, Europa y el mundo vinieron a casa y nosotros sacamos la artillería pesada de los tópicos. Hicimos de nuestros souvenirs tendencia: la alegría, el sol, lo mediterráneo, el color, el calor. Fue un delirio. Recuerdo el pabellón de madera de Japón, el calor hinchaba la madera y hubo que repararlo a mitad de exposición. Pabellón. La idea de la Exposición Universal es absolutamente pre-Internet, ¿verdad? También la idea de traer o llevar un souvenir desde otro país. Ya, casi todo, salvo lo inmaterial, se puede adquirir en todas partes. Y lo que no, está en youtube.

secretos

Tengo la impresión de que la vida empezó en 1975, el año de mi nacimiento. Eso se puede deber en parte a que nací el año del fin de la dictadura. El deseo de olvidar era muy fuerte. En casa, mis padres apenas hablaban de su infancia y adolescencia, como si por no hablar de una época de posguerra, donde el frío y las privaciones eran lo cotidiano, la historia se fuera a desdibujar hasta borrarse. ¿Quién quería hablar de otro tiempo si ahora teníamos calefacción, supermercados repletos y una televisión con MTV? Pero estaban las fotos. Una noche, en casa de mi abuela (y esto es un secreto que estoy revelando ahora mismo), mientra ella dormía, seleccioné y robé un montón de fotos de su personal “lata de las fotos”. Había algunas del breve exilio francés –la única Europa que pisaron mis abuelos-. Sentí que recuperaba de golpe toda una historia que el silencio de mis padres nos habían negado. Lo peor no fue que las robara, lo peor, es que unos años después, en mudanzas sucesivas, las extravié. He perdido una parte de la memoria familiar. He creado un vacío a partir de otro vacío.

redención/ficción/remezcla

Para llenar este vacío, ahora escribo un texto muy largo que se llama Broadcast Europe donde intentó redimirme a través de la ficción. En ese cajón de sastre, trató de reconstruir una a una las fotos robadas que puedo recordar y crear una historia con ellas, que como en escenas, se van encadenando hasta formar la nueva historia familiar. Recuerdos falsos. Más verdaderos que la historia oficial. Es lo que tengo, lo que sé hacer: ficcionar a partir de los recuerdos. Para tratar de salvar aquello que, irremediablemente, se pierde. De lo particular a lo universal pasando por la ficción. La remezcla autobiográfica como técnica para reescribir la historia, en este caso, familiar. Así funciona la narrativa a partir de los archivos, como un broadcast inventado y posiblemente más veraz que cualquier documental con afán de objetividad.

retazos/orilla

Con lo retazos de Europa que llegaban a mi piso de barrio madrileño yo me compuse una idea de Europa muy basada en el sector de las telecomunicaciones, en el progreso, en la dotación técnica como medida de salvación, la Europa del Mercado Común, una poética de Duty Free. También una Europa con derechos sociales. En 2007, acompañé a mi padre al IBC, en Amsterdam, una de las ferias más grandes de su sector. Lo que a mí me interesó de esa ciudad: el barrio de Jordaan, un telefonillo rosa, un mercadillo de flexos. En uno de los pocos ratos que anduve por el recinto de la feria mi padre me dijo con fascinación que quería mostrarme algo. Me llevo al parking del edificio, avanzó hacia unas unidades móviles gigantes y me mostró la trasera de un camión. Ajá. Un amasijo de cables que hacían posible la vida y la comunicación en los stands interiores. Esto era lo que le fascinaba a mi padre. Los cables. Las conexiones. Las máquinas. Con mi perplejidad, constaté el abismo narrativo y vital que nos separaba.

memoria/identidad/voz

Lo que elegimos para ser recordado, para registrar, aquello que nos fascina o nos repele, determina nuestra memoria y la identidad que otorgamos a las cosas y a los lugares. Mi narración actual de Europa (basada en mis propios recuerdos e ideas), se ha visto irremediablemente afectada por esa fascinación paterna por las conexiones, casi diríamos que se ha forjado a la contra de ella. La narración infantil/juvenil/familiar de la Europa progresista, mercantilizada, tecnificada, fue mi punto de partida para ubicarme en el “mundo global” (ARGH). Mi idea de Europa es deudora del relato de la Europa de mi padre: patriarcal, productivista y socialdemócrata. Es importante saber de qué memoria partimos para saber a qué otro tipo de memorias o a qué lucha de memorias queremos dar voz con nuestros relatos. La selección que hagamos de nuestro propio archivo, la versión que elijamos contar de nuestra historia, las voces y versiones de las historias a las que demos espacio en nuestro relato colectivo, constituirán en sí mismas un gesto político bastante cargado de significado. Porque la pregunta al final siempre es: ¿quién puede hablar y de qué?

un poco de código, please

Con este texto he tratado de hacer mías algunas de las cuestiones planteadas en el #16FestivalZemos y que son fruto de una investigación que Zemos98 como colectivo lleva un par de años haciéndose, en concreto desde el montaje de European Souvenirs, del que anteayer se estrenó asimismo su segunda parte, €urovisions, y de la cual este texto también es deudor. Cuestiones cómo como la memoria y los relatos oficiales pueden condicionar las identidades y cómo es vital hacer espacio a voces y memorias que no por teóricamente subsidiarias son menos representativas. Historias imprevisibles que se salgan de los estereotipos, que contengan la potencia, la microcotidianidad, otros archivos domésticos, fotos perdidas... No para generar buenismo sino para escribir la contra historia, para hacernos responsables de la ficción, que, como archivo documental de lo que no existe, tiene la capacidad de construir más verdad que la realidad. Maneras de contarnos. Escritura de montaje para inventarnos otra Europa.

Europa: esa cosa de la que se habla mucho pero de la que quizá siempre se dice lo mismo.

europa como hogar

Los padres de mi amiga María viven en una urbanizacion que se llama Eurogar. Un típica urba de las que te puedes encontrar saliendo de Madrid por la carretera de La Coruña, una de esas en las que John Cheever y Burt Lancaster podrían haber reeditado El nadador sin problema. Un perímetro vallado y con arizónicas que huelen a óxido. Un conserje amable pero implacable que te pregunta “¿A dónde vas?” y en función de tu respuesta abre o no abre. Unos bloques con parking, entrada de servicio, terrazas individuales y maceteros que miran hacia una zona ajardinada y con piscina. Una metáfora de Europa construida en los 70. “Creemos que somos libres con nuestro visado, pero estamos encerrados”, decía anteayer Toni Serra, de @ovni_arxius, en el primer Código Fuente del #16FestivalZemos98. Un día, María me contó que en su mismo bloque vivió unos años José Luis Zapatero. Antes de La Moncloa. Camino de La Moncloa. Literal, vamos. Siempre había un escolta en el portal. Seguro que se aburría. Hablaba con el conserje. Seguridad. Europa. Aburrimiento. Aire puro. Hogar.