El expresidente catalán Jordi Pujol durante un reciente paseo con su esposa, Marta Ferrusola. \ EFE
“Tranquilo, esto se olvida”, esa frase exacta le susururraba la señora Ferrusola a su esposo el Molt Honorable ex President de la Generalitat de Catalunya Jordi Pujol“Tranquilo, esto se olvida” mientras este andaba hacia las cámaras hace unos días. Hacía ya varios días que el señor Pujol había confesado que nos lleva robando a todos 34 años. Toda una vida.
Resulta que estas vacaciones casualmente estoy pasando unos días en Andalucía y en Cataluña y, claro, Pujol es el tema. En ambos sitios. En distinto tono, pero todo el mundo habla de esto.
Lo preocupante es que la señora Ferrusola tiene razón. Todo esto se va a olvidar. A ver cuanto dura, pero me temo que todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Suele pasar. Los ciudadanos somos débiles y estamos abiertos a estímulos que nos distraen: el próximo escándalo político, Gibraltar, el penúltimo insulto a Pablo Iglesias, Cristiano Ronaldo y su pelo, si Doña Letizia ha merendado o no... Además de fútboles y otros panes y circos. Si a esto se le suma que la persona con interés en el olvido en cuestión tiene cierto acceso a medios o cierto poder en general, pues: está hecho, amigos. Ese 'olvido' mediático, el ético y otro peor: el judicial, está asegurado.
Sobran los ejemplos del “Tranquilo, esto de olvida”“Tranquilo, esto de olvida” y también de esa ayuda externa al olvido. Uno de los más clamorosos en nuestra historia reciente: Alfredo Sáenz, ese banquero del Santander al que varios Gobiernos le indultaron o hicieron leyes ex profeso, medios de comunicación que, digamos, no atendieron demasiado bien su función social y consiguiente obligación de informar de estas cuestiones, supongo 'aconsejados' por sus créditos y deudas o por su inserción publicitaria (de la que depende la existencia de muchos de ellos). En este caso el señor Sáenz sólo tras años y años de quiebros y regates se vio obligado a dejar sus responsabilidades en el banco. Algo a lo que estaba forzado tras su condena. Vamos que lo decía la ley y el reglamento del Banco de España. Durante todo este proceso, ¿la ciudadanía...? Pues estábamos a otras cosas, me temo.
Así que el company Jordi, luz, faro y guía de Catalunya durante 30 años ha resultado ser, para la desazón de muchos, sencillamente un simple ladrón y un corrupto más. Pero no pasa nada, amigos. En cuestión de meses el asunto este entrará en esa oscura nebulosa de los 'errores' los “¡y tú máses!” y ya. Entonces un Madrid-Barsa y otro escándalo de los EREs hará el resto... y fin. A otra cosa mariposa.
¿Y qué podemos hacer? Está claro que el sistema este de “Ups..., pelillos a la mar, hoy por ti, mañana por mí” les funciona y conviene a las élites. A eso que ahora algunos laman 'la casta'. Para enterarnos: a los corruptos, vaya. ¿Cómo enfrentar ese problema? Estas élites controlan prácticamente todos los medios de comunicación y grandes partes del Estado. Dan forma a la realidad que vivimos. ¿Qué hacemos?
Hay una cosa que yo tengo clara y me parece legítima: el escrache. El señor Pujol no se merece poder volver a comer en un restaurante sin que los demás comensales le abucheen. O viajar en un tren. O pasear por un pueblo sin que le increpen. Ojo: nada de tocarle. Nada violento evidentemente. Sencillamente hacerle saber de forma contundente y reiterada que no se quiere compartir el espacio público con él. Qué el señor Pujol viva en su club privado con sus amigos de la élite rodeados de vallas y guardias armados. Qué viaje en medios de transporte privados. Qué compre en tiendas abiertas sólo para él.
Nos queda organizarnos a nivel ciudadano, recordarnos unos a otros la vigencia y necesidad de estas prácticas. El delicado tema de determinar objetivos (y yo creo en la reinserción como marca el 25.2 de nuestra Constitución. El que no cree en ella, me da la impresión es el señor Pujol, en este caso). Y usar nuestra libertad para hacer saber a esa gente que no queremos tener nada que ver con ellos, o consumir sus productos o lo que sea. Y sostenerlo en el tiempo. Y no distraernos. No dejar que nos distraigan.
Conseguir cambiar ese: “Tranquilo, eso se olvida” en un: “Tranquilo, no irás a la cárcel, no, pero no queremos tener nada más que ver contigo. Adeu”“Tranquilo, eso se olvida”“Tranquilo, no irás a la cárcel, no, pero no queremos tener nada más que ver contigo. Adeu”. Y que el señor Pujol se tenga que alejar tranquilamente con la cabeza gacha sin que nadie le hable nunca más, excepto para recriminarle.
p.s.1 Para mis más susceptibles lectores. No tengo ningún problema en sustituir el nombre de Jordi por el de cualquier otro corrupto tenga el color o acento que tenga. Eso sí. Lo he usado para la pieza por estar de actualidad, por la frase de su señora esposa, que resume la actitud de esta gente y porque es el tema que llevo oyendo en corrillos todo este verano.
p.s.2 ¡¡Los EREEEEEEEs!! (por si el p.s.1 no quedaba claro)