1. En pantalla Rodrigo Lanza dice que no quiere justicia. Dice que quiere venganza. Venganza contra conceptos. Vengarse de un concepto. ¿Hay cosa más poética que vengarse de un concepto? ¿Hay poesía más material que vengarse de un concepto?
Son los primeros minutos de “Ciutat Morta”, el documental que Xapo Ortega y Xabier Artigas han realizado sobre el caso 4F. El caso 4F se resume así: una casa okupada en la Barcelona de la ordenanza cívica organiza una fiesta. Viene la policía. Alguien tira una maceta de un tejado y la maceta hiere de gravedad a un policía. La policía, los medios de comunicación, la judicatura y el ayuntamiento de Barcelona se inventan a los responsables de este hecho por su lugar de nacimiento o por su aspecto. Les detienen. Les torturan. Fabrican pruebas y luego dejan que vayan a la cárcel, con la única compañía del sentimiento de venganza y sus fantasmas.
La ciudad muerta es la ciudad de las mentiras y merece la pena vengarse de alguna manera contra la ciudad de las mentiras.
2. Patricia Heras es poeta. Quiere ser como Cindy Lauper. Es demasiado elegante para ser antisistema. Es una de las personas que el caso 4F procede a clasificar, identificar, nombrar, señalar, marcar... acusar. Los poemas de Patricia Heras construyen el hilo conductor de la historia del 4F por la “Ciutat Morta”.
Patricia Heras se hace llamar “poeta muerta” y muere tirándose de un balcón cuando le conceden el tercer grado después de ir a la cárcel por un crimen que no tiene más relación con ella que la ficción que unos policías, una jueza y unos medios de comunicación han construido para sostener algunos intereses y otros tantos errores. La noticia del proceso del 4F fue titular en los periódicos. La de la muerte de Patricia no lo fue. “A la sombra de la ciudad muerta” es como empieza uno de sus poemas.
Hay algo en la cultura que permite mantener como si estuvieran cosas que ya no están. “Ciutat Morta”, el documental, mantiene viva a Patricia como mantiene con vida la infamia de quienes inventaron las pruebas que la llevaron a la cárcel. Mantiene vivo también el horror de la impunidad de quienes, como el alcalde Joan Clos, que mintió en torno al caso del 4F, jamás han pagado por su infamia.
Pero como dice Rodrigo Lanza... no queremos ya justicia. Ahora queremos venganza. Pero una venganza mayor, una venganza más definitiva. No la venganza de las personas, la que se hace miserable cuenta matemática de la vida por la vida. No, la venganza contra los conceptos. La venganza contra la ciudad de las mentiras y quienes en ella mandan.
3. Me invitaron a presentar Ciutat Morta el pasado jueves en el Matadero de Madrid. Mentí a los directores y les dije que la había visto antes. Pero no la había visto antes porque no me había atrevido. Porque me daba miedo. Miedo de mirar sin más mediación que la de una pantalla a algo demasiado horrible como para seguir viviendo con ello como si nada. Miedo a que o bien algo se quebrara en mi o bien, mucho peor, miedo a que no pasara nada. A que me diera igual. Miedo, entonces, a no poder hacer nada con lo que sabes. A no saber dónde situar la angustia que provoca lo que sabes.
Esa mañana se había coronado un nuevo rey, que es el mismo rey, que es un remake del antiguo rey: más joven, con menos papada y más efectos especiales. A muy poca gente le importó demasiado la coronación de ese rey como para hacer algo al respecto. Algo como ir a celebrarlo. Muy poca gente se conmovió lo suficiente. El rey vivo parecía de pronto más muerto que la poeta muerta y quizás ese cruce es suficiente para entender en qué mundo estamos viviendo. Un mundo donde la sobrexposición del falso entusiasmo genera cansancio, apatía, y la microexposición del dolor, la impunidad y la rabia generan una conmoción que te invita a vengarte de la ciudad muerta. Es decir, a vivir.
No quiero hacer metáforas fáciles sobre la vida y la muerte. No quiero inventarme cosas que no sé sobre Patricia Heras o Rodrigo Lanza. Me da miedo y vergüenza fabular sobre ellos. Pero puedo hablar de lo que produce en mí Ciutat Morta. El visionado de Ciutat Morta. La conversación sobre Ciutat Morta.
4.- Al final de la película alguien lee un bellísimo texto que habla también de vengarse de un concepto. Ese texto dice que los responsables del caso tienen los días contados y van a desear no haber nacido. Una amenaza que se ejecuta, como en la coronación del príncipe, no estando, no yendo, no participando: vaciando y usando esa energía en espera en hacer otra cosa.
Es un texto furioso y bellísimo que habla de lo inevitable. Lo inevitable es que las estructuras que condenaron a Rodrigo Lanza y Patricia Heras cada vez se sostienen peor. Se pudren cada vez con mayor velocidad. Lo inevitable es que su mundo se agota. Lo inevitable es que seguiremos aquí cuando ellos ya no estén.
Y mientras tanto, nosotros y nosotras estamos a la sombra de la Ciutat Morta, haciendo planes, construyendo máquinas, escribiendo poemas, preparando armas para vengarnos de un concepto. Manteniendo con vida a todas las poetas muertas que se cortaron el pelo de no sé qué forma, que fregaban escaleras en silencio, que vendían CD en una manta, que saltaron una valla, que ocuparon un solar, que jugaron al futbol en la calle, que tocaron un tambor, que se besaron, las poetas que bailaron hasta el amanecer, las que se drogaron, las que tuvieron hijos, las que abortaron. Las poetas que esquivaron un furgón policial lanzado contra sus derechos y las que se vieron de pronto dentro, en Gamonal, por hacer una huelga general, en las Marchas por la Dignidad, en cualquier esquina de cualquier calle a una hora mala por ser solo una hora anónima. Las que se abrieron un blog, las que escupieron al aire. Las poetas de las ciudades sumergidas que emergen en la ruina de la ciudad muerta.
Nosotras. Cualquiera.
Sobre este blog
Interferencia (Wikipedia): “fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud”.