Millones y deporte: Ruanda busca lavar su imagen del genocidio 30 años después

David Soler Crespo

Kigali —
7 de abril de 2024 22:11 h

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Ruanda quiere borrar la asociación de su país con el genocidio. Hace 30 años, las únicas noticias que salían de este pequeño país africano eran de vecinos matándose unos a otros a machetazos. El odio intercomunitario explotó en 100 días en los que la mayoría de ciudadanos de la etnia hutu, que representaban el 85% del país, se volvieron contra los tutsis, que eran una minoría del 14%. Alrededor de 800.000 personas fueron asesinadas, el 70% de la población tutsi. La masacre de Gikondo, donde 110 tutsis fueron quemados vivos en una iglesia, dio la vuelta al mundo.

El país tenía una dura tarea para recomponer su imagen, pero, tres décadas después, para ver algo de Ruanda solo hay que enchufar la televisión y poner la Champions League. El eslogan “Visit Rwanda [Visita Ruanda]” se puede leer en los brazos de las camisetas del Paris Saint-Germain, el Arsenal y el Bayern de Múnich, tres de los ocho equipos que compiten en cuartos de final de la máxima competición continental de fútbol. Al más puro estilo Marca España, el Gobierno ruandés está consiguiendo, a base de millones y una cuidada campaña en el deporte internacional, cambiar su imagen y proyectarse como un país desarrollado y pacífico. De paso, consiguen lavar la imagen de un régimen autoritario amigo de Occidente.

El dictador que explota la culpa occidental

Paul Kagame ha sabido aprovechar la culpa de Occidente –que perdura tres décadas después– por no haber intervenido en su momento para evitar el genocidio contra su pueblo. Desde que sus tropas acabaran con las matanzas, Kagame ha dirigido el país con mano de hierro y millones de euros de ayuda internacional para reconstruirlo. Desde la Unión Europea, Estados Unidos o instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional dedican miles de millones de euros cada año al desarrollo del país.

Una de las políticas más recientes y sonadas ha sido el acuerdo con Reino Unido para acoger a los refugiados que llegan a sus islas a cambio de 432 millones de euros repartidos en cinco años. Finalmente la Justicia británica ha frenado el pacto por no considerar a Ruanda “un país seguro”. El Estado africano aparece a la cola en los principales índices de criminalidad, y está entre los más seguros del continente. Esa es la sensación en las calles de Kigali, la capital, donde caminar es seguro hasta de noche.

Sin embargo, nada de eso sería posible sin el férreo control gubernamental. Hay policías prácticamente custodiando cada calle y puedes llevarte una buena reprimenda incluso por aparcar en doble fila un par de segundos. La organización Freedom House dice que Ruanda no es un país libre y The Economist lo lista como una dictadura en su índice de democracia. Salirse de la línea oficialista es peligroso incluso en el exterior: se han registrado asesinatos a opositores en países como Sudáfrica, además de intentos a otros opositores en Australia o Reino Unido.

Aun así, hay quienes se niegan a irse, como la opositora Victoire Ingabire. La junta electoral le ha prohibido presentarse a las elecciones de julio, a las que Kagame opta a un cuarto mandato tras cambiar la Constitución, que le permite ahora continuar presentándose hasta el año 2034. “Kagame no quiere competir contra mí porque soy popular entre los ruandeses, lidero una mayoría silenciosa que no está con el Gobierno, pero tiene miedo a hablar”, dice Victoire Ingabire en una entrevista telefónica con elDiario.es. Ella fue una de las más críticas con el acuerdo propuesto con Reino Unido, y eso le costó recibir amenazas de muerte. “Lo que el Gobierno de Reino Unido debería hacer es esforzarse por ayudar a Ruanda a mejorar la situación de los derechos humanos”, argumenta la opositora, que cree que los socios internacionales tienen responsabilidad en la situación del país africano. “Apoyan financieramente a Ruanda y tienen derecho a presionar al Gobierno para que impulse sus políticas y abra el espacio político”.

“Visit Rwanda”, el arma de márketing del Gobierno

Hasta el año 2000, la práctica totalidad de los 100 millones de dólares que Ruanda ingresaba por turismo venían de los gorilas de montaña, una belleza natural solo disponible en su frontera montañosa con República Democrática del Congo y Uganda. En 2018, sin embargo, el Gobierno quiso dar un giro y potenciar el turismo del país con la campaña “Visit Rwanda”. El primer patrocinio fue al Arsenal, el equipo del que el presidente Kagame es fanático. Desde entonces, el deporte ha sido la punta de lanza para lavar la imagen del país y atraer turismo. 

Actualmente el turismo de negocios es responsable de 93 de los 600 millones de dólares percibidos por el turismo cada año. En 2018, el deporte no era ni un 1% del ingreso por esa partida. Seis años más tarde ya es del 14%. “El turismo de deportes tiene un gran valor económico”, asegura Ariella Kageruka a este diario desde su oficina en Kigali. Es la directora de Turismo y Conservación de la Agencia de Desarrollo de Ruanda, una entidad pública vinculada al Gobierno, y defiende que los entre ocho y 12 millones de dólares invertidos en cada temporada por equipo de fútbol tienen sus frutos. “Cuando Messi fichó por el PSG se podía leer 'Visit Rwanda' en todos los medios”, añade. El Gobierno calcula que los patrocinios han tenido un impacto mediático del valor de 500 millones de dólares. 

Pero la campaña no se queda ahí. La organización de eventos deportivos ha sido uno de los brazos más importantes para mejorar la imagen. Desde 2021, Kigali es la sede de las finales de la Basketball África League, el equivalente a la Euroliga de baloncesto, financiada e impulsada por la NBA estadounidense. Además, en 2023, Ruanda fue el primer país africano en acoger el Congreso Anual de la FIFA, el máximo órgano deportivo, y en 2025 está previsto que aterricen los mejores ciclistas para el mundial de Ciclismo en Ruta.

“El deporte se utiliza para cubrir la imagen de abuso de los derechos humanos en Ruanda. Siempre me sorprende que los países democráticos acepten estas actividades deportivas ignorando los abusos”, critica Ingabire. En 2023, cuando el Bayern de Múnich cambió el patrocinio de Qatar Airways por el de “Visit Rwanda” llovieron las críticas al acuerdo, pero el equipo se defendió. “Queremos apoyar el desarrollo del fútbol allí. Está claro que quieren promover el turismo en Ruanda, pero no veo que por eso nosotros estemos promoviendo el sportswashing [el lavado de imagen por medio del deporte]”, dijo Jan-Christian Dreesen, director ejecutivo del equipo alemán.

Una imagen para el turista

La política de “Visit Rwanda” está consiguiendo atraer al turismo y convencer a grandes empresas para invertir en el país. En 2021, Ruanda llegó a un récord de inversiones de 3.700 millones, de acuerdo a datos de la Agencia de Desarrollo del país. Sin embargo, los réditos no llegan a la gran mayoría de ciudadanos. El 48,8% de la población todavía vive bajo el umbral de la pobreza, según la ONU, y la brecha entre ricos y pobres es abismal: Ruanda es el decimoquinto país del mundo con mayor desigualdad de ingresos, según el coeficiente Gini.

“La gente elogia al país solo por Kigali, pero desarrollar un país no es celebrar reuniones internacionales ni pagar a empresas para que visiten Ruanda. Necesitas gente educada y trabajando”, critica Ingabire. Casi dos tercios de la población sigue dedicándose a la agricultura y el 90% de los ruandeses vive de la economía informal, sin acceso a la seguridad social. “El desarrollo es solo en Kigali, hay que ver todo el país”, añade. 

La imagen de Ruanda como un país avanzado y desarrollado se desvanece conforme te alejas de la capital. Los edificios altos y modernos de Kigali cambian por casas de piedra y chapa en zonas rurales que se asemejan a otros países de su alrededor. Incluso en las vallas de chapa de los pueblos se puede ver el distintivo de “Visit Rwanda”, una campaña publicitaria que da sus réditos al Gobierno, pero no tanto a sus ciudadanos.