Un año y sigue. Ella sufrió una agresión sexual de un compañero en marzo de 2017, durante una misión oficial del Parlamento Europeo. Se atrevió a denunciar seis meses después, en octubre de 2017.
Octubre de 2018: aún no hay resolución del caso ni medidas cautelares. Pero su caso ya es público, al haberlo dejado escrito en el blog MeTooEP, que trabajadoras del Parlamento Europeo han lanzado este martes: “Todo demuestra que el sistema está pensado para proteger a los agresores, ya que es largo, tedioso, con muchos espacios de tiempo entre cada comunicación y sin cuidar lo más mínimo a la víctima que, en muchas ocasiones, puede acabar sintiéndose sola y señalada. Es un sistema disuasorio para las víctimas, en vez de protegerlas y disuadir a los abusadores. La sensación de desamparo de la institución es tan grande que lo normal es que la víctima tira la toalla, así que para suplir esa falta de acompañamiento se forma en parte el #MeTooEP”.
“Ella sufre la agresión en marzo de 2017”, explica una integrante de MeTooEP que prefiere mantener su identidad en el anonimato, así como la de la denunciante, “pero hasta octubre no llega la denuncia”. La agredida no sabía a dónde acudir: hay dos comités en el Parlamento Europeo –el de los funcionarios y el de los parlamentarios–, así que acude directamente a los servicios sociales de la Cámara:
“Allí la derivan al doctor del comité del staff, porque no está involucrado ningún eurodiputado, y lo primero que hace es comprobar que se puede registrar una denuncia formal por el tipo de contrato de los dos: si hubieran sido becarios, contratados externos de la cafetería, por ejemplo, no se podría haber hecho nada”, relatan miembros de MeTooEP.
A partir de ahí, citan a la víctima a una reunión del comité en Estrasburgo, “donde declara delante de 12 personas, nueve de las cuales son hombres”, explican. Y allí se produce la denuncia formal, aunque ella no tenía constancia de que estaba siendo así; pensaba que iba a una reunión preliminar, sin preparación previa, sin asesoría.
“El 4 de octubre mandó todas las pruebas que le habían pedido”, relatan las fuentes, “teniendo en cuenta de las pruebas que puedes tener de aquel momento. Nadie tiene una cámara grabando en su dormitorio por si acaso se le cuela un compañero en la cama”.
Después de aquello, pasan las semanas sin tener noticias: “El 31 de octubre envió un mail al presidente del comité, sin obtener respuesta. El 7 de noviembre vuelve a escribir, y el 9 le responden. Y por la respuesta averigua que el agresor va a ir a declarar una segunda vez, ante lo cual ella solicita declarar de nuevo. Pero no tiene respuesta”.
“El 2 de febrero vuelve a enviar un mail para interesarse”, relatan las fuentes, “y el 5 le responden que sí pueden tener un skype, porque tienen dudas de las pruebas que mandó el 4 de octubre porque las van a mandar a traducir. El 5 de febrero le dicen que las pruebas que mandó el 4 de octubre, hacía cuatro meses, aún no habían sido traducidas”.
Y sigue pasando el tiempo: “En mayo, la víctima se vuelve a visitar al doctor para preguntar por su caso, y porque ella se entera de que la composición del comité había cambiado. El doctor, sin embargo, le dijo que su caso seguía dependiendo del antiguo comité. Y le aseguró que antes del verano habría resolución para su caso”.
Sin embargo, en julio de 2018, tras el pleno de Estrasburgo, el presidente el comité anterior le manda un mail en el que le dice que aún no había resolución. Desde entonces, ha habido pleno en Estrasburgo en septiembre y en octubre, pero ella sigue sin respuesta ni información desde julio: “No ha habido medidas cautelares contra el asesor porque no están en ningún protocolo, no está previsto”.
“Esto demuestra lo complejo del proceso”, explican integrantes del colectivo MeTooEP, “la falta de información con respecto a los derechos y obligaciones, no hay perspectiva de género ni de víctima ni de nada. Y este es el único caso de agresión sexual que tenemos constancia porque lo sabemos de primera mano, y demuestra que hay una barrera por la que las mujeres no denuncian, no saben sus derechos: el proceso es lento, desagradable, disuasorio para la víctima. Y, además, lo que decida el comité no es vinculante”.
Las trabajadoras impulsoras del MeToo en el Parlamento Europeo lo ven claro: “Es una estructura petrificada, indescrifable, hiperburocratizada, que lo que hace es que las víctimas no deciden denunciar”. ¿Por qué? “Porque la relación de poder es brutal. El nivel de poder y de impunidad de los hombres eurodiputados es brutal, la relación jerárquica y patriarcal es súper obscena. Manejan a su antojo 25.000 euros mensuales, tienen la vida de muchas personas en su mano, y si hay por medio un eurodiputado, en el comité que ve el caso hay también eurodiputados: tienen voz y voto, son jueces y parte. Por eso pedimos un solo comité con composición variable según el caso, con perspectiva de género, no dos, unos para eurodiputados que son juez y parte y otro para funcionarios. Es un problema estructural de la propia institución. Se reproduce a lo bestia”.