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No sabemos su nombre, pero sabemos que ha montado un buen lío. La vida de Trump era mucho más tranquila hasta que decidió poner por escrito que el presidente de Estados Unidos había presionado a un gobierno extranjero para que le ayudara a hundir a un rival político. Casi nada se sabe de la nueva “garganta profunda” de la política estadounidense, pero ya vamos conociendo algún detalle.
El “topo” trabaja en la agencia de espionaje estadounidense por excelencia, la CIA. Así se lo cuentan a The New York Times tres fuentes conocedoras de su identidad, que también confirman que Garganta Profunda estuvo, durante un tiempo, destinada en la Casa Blanca. El periódico cree que el denunciante es un analista que conoce muy bien la política estadounidense sobre Ucrania. Con tanto detalle parece que están poniéndoselo fácil a Trump para averiguar quién es, pero el New York Times dice que “su credibilidad y su sitio en el gobierno son fundamentales para comprender uno de los asuntos más importantes a los que se enfrenta el país”.
A pesar de los esfuerzos del presidente y de muchos republicanos para desacreditar a Garganta Profunda, el propio jefe del espionaje estadounidense nombrado por Trump ha declarado bajo juramento que “obra de buena fe” y “ha cumplido con la ley”. El Inspector General de Inteligencia, que es quien gestiona su denuncia, ha dicho que la queja oficial es “creíble” y demuestra una “preocupación urgente”. Ha llegado a esa conclusión a pesar de que Garganta Profunda no estaba presente en algunos de los hechos que ha denunciado, pero sí que ha compartido con el inspector general las identidades de los agentes de inteligencia y otros altos funcionarios que pueden corroborar su versión
Tuit tras tuit el presidente insiste en que todo es un montaje y que Garganta Profunda denuncia de oídas. Sin embargo, Trump ha ido más lejos en un discurso a puerta cerrada ante varios diplomáticos, llegando incluso a sugerir la pena de muerte para quien le haya pasado la información. Ha dicho: “quiero saber quién es la persona que le dio la información porque esa persona es casi un espía. Ya sabéis lo que solía hacerse en los viejos tiempos, cuando éramos listos con los espías y la traición, ¿verdad? Solíamos solucionarlo de una manera diferente”.
Obviamente Trump se refiere a que EEUU ha ejecutado espías en el pasado y que la traición sigue siendo un delito que se puede penar con la muerte. Horas después la Cámara de Representantes ha aprobado sin un solo voto en contra una declaración pidiendo a Trump que deje de desacreditar al denunciante.
Uno de los datos que nos da sobre Garganta Profunda el Inspector Nacional de Inteligencia es que, hoy por hoy, no es trumpista. En su examen inicial de la denuncia señala que hay “algún indicio de un posible sesgo político por su apoyo a un candidato rival”, pero después de hacer una primera comprobación, sigue manteniendo que el denunciante es “creíble”.
El denunciante ha designado a dos abogados para que protejan sus intereses y acuerden las condiciones para que pueda acudir al Congreso a declarar. Ha sido uno de ellos el que le ha pegado una pequeña bronca a The New York Times por publicar que es agente de la CIA: “La decisión de publicar cualquier información que pueda percibirse como una ayuda para identificar al denunciante es profundamente preocupante e irresponsable, ya que puede poner a esa persona en peligro”. Leyendo las palabras de Trump sobre la traición y la pena de muerte, quién puede culparle de ser precavido.
La gran revelación al conocer su denuncia es que no solo acusa a Trump de presionar a Ucrania para su propio beneficio político, sino también culpa a sus asesores de darse cuenta perfectamente de lo que estaba pasando e intentar ocultar las pruebas. Al ver que lo hecho por Trump en la llamada podía ser considerado como “solicitar la intervención de una potencia extranjera en las elecciones presidenciales de 2020”, decidieron borrar las huellas. Elevaron artificialmente el nivel de alto secreto de un documento, la transcripción palabra por palabra de la conversación, para así reducir drásticamente el número de gente que podía leerla legalmente. Y según Garganta Profunda, no era la primera vez que usaban la excusa de que un documento era “sensible para la seguridad nacional”, cuando en realidad solamente era sensible políticamente para el presidente
Sabemos muy poco de esta persona. El Inspector General de Inteligencia sí que sabe quién es, pero ni la Casa Blanca, ni el gobierno, ni el Director General de Inteligencia conocen su nombre. Es, de momento, un agente anónimo de la CIA que vio una posible ilegalidad y tuvo el valor de denunciarla. Veremos cuánto dura el anonimato.
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