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París abre los Juegos con una ceremonia inaugural única en el Sena y gran despliegue de seguridad tras el caos ferroviario

Amado Herrero

París —

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París vistió de fiesta al río Sena para la ceremonia inaugural de sus Juegos Olímpicos. Un espectáculo fuera de lo común, la primera que se ha desarrollado fuera de un estadio. Un desafío técnico y un riesgo para los organizadores, que quisieron fundir, como nunca antes, la gala de presentación y la ciudad anfitriona. Para ello diseñaron un desfile náutico de seis kilómetros por el río puntuado de un espectáculo artístico, en los muelles entre los puentes de Austerlitz e Iéna.

Fragmentada en doce viñetas y apoyada en estrellas francesas, como Aya Nakamura, e internacionales, como Lady Gaga, sirvió de reivindicación del soft power a la francesa, con el ritmo de canciones de Édith Piaf, Charles Aznavour y espacio para todos los géneros, desde el heavy metal a la música clásica, pasando por el rap.

Doce postales sobre la historia de París, desde la revolución francesa hasta el incendio de Notre Dame y su reconstrucción. Con guiños a las grandes industrias de la economía francesa, desde el mundo de los videojuegos (el Assasin's Creed de Ubisoft) y a la industria del lujo (el grupo LVMH es uno de los principales sponsors).

El evento supuso la creación de un estadio a cielo abierto con más de un centenar de miles de asientos, extendido a lo largo de 12 kilómetros por los muelles de la capital, que acogió también a más de un centenar de Jefes de Estado y de Gobierno.

Pluralidad

La ceremonia del Campeonato Mundial de Rugby en 2023 había generado un debate nacional. A muchos no les gustó la imagen demasiado estereotipada de Francia, anclada en el imaginario del siglo XX, cargada de baguettes, boinas, acordeones y camisetas de rayas. Esta vez los organizadores tiraron de ironía y en la primera viñeta un acordeonista alado -con baguettes en las alas- recibió sobre el puente de Austerlitz (y bajo la lluvia) a las primeras delegaciones.

El espectáculo fue concebido por el director artístico Thomas Jolly, prodigio de las artes escénicas en Francia con tres premios Molière -dos de ellos por la puesta en escena del musical Starmania- en su currículum. “Era necesario reflejar la realidad de París, la realidad de Francia. Una pluralidad y una complejidad que quiero transmitir como idea de país”, explicaba su creador en los días previos.

Junto a la coreografía de Maud Le Pladec y la dirección musical de Victor Le Masne, en la creación participaron el historiador Patrick Boucheron, la guionista de series Fanny Herrero (Call My Agent y Drôle) y la escritora franco-marroquí Leïla Slimani. Con el objetivo de transmitir una imagen positiva y optimista de los valores de la ciudad pero guardando la lucidez y el sentido del humor. “Francia, por ejemplo, es una promesa de libertad para el mundo; una promesa que siempre traiciona, pero a la que de todas formas permanece unida”, resumía Boucheron en una entrevista con Le Monde.

Aya Nakamura y la Guardia Republicana

Otra de las polémicas que habían precedido a la ceremonia era la presencia de la cantante Aya Nakamura, una de las intérpretes más escuchadas en francés, víctima de ataques racistas de parte de sectores de la extrema derecha. De nuevo los organizadores le dieron la vuelta con un símbolo reivindicativo, con la artista interpretando un mix de canciones propias y de otros grandes artistas franceses, junto a la Guardia Republicana, sobre el puente de las Artes, ante a la Academia Francesa, en la viñeta titulada Égalité.

Fue una de las imágenes más fuertes de la ceremonia, junto al baile de Guillaume Diop, primer danseur etoilé racializado en la Ópera de París, sobre el tejado del Ayuntamiento, otro de los momentos fuertes. También la interpretación de La Marseillaise de la mezzo soprano Axelle Saint-Cirel, como fondo de la viñeta Sororité, en la que estatuas de grandes personalidades femeninas de Francia, como Simone Weil y Gisèle Halimi, fueron emergiendo de sus pedestales.

Lluvia y fuertes medidas de seguridad

Si la semana que viene el calor va a ser la tónica en las competiciones, la lluvia presidió la ceremonia de apertura, estropeando las estampas del ocaso violeta en el cielo parisino y sus reflejos en el agua. El caudal del río era otra de las preocupaciones de los organizadores; alarmantemente alto en las semanas previas -algunos ensayos tuvieron que retrasarse- si no hubiese bajado en la última semana hubiese obligado a replantear parte de la ceremonia por la velocidad y la altura de los barcos al paso por los puentes.

Ha sido un espectáculo marcado también por la seguridad, supervisado por 75.000 agentes, drones militares, francotiradores en los tejados y vehículos blindados en las calles horas después de que Francia haya sufrido un sabotaje organizado contra su red de trenes de alta velocidad que ha provocado anulaciones masivas y retrasos. Un incidente sobre el que la fiscalía de París ya ha anunciado una investigación.

“Cada vez son menos las ciudades y países que se postulan para organizar las Olimpiadas, y los que lo hacen a menudo son países autoritarios”, señalaba recientemente el especialista internacional sobre el olimpismo Armand de Rendinger, en una intervención en la televisión francesa. “Hoy en día, organizar los Juegos implica una cantidad increíble de seguridad y trabajo logístico”.