Asad refuerza su control sobre lo que queda de Siria con tácticas mafiosas

Martin Chulov

26 de mayo de 2021 23:06 h

0

Un tirano, un criminal de guerra, un capo mafioso o, para sus seguidores, el salvador. En las opiniones sobre Bashar al-Asad es difícil encontrar un punto medio. El líder sirio se ha enfrentado este miércoles a unas elecciones presidenciales de resultado cantado, pero la verdadera demostración de autoridad que ejerce en su país destrozado se ha consolidado lejos de las pancartas políticas y las mentiras de campaña.

En maltrechos pueblos y ciudades, asolados por 10 años de brutalidad, la figura del ahora veterano presidente se ha ido recuperando y consolidando como la única capaz de levantar al país desde las ruinas del conflicto más devastador de la era moderna en la región.

A lo largo del último año, Asad y su familia han ido apuntalando su influencia poco a poco. Se le ha visto poco durante la mayor parte de la crisis, pero en las zonas del corazón industrial de Siria aún en pie se ha convertido en un habitual, visitando fábricas, preguntando a los empleados por sus dificultades y recibiendo a delegaciones en el punto álgido de los combates con una facilidad observada por pocos.

Puede que sus aliados de Irán y Rusia hicieran el trabajo duro de salvar al régimen de una derrota en los campos de batalla, pero una estructura más tradicional, la casa de Asad, ha sido igual de importante en lograr que el país se mantuviera unido desde dentro. En muchos sentidos, Siria está ahora más controlado por la familia Asad de lo que estaba al principio de la guerra. Las estructuras de poder desarrolladas en las últimas cuatro décadas han afianzado la dinastía y la dictadura.

Cuando la guerra civil llegó a un punto muerto y los terroristas de ISIS fueron derrotados, Bashar al-Asad y Asma, su esposa, tomaron la medida extraordinaria de expulsar al hombre más rico del país, Rami Makhlouf. Primo hermano de Asad y consejero financiero, Makhlouf era una persona intocable. Hasta que de repente dejó de serlo.

A principios de 2020, Asma al-Asad se hizo con la organización benéfica con la que Makhlouf atendía a las familias de los leales al Gobierno muertos en combate. Según un importante empresario sirio, exiliado por apoyar las revueltas contra el presidente, “en ese momento, Bashar y Asma ya habían resuelto por dónde seguiría entrando el dinero a Siria”. “Estaba el sistema de la ONU y las ONG” dice. “Asma puso a todas las organizaciones benéficas bajo su control y Rami perdió muy rápidamente su papel de mecenas; el resto fue fácil”.

Lo siguiente fue dejar a Makhlouf sin sus acciones en la red de telefonía móvil Syriatel, una de las pocas empresas que aún generaban ingresos en una economía asolada por las sanciones, por el derrumbe del vecino Líbano, por la caída en picado del tipo de cambio y por una inflación desatada. También se neutralizó una sociedad de Makhlouf que se había convertido en el mayor vehículo de inversión de Siria.

Los Asad estaban ahora a cargo de las finanzas y Makhlouf tenía que defenderse con una serie de vídeos en Facebook. En el último, publicado hace dos semanas, se lamentaba por su suerte y decía que pronto se produciría un “milagro” en Siria.

Muchos analistas dicen que el único milagro real sería una mayoría de menos del 90% para Asad en las elecciones de este miércoles que le darán otro mandato de siete años. Estados Unidos y la Unión Europea consideran ilegítima la consulta electoral porque no incluye a toda la sociedad siria (gran parte del norte sigue fuera del control del Gobierno central) y porque no respeta las condiciones impuestas por la ONU para terminar el conflicto.

“Es el Tony Soprano de Oriente Medio”

La facilidad con la que Makhlouf fue destituido y la forma en que Asad ha asegurado su control sobre los ingresos del país han alimentado las clásicas comparaciones con sistemas mafiosos que aprovechan la debilidad de las estructuras estatales para reforzar su dominio y mantener a sus seguidores bajo su tutela.

“El momento clave para Bashar fue la muerte de su madre, Anisa [en 2016]”, dice el empresario. “Le abrió las puertas a Asma y le dio más libertad a Bashar para hacer lo que quería. Anisa era de línea dura, en 2011 insistía en la represión contra los manifestantes”.

La violencia que vino después provocó el desplazamiento de la mitad de la población de Siria hacia el extranjero, la muerte de más de medio millón de personas y el derrumbe de la economía.

En conversación con el periódico The Guardian, cuatro empresarios sirios dicen haber sido extorsionados en los últimos meses por funcionarios que llegaban a sus oficinas hablando de tasas de importaciones o inventarios pendientes de pago.

“Aparecieron en el taller y en el patio comercial de mi amigo diciendo que venían de la aduana”, cuenta un importante empresario. “Empezaron con una demanda impagable y al final la redujeron a 400.000 dólares; simple y llanamente: una estafa. Están en bancarrota y tratan de recuperar el dinero como sea. Han perdido decenas de miles de millones en el Líbano y no les están llegando ingresos”.

En Homs, la tercera ciudad de Siria, otro empresario habla de una visita que recibió en marzo con funcionarios de seguridad diciéndole que estaba en deuda: “Al cabo de una semana pude arreglarlo, pero me costó 180.000 dólares y tuve que regalarle un coche al comandante”.

Que Siria se destape como un Estado mafioso es motivo de sorpresa para muchos de los que conocieron a Asad en los primeros años de su presidencia. Pero para otras personas que trataron mucho con él, nunca hubo dudas de que terminaría así.

“Al-Asad es el Tony Soprano de Oriente Medio”, dice un exjefe de operaciones de la CIA para Oriente Próximo que conoció al líder sirio. “A grandes rasgos, es un jefe de la mafia con crisis familiares y rivalidades omnipresentes que supervisa un sindicato del crimen diseñado para enriquecerse a sí mismo y a su familia y que siempre está dispuesto a usar la violencia para lograr sus objetivos”.

“Pero también tiene un lado encantador, como el personaje de [la serie de] HBO, y así ha engañado a generaciones de dirigentes estadounidenses y europeos que recurrían a él”, dice también. “Uno habría esperado que matar a cientos de miles de sus compatriotas y cometer crímenes de guerra habría cambiado la opinión mundial”.

En su opinión, “la idea del Bashar progresista que se impulsó a principios de la primera década del siglo era toda una farsa: un joven y apuesto oftalmólogo formado en el Reino Unido, enamorado de la tecnología occidental y casado con una exbanquera”. “Muchos de los que seguimos lo que ocurre en Siria argumentamos en vano que Bashar no era sino un capo mafioso. Tal vez la esperanza de que la primavera árabe se afianzara en Siria fue lo que nubló el juicio colectivo, o que la fuerza de una población altamente educada fuera capaz de sublevarse y convertirse en un modelo para Oriente Medio”.

Lo esencial, según el exanalista de la CIA, es que Bashar era un producto perfecto de su padre “y Siria estaba destinada a sufrir con su llegada al trono”. “Nunca abandonaría al-kursi (la silla), bajo ninguna circunstancia que no fuera su muerte”.

Según Ribal al-Asad, primo de Bashar que lleva dos décadas en el exilio, la comunidad mundial parece haber renunciado a Siria. “El mundo le permite celebrar estas elecciones”, dice. “En los últimos diez años no ha ocurrido nada que permita ser optimista. Hay muchos sirios buenos viviendo en el extranjero, gente inteligente y decente que, viendo a la oposición, cree que son peores. Del mismo modo no piensan en unirse al régimen porque es una dictadura y eso les llevaría a estar en la lista de sanciones inmediatamente”.

Entre la diáspora siria no ha habido una reacción homogénea al anuncio de elecciones en Siria. En la vecina ciudad de Beirut han atacado a los convoyes de vehículos con banderas que llevaban las pepeletas de voto a la embajada siria. Varias autoridades libanesas han dicho que muchos votantes están siendo obligados a acudir a las urnas. Turquía y Alemania han prohibido el voto, con legisladores calificando la votación de “teatro” y “farsa”.

“En resumidas cuentas, la familia es la que sigue mandando”, dice el alto empresario. “Son muy sensibles a las cuestiones internas y saben cómo gestionarlas. Su dicho es 'puede que no tengas que escuchar a tus primos, pero sí tendrás que escuchar a sus madres'”.

Traducido por Francisco de Zárate.