Milicianos talibanes han entrado este domingo por la mañana en Kabul, el último reducto de poder del Gobierno afgano. Unas horas después, el presidente de Afganistán ha abandonado el país mientras, tras casi dos décadas de despliegue militar, Estados Unidos y otros aliados quemaban documentos y sacaban al personal de sus embajadas.
Esta misma semana, la Administración Biden, en sus peores previsiones, calculaba que Kabul podría caer en manos de los talibanes en el próximo mes. Y, a principios de julio, el presidente Biden decía que era “muy improbable” que los talibanes dominaran todo el país.
¿Qué ha pasado?
Los talibanes perdieron el poder tras la invasión de Estados Unidos en 2001, pero no desaparecieron ni renunciaron a sus aspiraciones de volver a controlar el país mientras algunos de sus líderes se refugiaban en Pakistán. Se replegaron a algunas zonas, pero la guerra civil nunca ha cesado. Más de 60.000 soldados del Ejército afgano han muerto luchando contra ellos, y más de 70.000 civiles han sido víctimas del fuego de ambos lados en la guerra. Más de 2.300 soldados de Estados Unidos han muerto. Dentro de la operación de la OTAN, también han muerto 102 soldados de España, que se retiró en mayo.
Desde que Donald Trump anunció en 2020 la retirada de las tropas de Afganistán, confirmada después por Joe Biden, los talibanes se han reorganizado aprovechando un supuesto acuerdo de paz. En mayo de este año, los talibanes lanzaron una ofensiva militar y lograron controlar varios distritos, incluidas localidades cerca de Kandahar, un lugar simbólico porque ahí empezaron su ascenso en 1994 y porque era la sede de una gran base de Estados Unidos.
¿Por qué no estaba preparado el Ejército afgano?
Es una de las grandes preguntas. El Gobierno de Estados Unidos se ha gastado desde 2001 al menos 83.000 millones de dólares para formar y armar a los soldados del Ejército afgano. En algunas de esas operaciones de formación han participado también militares y policías españoles.
Pero en estos años parte del dinero invertido sobre todo por Estados Unidos ha acabado financiando proyectos fantasma en manos de sátrapas locales, y los gobiernos afganos no han construido un Estado con el valor más preciado que ha faltado a menudo en la historia del país: legitimidad.
Los talibanes tienen menos fuerzas y menos armas que el Ejército afgano, pero su avance ha sido más fácil por la deserción de los soldados del ejército regular, que a menudo han conseguido salvar la vida a cambio de abandonar sus puestos y entregar su arsenal a los talibanes.
¿Y el presidente de Afganistán?
Es Ashraf Ghani, un antropólogo y ex empleado del Banco Mundial que Estados Unidos decidió apoyar de nuevo en las elecciones de 2019, en las que Ghani fue reelegido después de un disputado proceso y con una participación de menos del 20%. Su aire intelectual y sus estudios en universidades americanas inspiraron una confianza en Estados Unidos que no se correspondía con su capacidad y aceptación en su propio país. Su baja popularidad y poca capacidad de liderazgo dentro de su Gobierno han hecho que tenga aún menos margen de maniobra que sus predecesores.
Ghani ha tenido mala relación con su ejército, cuyos miembros se han sentido a menudo abandonados por dirigentes que parecían más preocupados por salvar el equipamiento que a sus soldados. En los últimos meses, el Gobierno de Estados Unidos también había perdido la confianza en el presidente afgano, como dejaba claro el secretario de Estado, Antony Blinken, en una carta donde mostraba irritación en marzo.
A lo largo de estas dos décadas, sus predecesores tampoco han conseguido apoyo suficiente entre la población como para estabilizar el país. Hamid Karzai, que presidió el país de 2001 a 2014, solía ser apodado “el alcalde de Kabul”.
¿Qué responsabilidad tiene EEUU en la fragilidad del Gobierno afgano?
La corrupción generalizada y la consolidación en el poder de algunos políticos y funcionarios conocidos por sus abusos han sucedido con la complacencia -como poco- de Estados Unidos, como reveló el Washington Post con la publicación de la documentación y entrevistas más extensas sobre la gestión de gobierno de estas dos décadas.
“Washington toleró a los mayores delincuentes -señores de la guerra, traficantes de droga, subcontratistas de defensa- porque eran aliados de Estados Unidos… El Gobierno de Estados Unidos fracasó a la hora de enfrentarse a una realidad más inquietante: fue responsable de alimentar la corrupción soltando enormes cantidades de dinero con poca visión o atención a las consecuencias”, escribe el Post en los llamados “papeles de Afganistán”.
¿Y las negociaciones?
Desde 2018, ha habido varias rondas de negociaciones entre los talibanes y el Gobierno afgano con la participación en varias ocasiones de Estados Unidos y momentos en que un acuerdo de paz parecía cercano.
En septiembre de 2020, el Gobierno afgano aceptó liberar a miles de prisioneros talibanes. Y en marzo de este año, los talibanes aceptaron un alto el fuego. Supuestamente, la retirada de las tropas de Estados Unidos se iba a producir como parte del acuerdo para que los talibanes y el Gobierno afgano negociaran la paz.
¿De dónde salen los talibanes?
Esta es una nueva generación, en parte, de los extremistas que conquistaron el país entre 1994 y 1996 en pleno caos por los intentos de guerrillas de dominar Afganistán. En este contexto, el creciente mercado de drogas financiaba a todos los bandos: a finales de los 90, Afganistán era el principal productor de opio del mundo.
Entonces la llamada Alianza del Norte, liderada por Ahmed Masud, se presentaba ante Estados Unidos y Europa como la manera de restaurar la paz en el país tras la invasión soviética de 1979, la retirada de los rusos en 1989 y la caída del Gobierno comunista de Mohammad Najibulá en 1992.
Masud recibió ayuda de Rusia, pero apenas apoyo de los aliados occidentales, como se quejaba en su visita al Parlamento Europeo en abril de 2001. El 9 de septiembre de ese año, dos días antes del 11-S, fue asesinado durante una falsa entrevista que en realidad era una trampa talibán. Su hijo decía esta primavera que habría otra guerra civil en Afganistán si Estados Unidos retiraba las tropas ahora.
Como lamentaba Masud, en los años 80, los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Pakistán ayudaron a algunos de los grupos que después serían conocidos como los talibanes para que lucharan contra la invasión de la Unión Soviética. Es uno de los fantasmas que persigue a la política exterior de Estados Unidos, aunque el papel de sus espías en aquellos años no está detallado.
¿Cómo llegaron al poder la última vez?
En 1996, los talibanes arrasaron con comunidades enteras y se empezaron a dar a conocer por sus prácticas extremistas en nombre del Islam, como la prohibición de las mujeres en la educación o la vida pública, el veto de la música o el ataque de cualquier símbolo de religiones diferentes del Islam, como los Budas esculpidos en las montañas de Bamiyán, un tesoro arqueológico que había resistido durante siglos a los vaivenes de Afganistán y que los talibanes volaron.
Entretanto, los civiles eran asesinados en los enfrentamientos militares o por las millones de minas antipersona diseminadas por el Ejército soviético. Decenas de miles de niños morían cada año por la disentería.
¿Por qué las mujeres huyen ahora?
El avance de los talibanes ha creado una ola de nuevas refugiadas que intentan huir desesperadas de la tiranía talibán. Cerca de un millón de personas han abandonado su hogar en busca de refugio en los últimos meses, según estima la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán. El Ministerio de Refugiados y Repatriaciones calcula que casi el 70% son mujeres y niños.
En los últimos meses de mayor fortaleza militar, los talibanes ya se han ensañado con las mujeres, atacando colegios y matando periodistas. A diferencia de lo que sucedía en los 90, cuando parecían una guerrilla más, su brutalidad ahora les precede.
¿Por qué Estados Unidos invadió Afganistán?
Los talibanes dieron cobijo a Osama Bin Laden y a sus militantes de Al Qaeda durante años mientras organizaban atentados en Occidente. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el entonces presidente George W. Bush pidió que entregaran al cabecilla que había orquestado los ataques. Cuando los talibanes no lo hicieron, Estados Unidos lanzó una ofensiva militar, autorizada por el Congreso y apoyada entonces por la OTAN y los aliados europeos.
Estados Unidos mató a Bin Laden en mayo de 2011, durante la Presidencia de Barack Obama, pero eso tampoco acabó con el despliegue militar en un país que seguía amenazado por los talibanes. Este domingo, el secretario de Estado Blinken dijo que el castigo de los atentados del 11-S era su única misión en Afganistán y ya está cumplida “con éxito”.
¿Por qué Biden se retira ahora?
Es uno de sus compromisos electorales y viene de su convencimiento de años de escepticismo sobre la capacidad de Estados Unidos de estabilizar Afganistán después de tantos años de ocupación.
Como vicepresidente de Obama, Biden se opuso incluso a la operación para capturar o asesinar a Bin Laden porque la consideraba demasiado arriesgada. En sus años como vicepresidente, solía jugar el papel de “paloma” y también se opuso a las intervenciones en Siria o Libia en contra de otras personas del equipo de Obama, como la secretaria de Estado, Hillary Clinton.
Parte del aparato del Pentágono quería convencerle ahora para que dejara al menos un número reducido de tropas en Kabul para ayudar al Gobierno afgano, pero Biden se negó argumentando que si se trataba de pocas fuerzas no servirían para detener la ofensiva, y Estados Unidos no podía mantener una guerra sin final.
“Soy el cuarto presidente de Estados Unidos en dirigir la presencia de tropas de Estados Unidos en Afganistán: dos republicanos, dos demócratas. No pasaré esta responsabilidad a un quinto”, dijo Biden en abril. También añadió: “No haremos una carrera apresurada hacia la salida. Lo haremos de manera responsable, deliberada y segura”.
La población de Estados Unidos no ha mostrado opiniones muy contundentes en los últimos años sobre esta guerra, pero la élite militar y experta en política exterior de ambos partidos es crítica con esta retirada.
¿Ha mejorado algo el país en estos 20 años?
El rápido deterioro de la situación política y militar del país indica que el Estado sigue siendo frágil y sin las instituciones que prometía. La sociedad ha tenido atisbos de progreso, con el avance en la educación de las mujeres y su acceso, aunque todavía limitado, a cargos públicos.
Una de las tres mujeres gobernadoras del país contaba hace unos días cómo ella misma tomaba las armas contra los talibanes.
La situación sanitaria ha mostrado un lento progreso, si bien Afganistán sigue siendo uno de los países del mundo donde es más probable morir por enfermedades que se pueden prevenir, sobre todo en el caso de mujeres y niños.
La libertad de prensa, inexistente hace dos décadas, ha avanzado gracias a la lucha de periodistas valientes, especialmente mujeres jóvenes. Ahora temen por su vida, como contaba una reportera que ha dejado de dar las noticias para huir de su ciudad e intentar salvarse. “Sé que los talibanes vienen a por mí”, escribía hace unos días.