Assange publica sus declaraciones a la fiscalía sueca

El 13 de noviembre, la fiscalía sueca accedió a interrogar a Julian Assange en la embajada de Ecuador. El interrogatorio tuvo lugar seis años después de que la fiscalía sueca emitiera la orden de arresto y extradición contra el fundador de Wikileaks, para que respondiera a las acusaciones de violación y asalto a dos mujeres a las que conoció en Estocolmo, A.A. y S.W.

Tres semanas después de ese interrogatorio, Assange ha decidido publicar su declaración completa, que eldiario.es ofrece en exclusiva y que sirve como cronología de su caso.

En la primera parte del documento, Julian Assange describe el clima de persecución y hostigamiento que precede y rodea su viaje a Estocolmo. Dos semanas antes, Wikileaks había publicado los Diarios de la Guerra en Afganistán, unos 75.000 documentos clasificados del Pentágono con información sobre la muerte de decenas de miles de personas. Assange documenta la escalada de amenazas con artículos de medios como The New York Times, The Washington Post o la revista Harper's, donde hay declaraciones del Pentágono y el Ministerio de Defensa que plantean medidas drásticas y hasta ilegales para capturar al australiano.

El acoso se extiende a otros miembros de Wikileaks, que son detenidos repetidamente en los aeropuertos, y a otros países. Washington advierte a Suiza que “considere cuidadosamente ofrecer asilo a alguien que está escapando de la ley”, y a Islandia que podría darse una revisión de sus relaciones con EEUU por culpa de los Diarios. Al llegar a Suecia, Assange encuentra que las cuentas y tarjetas de Wikileaks han sido canceladas. “Debido a esto (...) tuve que depender de otros, no solo para tener un techo sino para comida y dinero”. Aquí es donde entran las dos mujeres que le acusaron de asalto sexual, acoso y violación.

“SW sabía una cantidad inusual de cosas sobre mí”

Durante los primeros días, Assange se había quedado en casa de A.A., militantes del Partido Socialdemócrata sueco, A.A., con la que mantuvo relaciones. Conoce a S.W. en una charla y una comida posterior, de la que se marchan juntos. La mujer le deja claro que quiere tener sexo con él y los dos van en tren a su casa en Enköping, al oeste de la ciudad.

Según el australiano, W. se porta de manera extravagante e intensa, preguntando si se queda en casa de A. y enfadándose cuando mira su móvil en lugar de prestarle toda su atención. “SW sabía una cantidad inusual de cosas sobre mí”. Assange siente que “corría el riesgo de revelar mi localización y que podría portarse de manera impredecible si creyera que la estaba rechazando”. Más adelante descubre que su cuenta de Flickr estaba llena de fotos suyas.

A pesar de su intuición, se acuestan juntos “cuatro o cinco veces” entre la noche y la mañana siguiente. Ella le acompaña al tren, donde se despiden con un beso y quedan en llamarse. Ella lo hace al día siguiente pero él está tan ocupado que no lo hace hasta una semana más tarde, cuando alguien le avisa de que W. está en el hospital. “Al principio me temí que se hubiera hecho daño a sí misma para llamar mi atención”. Se equivoca: la chica está haciéndose pruebas para descartar posibles enfermedades de transmisión sexual y quiere que él también las haga. Julian no puede ir ese día y quedan para el sábado. Al día siguiente Assange se entera por la prensa internacional de que ha sido arrestado “en ausencia” por violación.

“La policía se había inventado los cargos”

Para apoyar su versión de que el sexo fue consensuado en todo momento, Assange cita mensajes que W. envía durante esos días desde su móvil y que la policía incautó. Allí comparte con alguien su deseo por Assange (“I want him. I want him”) y dice más tarde que todo está bien entre ellos, salvo por lo de las pruebas de ETS. Más relevante al caso, escribe que “no quería acusar a Julian Assange de nada” y que “la policía quería echarle el guante” y que fue un shock enterarse de la acusación de violación. También dijo que “la policía se había inventado los cargos” y que ella sólo quería que se hiciera el test. Más adelante, en varios intercambios de mensajes con A.A., las dos mujeres hablan de contar su historia a la prensa a cambio de dinero. Assange considera que estos “hablan por sí mismos”.

Sobre la acusación principal, que ella estaba dormida cuando el la penetró y que no dio su consentimiento para mantener relaciones sin preservativo, Assange asegura que “es falso. Estaba seguro de que S.W. no estaba dormida. También estaba seguro de que había dado su consentimiento a tener sexo sin protección antes de tener relaciones”. En sus mensajes de la noche de su primer encuentro ya dice que “JA (Assange) no quiere usar preservativo”. Esa madrugada, momentos después de la presunta violación, W. escribió que “estaba medio dormida”.

Un patrón de conductas ilegales

Assange asegura en su declaración que permaneció voluntariamente cinco semanas más en Suecia para contestar todas las preguntas de la policía y que sólo se marchó cuando obtuvo el permiso de la fiscal para volver a Londres y el caso quedó cerrado.

Poco más tarde, el 29 de noviembre, Wikileaks comienza la publicación del Cablegate. 251.287 telegramas diplomáticos del Departamento de Estado de EEUU salen a la luz con la ayuda de un consorcio de medios de comunicación que incluye a The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y El País.

“Los cables revelaban que los servicios de inteligencia suecos tenían un patrón de conductas ilegales cuando estaban en juego los intereses del Gobierno estadounidense”, dice Assange, incluyendo casos de tortura relacionados con la CIA.

Interpol emite una “alerta roja” para “localizar y seguir los movimientos” de Assange. El caso se reabre.

Assange explica en una carta que ha publicado este documento porque “quiero que la gente sepa lo abusivo que ha sido este proceso”, en el que no ha tenido derecho a la presencia de su abogado sueco, Per E. Samuelsson, ni acceso a los documentos que maneja la acusación. También ha reiterado que la negativa de la fiscalía sueca a proceder al interrogatorio en los últimos seis años es ilegal e inaceptable.

Unos preliminares que se alargan seis años

Desde el primer momento, la fiscal que reabrió el caso, Marianne Ny, aseguró a los medios de comunicación que la ley sueca y la británica no contemplaban la posibilidad de que Julian Assange pudiera ofrecer su testimonio por via telemática, o en cualquier lugar que no fuera Suecia, incluyendo la propia embajada sueca en Londres. Dos años después, Ny admitió que había un tratado de Asistencia Legal Mutua que permitía ese tipo de arreglo, pero que no era apropiado porque necesitaba interrogarle en persona.

El acuerdo, sin embargo, ofrece a la posibilidad de interrogar a Assange por teléfono, vídeo o de manera presencial, en compañía de la policía británica, con el permiso de la embajada ecuatoriana. Durante todo este tiempo, Assange ha mantenido en todo momento que la acusación es un pretexto para extraditarle a EEUU, donde podría enfrentarse a la pena de muerte a causa de la filtración de documentación secreta de EEUU por Wikileaks.