En primavera de 2018 Bill Browder, el hombre que llegó a ser el mayor inversor extranjero en Rusia y que acabó expulsado del país, viajó a España para reunirse con el fiscal anticorrupción José Grinda. “[Iba a] compartir con él pruebas de que el dinero negro relacionado con el asesinato de mi abogado ruso, Serguéi Magnitski, se había usado para comprar propiedades de lujo a lo largo de toda la Costa del Sol”.
La reunión estaba prevista a las 11 de la mañana. A las 8.15 horas, Browder salía de su lujosa suite del Gran Hotel Inglés de Madrid para bajar a desayunar, pero se encontró con dos policías en la puerta. “Interpol. Rusia”, fueron las dos palabras que pronunciaron los agentes antes de detenerle. La sorpresa no le permitió avisar a nadie, así que publicó un tuit para denunciar la situación: “En la parte trasera de un coche de policía español yendo a comisaría por una orden de arresto rusa. No me dicen a qué comisaría”.
Browder fue liberado esa misma mañana cuando Interpol rechazó la orden de arresto. Rusia ha intentado capturar al empresario hasta en siete ocasiones abusando de la organización de cooperación policial. De hecho, en 2013 el organismo emitió un comunicado diciendo que “Rusia no puede utilizar Interpol para intentar arrestar a William Browder”.
Esta historia arranca en 1996, cuando Browder se traslada a Moscú para poner en marcha un fondo de inversiones en un país lleno de oportunidades (y corrupción) tras la caída de la URSS. Hizo de las denuncias de corrupción un modelo de negocio y obtuvo enormes beneficios. “No pretendía detener por completo los robos. Simplemente tenía que crear la presión suficiente para que hubiera un cambio mínimo. Las acciones de las empresas estaban tan infravaloradas que cualquier mejora haría que su valoración subiera estratosféricamente”, reconoce en su libro ‘Orden de embargo’ (Roca Editorial). “Este enfoque de hacer denuncias públicas resultó ser notablemente provechoso”. Su traslado a Moscú tenía algo que ver también con su historia familiar. “Acababa de caer el Muro de Berlín y tuve una epifanía”, cuenta a elDiario.es “Mi abuelo, presidente del Partido Comunista de EEUU entre 1932 y 1945, fue el mayor comunista de América y yo quería ser el mayor capitalista en Rusia”.
“Cuando Putin llegó a la presidencia tenía el mismo problema que yo. Los oligarcas le estaban robando poder al tiempo que a mí me estaban robando dinero. Nuestros intereses estaban alineados”, cuenta Browder a elDiario.es. “Cuando empecé a exponer los crímenes y la corrupción de los oligarcas, Putin lo aprovechó en su propio beneficio para aplastarlos. Cada vez que yo denunciaba un escándalo, él se metía. Y así durante cuatro años”. Browder entonces veía a Putin como un “tecnócrata competente”.
En octubre de 2003 llegó el arresto del oligarca más rico de Rusia, Mijaíl Jodorkovski. “Al principio lo celebré. Había 22 oligarcas y pensé: uno derribado, quedan 21”, confiesa. “Pero entonces, el siguiente oligarca, Roman Abramovich, no solo no fue arrestado, sino que Putin le compró su empresa petrolera por 13.000 millones de dólares ¿Por qué?”. Algunos llegaron a un acuerdo con Putin a cambio de lealtad y respetar su autoridad y, según Browder, “Putin les pidió el 50% de sus bienes y se convirtió en el hombre más rico de Rusia y del mundo”. “Ahí cambió todo”, dice.
En 2005, Browder fue expulsado de Rusia y declarado una “amenaza a la seguridad nacional”. 18 meses después, las autoridades asaltaron las oficinas de Hermitage Capital y las de su abogado y se llevaron toda la documentación. El abogado, Serguéi Magnitsky, descubrió en 2008 que funcionarios corruptos utilizaron toda esa documentación para solicitar un reintegro de impuestos fraudulento de 230 millones de dólares. 16 días después de denunciar el fraude, Magnitsky fue detenido y murió en prisión a los 11 meses. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó a Rusia por negar cuidados médicos adecuados al abogado y por no llevar a cabo una investigación apropiada de su muerte. La sentencia sostiene además que la denuncia de las palizas son creíbles.
El hombre detrás de las sanciones
Desde entonces, Browder se ha dedicado a vengar la muerte de su abogado. El empresario continuó la investigación que Magnitsky no pudo concluir y ha hecho campaña por todo el mundo para la aprobación de leyes que permitan sancionar a los oligarcas rusos, lo que le ha convertido en uno de los grandes enemigos de Putin. “Rusia no investigó el fraude de los 230 millones porque resulta que Putin era uno de los beneficiarios”, dice. En el libro describe el detallado rastro del dinero que hizo junto a su equipo y todos los casos judiciales abiertos en todo el mundo para castigar a los responsables. Suiza, por ejemplo, congeló 20 millones de dólares en total y en EEUU una empresa pantalla aceptó pagar 6 millones para no ir a juicio.
Gracias al lobby de Browder, el hombre en la sombra detrás de las sanciones a líderes rusos próximos al Kremlin, Estados Unidos fue el primer país en aprobar la Ley Magnitsky en 2012. El texto permite al Gobierno sancionar a rusos sospechosos de graves violaciones de derechos humanos o corrupción a gran escala. Posteriormente la ley se extendió a cualquier infractor en cualquier parte del mundo y actualmente castiga a más de 300 personas en 40 países. A EEUU le siguió Canadá, Reino Unido y la UE, entre otros.
Putin está sufriendo porque el presidente guarda su dinero a través de los oligarcas. Si quieres ir a por Putin, hay que ir a por los oligarcas
“Era la primera vez que usábamos las sanciones individuales de esta forma y nos costó mucho convencer a los gobiernos y legisladores de que era una buena idea”, dice Browder. “Después de muchos años haciéndolo en EEUU, Europa, Canadá y Reino Unido, se ha convertido en la herramienta natural y ruta directa tras la invasión de Ucrania. La ley ha sido la plantilla utilizada para sancionar por la guerra”, añade.
Naturalmente, Browder es un firme defensor de las sanciones. “Putin está sufriendo porque el presidente guarda su dinero a través de los oligarcas, así que su dinero está congelado”, dice. “El término oligarca ha cambiado con el tiempo. Originalmente era alguien con mucho dinero y mucho poder político, pero cuando Putin llegó al poder les quitó ese poder político y ahora solo son personas extremadamente ricas cuyo principal objetivo es servir como testaferros de Putin. Si un oligarca tiene 15.000 millones, 7.500 pertenecen al presidente”, añade.
“Si la gente dice que las sanciones no funcionan porque Rusia no se está retirando de Ucrania es como decir que encarcelar a un asesino no funciona porque sigue habiendo asesinatos. Hay que crear un castigo para este tipo de cosas y este es un castigo extremo que le duele mucho”, dice Browder. “Si quieres ir a por Putin, hay que ir a por los oligarcas. Cuando se aprobó la Ley Magnitsky en EEUU en 2012, su principal prioridad de política exterior fue derogar el texto”.
“No tengo miedo, tengo cuidado”
El trabajo de Browder le ha convertido en uno de los grandes enemigos de Putin. Tanto que el presidente ruso sacó su nombre durante su famosa rueda de prensa con Trump celebrada en Helsinki en 2018. Putin acusó a Browder de no pagar impuestos, llevar ese dinero a escondidas hasta EEUU y financiar con él la campaña de Hillary Clinton. “Si podía sacar el nombre de cualquier persona en el mundo, ¿por qué yo? Porque odia la ley Magnitsky con todo su corazón”.
“Putin ha pasado 10 años intentando desacreditarme y detenerme por ser el padre de esas leyes. Ha ido por todos los países utilizando desinformación, agentes, abogados, empresas de comunicación y todo lo posible para que no se aprobasen las leyes Magnitsky”, dice Browder. “Hay todo un aparato en Rusia con inmensos recursos dedicado a intentar destruirme. Me vigilan, me demandan, amenazan con secuestrarme, envenenarme y matarme…”.
Muchos de los que han seguido y ayudado a Browder en su campaña a favor de la ley Magnitsky y en su investigación del fraude de los 230 millones han muerto o han sufrido extraños ataques. Alexander Perepilichnyy, una persona que filtró información clave para resolver el fraude de los 230 millones, murió en extrañas circunstancias cuando salió a correr en Londres. Boris Nemtsov, un conocido opositor que había abrazado la causa de la ley Magnitsky, murió asesinado en 2015. Otro de sus socios, Vladímir Kara-Murza, sufrió un extraño desmayo y tuvo que ser ingresado de gravedad en el hospital, pero sobrevivió. En 2017 le ocurrió lo mismo. “Es difícil creer que fue un accidente”, dijo tras la primera crisis. El año pasado, Bellingcat y otros medios publicaron que Kara-Murza había sido seguido por la misma unidad del FSB que supuestamente envenenó a Navalni.
El propio Browder contó a los medios en 2020 que escapó de un intento de asesinato en el Foro de Davos de ese mismo año: “Me llamaron los servicios secretos británicos, donde vivo, y me dijeron que los servicios de seguridad suizos les habían informado que habían descubierto una trama rusa contra mí en Davos”. “Los suizos arrestaron a dos rusos antes del foro y cuando les pidieron la identificación, mostraron pasaporte diplomático y huyeron del país”, añadió.
“Si fuera ruso, seguro que estaría muerto”, dice el empresario. “No tengo miedo, pero tengo que tener cuidado. Ahora con la guerra es mucho más peligroso porque una de las razones por las que Putin no lo había hecho antes es porque soy extranjero y eso habría provocado sanciones. Pero eso ya no le preocupa porque ahora las sanciones son más severas que nunca. La disuasión ha desaparecido. Sin embargo, aunque estoy en lo alto de su lista, ahora tiene otras preocupaciones”, añade.
“Ahora mi prioridad es que los gobiernos metan a más gente en la lista de sancionados de la Ley Magnitsky y que EEUU, Reino Unido y la UE utilicen el dinero congelado para apoyar a Ucrania ahora que Occidente empieza a sentir la fatiga financiera de ese apoyo”, concluye Browder.