Nadie mejor que un militar como Bolsonaro, además con tres décadas de carrera política, para saber que los sistemas de medición de la conservación de la selva amazónica rozan la perfección en Brasil. Se inauguraron a principios de los setenta y desde finales de los ochenta son referencia mundial. Los planes del presidente –la explotación de las riquezas naturales brasileñas–, sin embargo, están lejos de la moraleja que pueda conllevar el análisis de los resultados de los estudios oficiales publicados, por ejemplo, por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).
Entre los avanzados sistemas de control del INPE destaca el Deter-B, que identifica y mapea en tiempo real todo tipo de alteraciones en la superficie de la selva amazónica. Este programa detectó en el pasado mes de mayo 1.102,57 km² de áreas de alerta de deforestación, de las cuales 739,68 km² corresponden a la “eliminación completa de la cobertura forestal (corte raso)”. En el mes de junio las áreas de alerta han ascendido a 2.072,03 km², siendo 920,21 km² de eliminación total. Los estados de Mato Grosso y Pará se llevan la peor parte. Los datos del Deter-B pueden ser consultados a través de la web Terra Brasilis.
“El área de deforestación con corte raso en los últimos tres meses (abril, mayo, junio) acumula 1.907,1 km²,” indica el INPE. “En 2018 fueron registrados 1.528,2 km² en el mismo periodo, es decir, se observa un crecimiento del 24,8%”. Es complicado para Jair Bolsonaro alejarse del discurso antiambiental del que ha hecho gala durante los últimos tiempos y rebatir los exhaustivos y escrupulosos datos de tan elogiada institución de su propio Gobierno. Por ello, el presidente ha optado por apelar al nacionalismo y al amor propio de la población.
En los últimos días ha dictado, en primer lugar, las bases de lo que debería hacer el director del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, Ricardo Galvão, cada vez que aparezca ante sus ojos la realidad de la deforestación: “Por responsabilidad, respeto y patriotismo, buscar a su jefe inmediato, en este caso el ministro: mire, ministro, tenemos aquí unos datos, los vamos a divulgar, porque debemos divulgarlos, prepárese porque va a sufrir algunas críticas”.
Bolsonaro comentó ante la prensa que la divulgación de estas cifras dificulta acuerdos comerciales, por la imagen negativa del país, y que no deberían salir a la luz sin que él tuviera conocimiento previo. Acusó al director del INPE, además, de producir y propagar datos “que pueden no coincidir con la verdad”, y de estar “al servicio de alguna ONG”.
Conocedor del modus operandi de Bolsonaro con quienes no se alinean exactamente a sus ideas –ataques en público fueron antesala de las salidas del ministro de Educación, del ministro de secretaría del Gobierno y del presidente del Banco Nacional de Desarrollo–, Ricardo Galvão le ha respondido desde su posición de cabeza visible de los alarmantes datos de deforestación del Amazonas: “Forma parte de un plan para quemarme”. Según Galvão, el líder ultraderechista “ha tomado una actitud pusilánime, cobarde, de hacer una declaración en público tal vez esperando que pida la dimisión, pero no voy a hacer eso”.
Las voces de apoyo al trabajo del INPE han ido llegando en cascada. Edegar de Oliveira (director de conservación y restauración de ecosistemas de Fondo Mundial para la Naturaleza en Brasil) asegura a eldiario.es que los “datos son bastante consistentes, confiables, extremamente relevantes por su calidad científica, y por el hecho de ser transparentes”. En su opinión, los ataques de Bolsonaro tienen más que ver con su “falta de preparación” que con nacionalismo, y pecan más de “inmediatismo” que de patriotismo. “Hay productores conscientes, preocupados, a favor de las producciones sostenibles; Brasil no necesita deforestar para continuar abasteciendo al mercado de commodities,” explica de Oliveira, turbado por la actitud de un presidente que “va a contramano”.
La Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC), comandada por su presidente Ildeu de Castro Moreira, ha publicado un manifiesto en defensa del INPE, de su director y de sus investigaciones. “En ciencia, los datos pueden ser cuestionados, pero siempre con argumentos científicos sólidos, y no por motivaciones de carácter ideológicas, políticas o de cualquier otra naturaleza,” apuntan en el texto.
La SBPC, junto con la Academia Brasileira de Ciencias, entre otras instituciones científicas, ha enviado también una carta directa al presidente, con copia a los ministros de Agricultura, Ciencia y Tecnología y Medio Ambiente. Explican resumidamente, en la misiva, el amplio espectro de la palabra deforestación: “No se trata solo de conservar la selva como un sistema esencial para la regulación del proceso de cambio climático, de interés internacional, sino también de la preservación de la riquísima biodiversidad y de la supervivencia de la agricultura brasileña en todo el país, en particular en el centro-oeste y en el sudeste, cuyos regímenes de lluvia dependen fundamentalmente de la existencia de la selva amazónica y de su explotación sostenible”.
El ministro de ciencia y tecnología, Marcos Pontes, ha citado al director del INPE para discutir los datos, y no se ha saltado el guión: “Entiendo y comparto la extrañeza expresada por nuestro Presidente”. Pontes, teniente-coronel de las Fuerzas Aéreas Brasileñas, una de las piezas más respetadas del Ejecutivo y primer astronauta suramericano en viajar al espacio, también conoce bien el modo de obrar de Bolsonaro cuando quiere arrinconar a algún alto cargo que le obstaculiza.