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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Brasil, en el abismo de la polarización extrema

Una frase lapidaria presidía la portada de la revista IstoÉ del 04 de agosto de 2017: “Nace el anti Lula”. El millonario João Dória, entonces alcalde de São Paulo, mostraba su mejor sonrisa. Dória, último invento de las élites, arrasaba con un discurso antipolítico. “João Dória se consagra como el adversario directo del líder petista Lula”, afirmaba la revista IstoÉ. Cuando la portada del “anti Lula” llegó a los quioscos, el conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileira (PSDB), el partido tucano, no tenía candidato presidencial. Lula capitalizaba el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff. Y nadie hablaba demasiado del exmilitar Jair Bolsonaro.

En el creciente antipetismo se estaba fraguando un nuevo “anti Lula”. Y Dória había ganado el casting. “Yo soy el anti Lula. Estar contra Lula es estar a favor de Brasil”, aseguraba Dória. Cuando Arnold Schwarzenegger visitó a João Dória en São Paulo le saludó con un mediático “Hello, Mr. President”.

Sin embargo, los barones tucanos frenaron al interesado Dória. Había fila. Dória acabó siendo candidato del PSDB al Estado de São Paulo. Y el sistémico Geraldo Alckmin fue el candidato. Durante la guerra de tronos tucana, el antipetismo cabalgaba ya lejos de Alckmin. Sin Dória, el anti Lula era otro: Jair Bolsonaro. A finales de 2017, Lula se disparaba en las encuestan. Y usaba el antilulismo como trampolín. La prisión de Lula reforzó los dos bloques. De un lado, la narrativa del golpe contra la democracia“. Del otro, el discurso de odio de Bolsonaro. ¿Cuándo nació esta polarización?

La competición histórica entre el PT y el PSDB quedó sepultada bajo una polarización visceral. Monica de Bolle, directora de los estudios latino americanos de la Universidad John Hopkins de Baltimore alerta sobre unas “peligrosas elecciones” que sean un referéndum sobre el PT o sobre el régimen militar”. ¿Hasta qué punto la candidatura de Lula ha alimentado al anti Lula?

Radicalización

El PT, lejos de rehuir la polarización, está incentivándola. Su campaña para el segundo turno que vaticinan las encuestas entre Fernando Haddad y Jair Bolsonaro es un binario “civilización o barbarie”. “La izquierda piensa que Bolsonaro es el enemigo. Personas como Breno Altman confirman la predilección por Bolsonaro”, afirma Sílvio Pedrosa, profesor de la Universidad Nômade. La estrategia petista de apostar por Lula ha sido eficiente para hacer posible la candidatura de Fernando Haddad, para mantener la hegemonía en la izquierda y para reconstruir un partido dañado por su giro al centro. El PT ha recuperado la confianza del 20% de los brasileños, sin ningún atisbo de auto crítica.

¿Cuál es el precio de la lulificación de estas elecciones? Francisco Foureaux, vinculado al colectivo Tarifa Zero de Belo Horizonte, considera al PT irresponsable: “El PT desea un segundo turno contra el neofascismo, porque es la alternativa para su plan de poder, provocando una alianza artificial de todo el campo democrático, del centro derecha a la extrema izquierda, para llevar a su candidato al poder. Y que se joda el país”.

El PT hace años que abraza la polarización. Durante el Mundial de Fútbol de 2014 lanzó un chantaje emocional a los movimientos sociales: quien no apoyara a la selección de fútbol era coxinha (pijo de derecha). El PT aparcó así la brecha de las jornadas de junio, las revueltas de 2013 que no tuvieron cariz partidista ni lógicas binarias. En las elecciones de 2014, la estrategia del PT fue apostar por la polarización con el PSDB, para evitar el ascenso de Marina Silva.

La candidatura de Lula, en palabras de Silvio Pedrosa, pretende mantener a la sociedad polarizada entre lulismo y antipetismo, impidiendo posibles terceras vías: “La desconstrucción de Marina Silva en 2014 y las bajezas contra Ciro Gomes en 2018 lo comprueban”. Para la investigadora carioca Marcela Canavarro, de la Universidade de Porto, la candidatura de Lula refuerza la polarización con Bolsonaro, aunque coloca la responsabilidad en la persecución judicial: “Mucha gente de izquierda que había abandonado al PT volvió, como respuesta a la persecución”.

La paradoja es que estas elecciones no están polarizando los extremos, Jair Bolsonaro y Guilherme Boulos, del Partido Socialismo e Liberdade (PSOL). Fernando Haddad, forzando un relato más similar al PT de 1989 que al de 2002, ocupa ese extremo que no le correspondería por su programa.

Irresponsabilidad tucana

El ascenso de Jair Bolsonaro tiene un cómplice: el PSDB. Y por extensión, la derecha empresarial y la élite. Aunque la derecha nunca controló las jornadas de junio de 2013, intentaron canalizar las calles contra el Gobierno petista. Los medios de comunicación maniobraron contra Dilma y grupos como Verdade Nua & Crua o el Movimento Contra a Corrupção hicieron horrible el ambiente. La derecha fue jaleando un antipetismo visceral, regándolo con recursos y visibilidad mediática. Desde finales de 2014, el Movimento Brasil Libre (MBL), que goza de toda la simpatía tucana, emana odio contra el petismo.

La ola de manifestaciones convocadas por la derecha en São Paulo en 2015 fue el punto de no retorno del petismo. A pesar de que la mayoría de los manifestantes defendían pautas progresistas, el PT las calificó de derechistas. Y renunció a la pauta anticorrupción. El PSDB nunca criticó con claridad a los grupos prodictadura que iban saliendo del armario, porque estimaban capturar la mayoría de esos 44 millones de votantes antipetistas. Un error garrafal. Ese voto antipetista cultivado por los tucanos se lo lleva Bolsonaro. Otra paradoja: el 45% de quienes votarán a João Dória como gobernador de São Paulo son electores de Bolsonaro. Bolsodória, ese anti Lula soñado.

De cualquier manera, afirmar que el petismo y el bolsonarismo son las dos caras de la misma moneda es injusto. “Pavimenta el camino para la adhesión a un proyecto explícitamente autoritario, abriendo las puertas al fascismo como estrategia de afirmación del antipetismo”, asegura la analista Ana Carolina Evangelista.

Por otro lado, la letra pequeña de algunas encuestas revelan que el ascenso de Lula y Bolsonaro esconde emociones subconscientes. El 6% de los votantes de Lula votarán a Bolsonaro y el 13% de los bolsonaristas preferirían a Lula, según Datafolha. El fenómeno Lulanaro / BolsoLula insinúa una bolsa gigante de votantes que desea ser protegidos por candidatos salvadores de la patria.