Decían las mujeres argentinas agolpadas estos meses frente al Congreso y al Senado, y todas las organizaciones sociales, que el mero hecho de que la clase política estuviera debatiendo la despenalización del aborto ya era una victoria. Se quedaron muy cerca de certificar el proceso, pero la idea avanza y se contagia.
En Argentina están convencidas de que será ley, antes o después, pero lo más importante para toda Sudamérica es el efecto dominó. Las vecinas brasileñas, muy pendientes en todo momento de lo que se vivía en Buenos Aires, tomaron buena nota e iniciaron su trayecto con sus herramientas, obligatoriamente diferentes a las argentinas teniendo en cuenta la actual situación política en el país.
En Brasil, de momento, las esperanzas están puestas en la respuesta que pueda surgir del Tribunal Supremo después de la audiencia pública de agosto en la que se debatió la tesitura y en la que participaron decenas de ponentes. La investigadora y antropóloga Débora Diniz, que antes había estado en Argentina acompañando el proceso, dirige el grupo que presentó la acción.
“La Corte Suprema es parte legítima de la democracia brasileña y de nuestros derechos republicanos”, detalla Diniz, argumentando el rumbo que ha tomado la campaña. Tuvieron la fortuna de que la jueza Rosa Weber, del Tribunal Supremo, aceptase la propuesta y convocase esa audiencia pública. Sin embargo, no se habían dirigido allí directamente, sino que fue una alternativa ante el bloqueo que sufre en el Congreso la propuesta de ley del diputado Jean Wyllys (PSOL, Partido Socialismo e Liberdade), que trata de despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo hasta la duodécima semana. “Las dos vías son perfectamente legítimas”, señala a eldiario.es la investigadora.
“Argentina es el país de América Latina y Caribe con mayor participación y ocupación de las calles como un espacio de sensibilización política desde el final de la dictadura”, sostiene Diniz. La respuesta argentina, la ola de pañuelos verdes, es fundamental para el futuro de los movimientos sociales en América Latina, donde las regímenes militares del siglo XX dejaron como legado la poca participación política y la ausencia de debate público en temas necesarios como este.
La alternativa al conservadurismo del Congreso
El movimiento feminista brasileño está obligado a dar más rodeos que el argentino porque en el Congreso actualmente la influencia de la bancada evangélica –apoyada casi siempre por las bancada ruralista– es decisiva a la hora de tratar ciertos derechos sociales. De hecho, la clase política conservadora intenta recorrer el camino inverso, el de anulación de derechos. Está esperando ser votada en el Congreso, sin ir más lejos, una Propuesta de Enmienda Constitucional, la PEC 181, que se lanzó con una buena intención pero que luego se torció.
La propuesta en cuestión se suponía que iba a tratar la ampliación de las semanas de baja por maternidad, pero hubo un giro que reorientó el objetivo final. Un grupo de diputados evangélicos solicitó presentar unas pequeñas modificaciones. Solo cambiaron un ramillete de palabras, suficientes para que el texto final indicara que la vida “se protege desde la concepción”. Buscan la prohibición total del aborto, incluso en los casos permitidos desde hace décadas: violación, riesgo grave para la mujer y anencefalia. Una comisión especial, formada mayoritariamente por hombres blancos y evangélicos, la aprobó por 18 votos a favor y uno en contra. La propuesta necesita el aval de la Cámara de Diputados, algo que no es sencillo, pero el ejemplo sirve para ilustrar la tendencia de la clase política.
Otra muestra es la que recuerda Diniz, localizada en la época de la epidemia del virus del zika: “El primer acto del Congreso fue aumentar la penalización del aborto si la mujeres estaba con zika. Fue una respuesta punitiva, no de derechos sociales”.
A pesar de tener todo en contra –a las puertas además de unas elecciones inciertas– cada vez se organizan más charlas en Brasil para explicar y analizar la propuesta de despenalización del aborto. En uno de esos actos, en la ciudad de Niterói, Luciana Boiteux, una de las abogadas que coordinó la acción pública en el Tribunal Supremo y candidata a diputada federal por el PSOL, resaltaba: “La lucha del movimiento feminista argentino tiene mucho que enseñarnos”.
La abogada contaba ante el público asistente la emoción que sintió en medio de las pañoladas verdes de la capital porteña cuando viajó hasta allá para seguir de cerca el ambiente de aquellos días. “Las mujeres que abortan necesitan apoyo, no cárcel”, precisaba Boiteux, mientras iba detallando cómo se había conseguido articular esa audiencia pública en el Supremo.
La opción del Tribunal Supremo ya se tocó también en los discursos de la sesión de votación en el Senado argentino, cuando la ley fue frenada en seco. El senador Miguel Ángel Pichetto, que votó a favor de la despenalización del aborto, echó mano del ejemplo de Estados Unidos y las históricas sentencias de los casos Doe contra Bolton y Roe contra Wade en enero de 1973. Decía Pichetto confiar en el progresismo de la Corte Suprema argentina si el Senado no estaba a la altura de las demandas sociales. “Esta Corte en cualquier momento nos sorprende con un fallo que puede llegar a resolver lo que el Congreso no se atrevió a resolver”.
Boiteux tiene el mismo optimismo con respecto al Supremo brasileño: “Con la actual composición, tenemos opciones de salir victoriosas”. El tema está pendiente de ser juzgado, pero eso ocurrirá, como pronto, a lo largo de 2019.
Cultura y hermanamiento
El mundo de la cultura se une y se suma a esta fuerza feminista en Brasil, circulando ya por los escenarios incluso pequeños himnos como el “Triste, louca ou má” [Triste, loca o mala] de la banda Francisco El Hombre. Juliana Strassacapa canta en esta canción que “un hombre no te define, tu casa no te define, tu carne no te define, eres tu propio hogar”. La artista explica para este diario que quizá el movimiento feminista brasileño avance a ritmo menor porque tiene que romper muchas barreras aún, codo a codo por ejemplo con “el movimiento feminista negro”.
La banda de Strassacapa tiene raíces mexicanas y mentalidad abiertamente panamericana, por eso asume la importancia de propagación de la lucha popular en Argentina: “Es un ejemplo muy inspirador. La gente se echa a la calle y reclama sus derechos”. Cosa que, según ella, a Brasil le cuesta un poco más. “Todavía estamos saliendo de la anestesia. Hay movilizaciones, pero no tan numerosas”.
Para ayudar a seguir alentando la campaña en Brasil, la diputada argentina Mercedes Trimarchi ha liderado una expedición al país vecino, señalando en la charla de Niterói –a modo de aviso de que la lucha es larga– que en Argentina “el mismo proyecto fue presentado siete veces y las seis primeras ni siquiera llegó a votarse”.
De momento el hermanamiento funciona y poco a poco en Brasil se van llenando las plazas y las aulas para hablar del aborto, y eso, en parte, es el eco de los cánticos que durante meses se han escuchado en las calles de Argentina y el efecto del pañuelo verde.