El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, lleva meses bloqueando la entrada a la OTAN de Suecia y Finlandia, a quienes acusa de esconder y proteger a terroristas en su territorio. En noviembre, el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, viajó hasta Ankara para intentar convencer a Erdogan y levantar el veto. En la rueda de prensa posterior, el presidente turco solo mencionó un nombre: Bülent Kenes. “Deportar a este terrorista a Turquía es muy importante para nosotros”, dijo. Sin embargo, no será posible. Esta semana el Tribunal Supremo sueco ha rechazado su extradición, lo que Turquía considera una decisión “muy negativa”.
Kenes, periodista y politólogo, dirigió durante casi una década y hasta su cierre el periódico Today’s Zaman, el diario en inglés más importante de Turquía, cerrado por el Gobierno en 2016 por su afiliación al Movimiento Gülen, al que Erdogan responsabiliza del golpe de Estado. En Turquía se enfrenta a una pena de tres cadenas perpetuas por un tuit y una columna de 500 palabras que la Fiscalía interpreta como que el periodista conocía y apoyaba los planes del golpe de Estado.
¿Por qué cree que Erdogan mencionó su nombre en la rueda de prensa con el primer ministro sueco?
En realidad, no lo sé. Creo que realmente me odia y cada vez que encuentra una oportunidad para mencionar mi nombre o ponerme en una lista, lo hace. Esta vez creo que quiso mencionar a alguien durante la rueda de prensa e inmediatamente le vino a la mente mi nombre porque me conoce personalmente desde hace más de dos décadas tanto en los buenos tiempos, cuando defendí sus políticas democráticas y reformas, como en los malos. Erdogan y su gente piensan que he traicionado su causa: construir el viejo imperio islámico. Pero yo nunca he sido parte de esa causa.
Al principio del mandato de Erdogan su periódico tenía una visión cercana a la de su partido.
En los buenos tiempos he apoyado como periodista sus reformas y políticas de democratización durante sus dos primeros mandatos en el poder, especialmente la mejora de las normas de derechos humanos en Turquía como parte del proceso de adhesión a la Unión Europea. También he apoyado su política exterior de no tener ningún conflicto con los vecinos. Turquía exportaba paz y estabilidad en la región.
En 2011, sin embargo, empezaron los malos tiempos. Erdogan obtuvo casi el 50% de los votos y empecé a darme cuenta de un cambio en sus actitudes y en su discurso. Renunció a su agenda democrática y europea y volvió a su configuración de serie. Cambió la mentalidad, adoptó una agenda islamista radical y vio la oportunidad de intervenir en otros países con los levantamientos árabes de 2011. Quería convertirse en una especie de califa. Para ello ha colaborado con algunos grupos islamistas radicales utilizando dinero oscuro. Por ejemplo, ha utilizado bancos públicos para blanquear dinero del petróleo iraní cuando estaba bajo sanciones.
A partir del verano de 2011 empecé a criticar poco a poco su Gobierno. En 2012, empecé a tener algunos problemas con el Gobierno y su ejército de trols y estos fueron aumentando en intensidad. Utilizaba sus medios para insultarme, amenazarme y difamarme. Después llegaron las protestas de Gezi y un gran escándalo de corrupción. Como periodista, no podía quedarme callado.
¿Cree que esta decisión de Suecia tendrá un impacto en su entrada en la OTAN? El ministro de Exteriores turco ya ha dicho que es un desarrollo negativo en el proceso.
Las autoridades suecas no debieron sentarse a la mesa de negociación con un déspota para tratar de proteger a Suecia de otro déspota. No hay diferencia entre Putin y Erdogan. Erdogan es colaborador del régimen de Putin. Es el caballo de Troya en la OTAN. Gracias al llamado proceso de negociación sueco y finlandés, Erdogan ha encontrado una oportunidad de utilizar la OTAN como plataforma para exportar su autocracia antiliberal y opresiva a los países occidentales. Desafortunadamente, las autoridades suecas han dado esa oportunidad a un líder déspota islamofascista.
Suecia no tiene suficiente poder como para negociar con Erdogan y este es un asunto de toda la OTAN. Es un asunto de protección de la democracia y el Estado de derecho, por lo que la diplomacia la tienen que hacer Suecia y Finlandia junto a Estados Unidos, Alemania, Francia y el Reino Unido para forzar a Erdogan a volver a los principios de la carta de la OTAN. Turquía tiene ahora muchos puntos débiles y las potencias occidentales tienen elementos para devolver a Erdogan a la línea de la OTAN. Desafortunadamente, las autoridades suecas han dado la oportunidad a este déspota islamofascista.
¿Cederá a la presión turca en otros casos de extradición?
Afortunadamente el sistema sueco es un Estado de derecho y hay separación de poderes, lo que es muy importante para las personas que pedimos asilo en el país. Pero antes del proceso judicial está la oficina de inmigración, que toma algunas decisiones ejecutivas sobre deportaciones. La gente, especialmente en la comunidad kurda, tiene miedo de que Suecia use este nivel para contentar a Turquía. El régimen etiqueta como terrorista a cualquier persona crítica y, cuando se trata de alguien kurdo, le acusan de ser miembro del PKK.
El 1 de diciembre fue deportado de Suecia un kurdo aleví tras ser condenado a seis años en Turquía por pertenencia al PKK, aunque sabemos que no tiene nada que ver con esa organización. Simplemente era crítico con Erdogan, a quien llegó a apoyar en el pasado. Es una vergüenza para Suecia.
Todos los abogados expertos en derechos humanos coinciden en que ningún país democrático con Estado de derecho debería enviar a nadie a Turquía bajo el Gobierno de Erdogan. No hay un poder judicial independiente. Los tribunales son solo instrumentos de persecución e intimidación. La policía es una especie de milicia en manos del régimen. Sea cual sea el delito que se le atribuya a una persona en el exilio, no debería ser extraditada a un país como Turquía.
¿Por qué tomó la decisión de exiliarse en Suecia?
El régimen de Erdogan abrió muchos casos judiciales contra mí y en marzo de 2016 confiscó nuestro grupo de medios de comunicación y mi periódico. La gente piensa que el Gobierno cerró Today’s Zaman después del golpe, pero meses antes ya lo había confiscado, había echado a todos los periodistas reales y lo había convertido en un altavoz del Gobierno.
Antes de venir aquí y como parte de su campaña de intimidación, tres o cuatro días a la semana los empezaba por las mañanas en comisaría, en la fiscalía o en un juzgado. Me di cuenta de que no podía seguir haciendo mi trabajo. Me condenaban y me decían que suspendían la pena durante cinco años. Es una forma de intimidación. Me decían que si repetía el mismo delito, la sentencia se aplicaría de manera inmediata, lo que significa que debía permanecer en silencio. Yo continué haciendo mi trabajo y siguieron llegando las condenas.
Suecia no debió sentarse a negociar con un déspota para tratar de protegerse de otro déspota. Erdogan ha encontrado una oportunidad de utilizar la OTAN como plataforma para exportar su autocracia antiliberal y opresiva a los países occidentales
En abril de 2016 un tribunal me castigó a dos años, siete meses y 15 días de prisión. Entonces recibí propuestas de amigos en el extranjero para salir del país. Incluso recibí propuestas desde algunas embajadas en Ankara, incluido de Suecia. En un principio rechacé estas ofertas porque quería seguir luchando por los principios democráticos. A principios de mayo llegó una nueva ola de investigaciones contra mí y volví a recibir ofertas de varias embajadas.
Esta vez acepté la propuesta de Suecia, pero no se pudo completar antes del intento de golpe de Estado del mes de julio. Cuando ocurrió el golpe recibí una información en la que me decían que la dirección que me habían dado anteriormente era imposible porque estaba bajo el foco de Turquía y me sugerían que fuese a Beirut para recogerme allí. Era imposible. Estaba escondido y ni siquiera podía salir. Tuve que cambiar tres veces de dirección en Estambul. Estábamos en estado de emergencia y mi nombre estaba en la lista de periodistas que debían ser detenidos de inmediato. El Gobierno publicó una lista de 47 periodistas y yo era el segundo. Estoy muy orgulloso de estar entre esos reconocidos compañeros. Finalmente, gracias a la ayuda de unos amigos pude cruzar ilegalmente la frontera entre Turquía y Grecia el 5 de agosto y de allí volé a Estocolmo. Tuve que hacerlo de manera ilegal porque Erdogan me había confiscado el pasaporte y había convertido Turquía en una gran prisión para mí.
Erdogan alega que usted conocía los planes del golpe y difundió el mensaje a otros participantes, ¿cuál es su respuesta?
Tras la confiscación de Today’s Zaman escribí un artículo para otro medio que fundé con varios colegas y que se publicó el 8 de julio. La noche anterior también publiqué un tuit en el que decía que ya no quedaban salidas buenas para Turquía porque Erdogan había cerrado todos los canales democráticos.
Soy politólogo y en teoría democrática hay una idea que afirma que la democracia es el único régimen que da la oportunidad a un gobierno corrupto, cansado o no exitoso de entregar el poder de manera pacífica. El resto de regímenes requieren un tipo de violencia en su sistema de sucesión. Por eso afirmaba que mantener los canales democráticos abiertos era bueno para Erdogan. Lo que le decía a Erdogan es que si cerraba esos canales no dejaba otra opción que un golpe militar, un levantamiento popular, guerra civil o incluso una intervención internacional. Entonces, una semana después, cuando ocurrió el golpe, me acusaron de conocer los planes [risas]. Si soy parte del golpe, ¿sería tan estúpido como para publicar que se va a producir? Mi frase no está fuera de contexto, Turquía tiene una tradición de golpes militares. Cada diez años hemos vivido una intervención del ejército directa o indirecta. De hecho yo mencionaba el golpe como uno de los peores escenarios posibles.
Por ese artículo de 500 palabras me piden tres cadenas perpetuas agravadas [no se pueden beneficiar de ningún tipo de perdón o amnistía] y 15 años. Si tuvieran pena de muerte, me la hubieran pedido. Sigo apoyando al 100% el artículo que escribí.
¿Cómo ve las elecciones del año que viene?
Desafortunadamente soy pesimista. Erdogan ha destrozado la democracia y el Estado de derecho. Además, después de haber cometido todo tipo de crímenes, Erdogan y su pandilla no se pueden permitir el lujo de dejar el poder. La gente tiene que ver el escenario democrático de Turquía y evaluar si es posible celebrar unas elecciones justas sin una prensa libre, sin independencia judicial… ¿Qué tipo de elecciones se pueden esperar en esas condiciones? No hablamos de una democracia, hablamos de un déspota islamofascista radical y corrupto. Hará todo lo necesario para mantenerse en el poder.