Es la hora de la verdad. El próximo martes, el Senado de EEUU se convertirá en un tribunal para juzgar a Donald J. Trump por abuso de poder y obstrucción. Cuando quedan apenas unas horas para que empiece, los republicanos y los demócratas no se han puesto de acuerdo en casi nada: ni en cuánto tiempo tendrán para argumentar, ni en si declararán testigos... lo único que se ha consensuado es un documento con unas mínimas normas básicas de educación para evitar un circo. Los líderes de los dos partidos en el Senado saben que es un momento histórico, el tercer juicio por impeachment a un presidente en 230 años, por eso han establecido un decálogo de buenas maneras que eviten un espectáculo televisado. Las reglas bien podrían estar en la puerta de un instituto de enseñanza secundaria.
Nada de móviles
Las ancianas normas del Senado de EEUU prohíben llevar al hemiciclo artículos tan variados como flores o sombreros y también, desde hace un tiempo, aparatos eléctricos. Eso es lo que dice el reglamento, pero la verdad es que muchos senadores se las han saltado y han metido en el pleno todo tipo de cacharros. Tanto es así, que sus politonos han llegado a interrumpir la sesión en varias ocasiones.
Para que semejante escena no se repita durante el impeachment, el Senado ha decidido ir un paso más allá.
Los senadores deberán dejar sus teléfonos móviles fuera de la cámara, en dos salas conocidas como “los guardarropas”, una por cada partido. La regla se extiende a cualquier artilugio electrónico y las normas especifican que habrá “almacenamiento disponible”. Taquillas, como en el instituto.
Un respeto para “el profe”
La Constitución establece que, cuando el Senado celebra un juicio por impeachment, preside las sesiones el presidente de la Corte Suprema. En el decálogo de las buenas maneras aprobado por los líderes demócrata y republicano se ve un claro intento de proteger a este señor, tan serio como poco acostumbrado al jaleo político: para empezar, las normas exigen a los senadores que se levanten y guarden silencio cuando el presidente de la Corte cruce la puerta del hemiciclo y camine hasta su asiento. También deben hacer los mismo cuando se levante para marcharse. Además se especifica el tratamiento con el que se deben dirigir a él: “Mr. Chief Justice”.
No se puede charlar ni distraerse
No es que el Senado de EEUU sea como los parlamentos de Italia, Ucrania o Corea del Sur, donde se dan de bofetadas cada poco tiempo, pero algo de jaleo sí que se forma a veces. Para evitar molestos murmullos o embarazosos enfrentamientos a voces, las reglas especifican que durante el juicio del impeachment los senadores tendrán que estar calladitos y no comentar la jugada con los que se sientan al lado.
El objetivo de las normas es que los senadores (los jueces) no se distraigan, tanto es así que prohíben hasta la lectura. En un juicio que, como mínimo, durará dos semanas con varias horas diarias de testimonio, ninguno podrá evadirse leyendo un libro. El decálogo prohíbe que lean documentos no relacionados con el proceso durante las sesiones.
Asistencia obligatoria
La primera norma del decálogo tiene que ver con la asistencia: “los senadores deben planear su asistencia en todo momento durante el procedimiento”. Los líderes de ambos partidos están preocupados por el efecto visual que puede tener la imagen de un hemiciclo semivacío mientras se produce el debate más grave y crucial que contempla la Constitución. Es un temor fundado: aunque los senadores suelen perderse menos del 5% de las votaciones, muchas veces acuden solo a pulsar el botón y no aparecen en el debate.
Desde sus orígenes, el Senado ha estado muy preocupado por la asistencia. Tanto es así que la institución tiene un “sargento de armas” con la capacidad teórica de perseguir y devolver a su escaño a los absentistas. El decálogo del impeachment se limita a exigir responsabilidad a los senadores que hacen de “jueces” de este proceso, pero con varios de ellos compitiendo en las primarias demócratas y necesitados de hacer campaña en Iowa, veremos si cumplen y “asisten a clase”.