La comuna hippie de Copenhague quiere volver a sus orígenes eliminando el mercado de hachís
Arrancando todos los adoquines de la calle, los vecinos de la “ciudad libre” de Christiania, en Copenhague, quieren expulsar a los traficantes de hachís que durante décadas han ocupado la principal calle del barrio, conocida como “Pusher Street”. En los últimos años, el sueño de crear una comuna antisistema en pleno centro de la capital danesa se había convertido en un foco de violencia y delincuencia por la venta de drogas controlada por el crimen organizado. Con la voluntad de recuperar el espíritu con el que se fundó Christiania, el sábado los vecinos de este barrio aún parcialmente autogestionado, hicieron un llamamiento a todos los ciudadanos de Copenhague para levantar el pavimento y reformar los 100 metros de calle donde hasta ayer se hacían trapicheos a plena luz del día.
A lo largo de los años, ha habido muchos intentos por parte de las autoridades danesas y la policía para detener la venta ilegal de drogas en esta calle de Christiania. Sin embargo, todos los esfuerzos habían terminado en fracaso y en enfrentamientos entre los vendedores y la policía, y con el lucrativo negocio de la marihuana a pleno rendimiento al cabo de pocas horas. Pero el ambiente en Pusher Street este sábado era muy diferente cuando ya por la mañana centenares de personas se acercaron con palas y carretillas para excavar la calle que antes se había convertido en un sinónimo de crimen e inseguridad. La acción, organizada por los vecinos de Christiania, marca el inicio de un plan acordado entre los residentes, las autoridades danesas y el ayuntamiento de Copenhague para renovar la zona y terminar con la delincuencia. De esta forma, se ha vivido este sábado una jornada histórica, no solo para los hippies que hace 50 años ocuparon unas instalaciones militares abandonadas y se quedaron a vivir allí, sino para toda la ciudad.
Una nueva Christiania sin venta de drogas
El plan es crear “una nueva Christiania sin el mercado criminal de hachís” decía Mette Prag, coordinadora de los vecinos que lleva 37 años viviendo en el barrio. A su lado, Hulda Mader, quien lleva 40 años de residente, decía: “Christiania ha sido empujada por el mal camino, pero no somos una calle de traficantes, queremos que la gente vuelva a visitarnos y a participar para que Christiania vuelva a ser como era en el principio”. Hulda dice estar segura de que esta vez los traficantes no volverán en el barrio: “Las otras veces Christiania no estaba detrás del plan, fue la policía y el gobierno que tomaron la decisión de arriba abajo, y esto no ha funcionado, ahora es diferente”. La decisión de terminar con el mercado de droga fue tomada por los vecinos en el pasado mes de agosto, cuando decidieron trabajar junto con las autoridades.
La acción para “enterrar Pusher Street” empezó a las 10 de la mañana y contó con la presencia de la alcaldesa de Copenhague, Sophie Hæstorp Andersen, y del ministro de Justicia, Peter Hummelgaard. “Pusher Street tiene que morir para que Christiania pueda vivir, dijo la alcaldesa Andersen, a lo que el ministro Hummelgaard añadió: ”Este es un momento histórico“. La policía estuvo presente desde primera hora de la mañana, sin embargo, el día estuvo marcado por la presencia de familias y el ambiente festivo. Un sol inusualmente radiante brillaba en Christiania, mientras desde un altavoz en plena calle sonaba ”Here comes the sun“ de The Beatles, una prueba de que el espíritu original de los años 70 seguía, de alguna forma, presente en el barrio.
Una vez los vecinos hayan terminado de retirar los adoquines de Pusher Street, se colocarán unas nuevas tuberías para mejorar la distribución de agua en el barrio, se renovará el pavimento y se reformarán los edificios cercanos. El plan de los vecinos también tiene por objetivo convertir la calle en un foco de cultura y de comercio autogestionado, aunque el proyecto está todavía por definir. Además, desde el gobierno y el ayuntamiento también se proporcionará el apoyo financiero para realizar la construcción de 300 nuevas viviendas sociales que transformaran por completo la demografía del barrio.
En Christiania actualmente residen alrededor de un millar de vecinos, pero con la reforma se pretende atraer a “gente más joven y familias que estén dispuestas a participar en las actividades comunitarias de Christiania para mantener su espíritu vivo” explicaba Mette Prag. De esta forma, lo que una vez fue un paraíso contracultural pasará a ser una zona más integrada en la capital danesa, aunque los vecinos aseguran que Christiania mantendrá la creatividad y la vida comunitaria de su “Estado libre”, junto con las casas pintadas con formas psicodélicas.
Los vecinos, hartos de la criminalidad
Entre el suelo de adoquines, un ramo de rosas junto a una fotografía recuerda a un joven de 23 años, Lukas, asesinado a tiros cuando compraba hachís en una de las tiendas. El tiroteo fue en el año 2022 y el crimen ha quedado aún sin resolver. En los últimos tres años, en Christiania ha habido tres jóvenes asesinados en relación con el crimen organizado. El asesinato más reciente fue el 26 de agosto del año pasado, cuando dos hombres con la cara tapada mataron a tiros a un hombre de 30 años e hirieron a cuatro más, dos de ellos turistas. “Fue terrible, no podemos soportar más esta violencia”, dice Mette Prag. “La policía ahora se ocupa del crimen organizado, los vecinos estamos poniendo las semillas para que algo nuevo crezca, pero tampoco es nuestro trabajo echar a los mafiosos” asegura Prag.
La acción de hoy en Pusher Street ha ido acompañada de un refuerzo de la presencia policial en la zona en los últimos meses y un endurecimiento de la legislación danesa contra el tráfico de drogas. Desde el mes de enero, se estableció en Christiania una zona de doble penalización, por lo que se han aumentado las multas y las penas de cárcel por los delitos relacionados con el consumo de hachís que se cometan en la zona. Lo cierto es que el consumo y la venta de cannabis han sido presentes en Christiania desde que se fundó esta comunidad en 1971. Durante décadas, las autoridades danesas toleraron (más o menos) el consumo, mientras que las drogas duras (como la heroína) quedaron ilegalizadas en la comunidad en los años 80.
Mette Prag subraya que “el hachís no es un problema para nosotros, el problema es el dinero que genera y que es ilegal, pero el gobierno no parece querer ir por este camino” se lamentaba. A pesar de la reforma que se ha iniciado en Christiania con el apoyo de los vecinos, tanto Mette Prag como Hulda Mader niegan que la comunidad, con los años, se haya alejado de su espíritu inicial. “Nuestra forma de organizarnos en Christiania y el sistema de democracia por consenso continúa siendo como en los viejos tiempos” afirma Mader. “Somos un pueblo, muy particular, dentro de una gran ciudad y queremos mantener esto, pero queremos compartirlo con el resto de Copenhague, Dinamarca y quien quiera venir aquí” termina diciendo.
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