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El Congreso de EEUU sortea el boicot de la ultraderecha y aprueba una prórroga de 45 días para mantener el gobierno abierto

Javier de la Sotilla

Washington —
1 de octubre de 2023 09:20 h

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En un giro inesperado de los acontecimientos, tras semanas de negociaciones fallidas, republicanos y demócratas han llegado este sábado a un acuerdo para que evitará in extremis el temido cierre de gobierno en Estados Unidos. A menos de diez horas de la fecha límite para aprobar los presupuestos, las dos cámaras del Congreso han superado el boicot del sector ultraderechista y han dado el visto bueno a un plan provisional para seguir financiando al gobierno durante 45 días. Los congresistas tienen ahora un mes y medio para seguir negociando los planes de gasto para el próximo año fiscal (que termina el 30 de septiembre del 2024) y cumplir así con una de sus funciones básicas: financiar a la Administración Pública.

De este modo, se han evitado las consecuencias de un desastroso cierre de gobierno, que hubiera obligado a la administración a dejar de prestar servicios considerados “no esenciales”. En ese escenario, un millón y medio de funcionarios y otros dos millones de militares se hubieran visto privados temporalmente de su sueldo, numerosos programas sociales hubieran dejado de funcionar y se hubieran suspendido los pagos a empresas que trabajan para la administración, entre otras consecuencias.

Nada de eso ocurrirá, al menos hasta dentro de 45 días. Después de reiterados fracasos, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Kevin McCarthy, ha logrado convencer a suficientes congresistas de ambos partidos con su propuesta de última hora, que ha recibido 335 votos a favor y 91 en contra en la cámara baja y 88 a favor y 9 en contra en el Senado. Finalmente, el presidente Joe Biden ha ratificado el acuerdo, cuarenta minutos antes de la hora límite.

La medida mantendrá abierto el flujo de dinero a las agencias gubernamentales hasta mediados de noviembre y destinará miles de millones de dólares para la reconstrucción tras los desastres naturales ocurridos recientemente en Hawái, Vermont, Florida y otros estados. Sin embargo, no incluye la ayuda militar a Ucrania, uno de los principales puntos de fricción en ambas cámaras legislativas, que el mismo Volodímir Zelenski fue a reclamar en persona al Capitolio la semana pasada, y que hasta ahora había sido una línea roja de los demócratas y el eje central de la división interna de los republicanos.

De este modo, los demócratas han querido evitar el peso político que hubiera significado anteponer la ayuda estadounidense a Ucrania a mantener abierta la actividad del gobierno, las agencias federales y los programas de ayuda social y a la reconstrucción tras desastres naturales. En el caso del Partido Republicano, supone una victoria del sector moderado frente al ala dura del partido, una veintena de congresistas ultraconservadores que ya condicionaron la elección de McCarthy en enero y han boicoteado todas sus iniciativas para aprobar los presupuestos. 

Propuestas 'in extremis' para salvar los presupuestos

Para ser efectiva, la financiación del gobierno debe ser aprobada por las dos cámaras legislativas y ratificada por el presidente. Durante las negociaciones en mayo para suspender el techo de deuda, McCarthy pactó con Joe Biden unos recortes moderados en sanidad, educación, justicia y protección medioambiental, que son los que deberían haberse concretado estas semanas. Sin embargo, el ala dura del partido republicano se empecinó en reclamar recortes muy superiores, que limitarían el presupuesto de la mayoría de agencias federales, programas sociales y la ayuda a Ucrania, principalmente. 

Ante la falta de tiempo para aprobar los 12 planes de gasto que se requieren para evitar el cierre de gobierno, McCarthy pasó el viernes al plan B: propuso aprobar una prórroga presupuestaria, con importantes recortes (de aproximadamente el 30%), para mantener viva la financiación del gobierno durante un mes. Sin embargo, ni siquiera esta iniciativa tuvo el apoyo de los 21 republicanos díscolos.

A la desesperada, el speaker republicano tendió su mano el sábado a la bancada demócrata con su nueva propuesta, in extremis, de una prórroga similar de 45 días, aunque sin los recortes planteados el día antes. “Lo que pido, tanto a republicanos como a demócratas, es que dejen a un lado su partidismo y se centren en los estadounidenses”, reclamó McCarthy.

Inicialmente, los demócratas se mostraron molestos con la propuesta, planteada con prisas, y pidieron tiempo para poder leer el texto, de más de 70 páginas. “Los republicanos acaban de convocar una votación que comenzará en minutos sobre un proyecto de ley que no han compartido”, tuiteó la progresista Alexandria Ocasio-Cortez, “es una propuesta al azar, que nadie ha visto. Se comportan como payasos”. 

Para ganar tiempo y así poder analizar los recovecos de la nueva propuesta, el líder de los demócratas en la cámara baja, Hakeem Jeffries, se extendió con un discurso de una hora. Con el mismo objetivo, presuntamente, el congresista demócrata Jamaal Bowman activó la alarma de incendios y provocó la evacuación de la sala. Finalmente, la prórroga contentó a los demócratas, que emitieron un voto casi unánime en su favor.

En las últimas 24 horas se ha pasado de “recortes devastadores que habrían impactado la seguridad sanitaria y el bienestar económico del pueblo estadounidense” a “un acuerdo de gasto que satisface las necesidades del pueblo estadounidense en todos los ámbitos”, aseguró Jeffries, defendiendo el voto favorable de los demócratas. “Los extremistas republicanos han perdido. Es una victoria para el pueblo estadounidense”, celebró el portavoz de la minoría demócrata.

En un comunicado, Biden ha asegurado que esta es “una gran noticia para el pueblo estadounidense” y ha criticado el caos generado en los últimos días: “nunca deberíamos habernos visto en esta situación. Hace sólo unos meses, el presidente McCarthy y yo llegamos a un acuerdo presupuestario para evitar precisamente este tipo de crisis fabricada. Durante semanas, los republicanos extremistas de la Cámara de Representantes intentaron alejarse de ese acuerdo exigiendo recortes drásticos que habrían sido devastadores para millones de estadounidenses. Fracasaron”.

El ala dura pide la cabeza de McCarthy

La renuncia a los recortes masivos y la tendida de mano a los demócratas no ha sentado bien entre el ala dura de los republicanos, que ha condicionado la actividad de McCarthy desde el mismo día de su nombramiento. “Todos los demócratas de la Cámara, excepto uno, votaron a favor de la estratagema de McCarthy de sacar adelante el presupuesto de Nancy Pelosi y las políticas de Joe Biden”, denunció el congresista Matt Rosendale. “¿Estamos seguros de que el speaker no es Hakeem Jeffries?”.

La ajustada mayoría republicana en la Cámara de Representantes (222 escaños frente a los 212 demócratas) da a los veintiún congresistas díscolos una gran capacidad de bloqueo. De hecho, McCarthy ha cedido recientemente a otras peticiones de este sector; la última, hace dos semanas, con el inicio de una investigación formal para abrir un proceso de impeachment (juicio político) contra Biden por los negocios de su hijo. Hasta el momento, el speaker se había negado a abrir un juicio político a falta de pruebas, pero, después de que el ala dura lo amenazara con destituirlo del puesto, accedió.

La decisión tomada este sábado representa una ruptura con este bloque ultraderechista, que ya está pidiendo la cabeza del líder republicano. Matt Gaetz, una de las voces cantantes de dicho sector, se mostró “decepcionado” y aseguró que el cargo de McCarthy “está en peligro”. 

McCarthy, consciente de que pueden quedarle pocos días como speaker, sacó a relucir un discurso heroico: “Si alguien quiere echarme por ser el adulto en la sala, adelante. Pero creo que este país es demasiado importante”, aseguró ante las cámaras en los pasillos del Capitolio, “si tengo que arriesgarme a perder mi trabajo para defender al pueblo estadounidense, lo haré”. 

¿Qué hubiera supuesto el cierre de gobierno?

La situación en la que se ha encontrado esta semana EEUU no es ni mucho menos inédita. Desde 1976, el financiamiento del gobierno se ha interrumpido hasta en 21 ocasiones. Hasta el momento, la suspensión más larga de las actividades gubernamentales ocurrió en 2018 i duró 34 días. Entonces, Donald Trump ocupaba la Casa Blanca y las negociaciones se estancaron porque los republicanos quisieron introducir la financiación del muro fronterizo con México. En esta ocasión, la división ha girado en torno al apoyo a Ucrania y a los programas sociales.

El cierre de gobierno habría supuesto la suspensión de toda la actividad “no esencial” de la administración. Entre otras cosas, esto implica la suspensión de los pagos a dos millones de militares y a más de un millón y medio de empleados federales, algunos de los cuales, los que pertenezcan a programas esenciales, habrían tenido que trabajar sin cobrar, mientras otros habrían estado suspendidos de empleo y sueldo hasta el fin del cierre de gobierno, cuando se les hubiera devuelto de forma retroactiva.

Además, las agencias federales se habrían visto obligadas a suspender toda su actividad no esencial, lo que pondría en peligro la continuidad de programas de asistencia a niños en situación de pobreza, inspecciones fiscales y laborales, autorizaciones, subvenciones y otro tipo de medidas del día a día de la administración. 

En dicha situación, el gobierno también habría dejado de pagar temporalmente sus facturas pendientes a las empresas con las que trabaja. Esto significa que un cierre de gobierno no solo tiene consecuencias para los funcionarios, la burocracia y las personas que dependen de sus ayudas, sino que tiene efectos para la economía en su conjunto. Goldman Sachs estimó que un cierre habría reducido un 0,2% semanal el crecimiento económico.