La historia de la primera víctima del virus en Río de Janeiro: limpiaba en casa de una contagiada que no le avisó
Miguel Pereira es un municipio del estado de Río de Janeiro con 25.000 habitantes, conocido por ser un destino vacacional con un clima templado y ríos de agua cristalina. Fue aquí donde el estado registró su primera muerte por coronavirus SARS-CoV-2. La paciente que falleció tenía 63 años y era una entre las cientos de personas que recorren todos los días 100 kilómetros que separan el municipio de la ciudad de Río para trabajar. Dejó un hijo de 39 años que vivía con ella y otros familiares en un barrio humilde de la localidad.
“Era una mujer trabajadora. Muy querida por todos y una buena madre”, cuenta una de sus hermanas a Agência Pública. Durante 20 años, trabajó como empleada doméstica en Leblon, el barrio de Río con el metro cuadrado más caro del país. “La jefa no le dijo que pensaba que estaba enferma”, asegura su hermano de 56 años. Vivía con ella y otros tres miembros de la familia en la misma casa de cemento de dos pisos. Una vivienda que está pegada al cementerio donde fue enterrada el 18 de marzo, un día después de su muerte.
En febrero, cuenta el hermano de la fallecida, la jefa fue a pasar el carnaval en Italia mientras el coronavirus se expandía por el país europeo. Cuando regresó de vacaciones, su hermana se incorporó al trabajo como siempre y no le advirtieron del riesgo de contagio. Ante la ausencia de una orientación clara por parte del Gobierno brasileño, sigue habiendo muchos casos similares, en los que las trabajadoras del hogar continúan obligadas a trabajar en casas y exponiéndose a contraer la enfermedad.
Según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), actualmente más de seis millones de personas trabajan como empleadas domésticas en el país. En Brasil, es común contratar a personas de manera informal para tareas del hogar tales como limpieza, cocina y cuidado de niños. A menudo, viven en las casas de sus empleadores, una práctica heredada del sistema esclavista que permaneció en el territorio hasta el siglo XIX.
Brasil es, además, un país profundamente desigual. Según la base de datos de Desigualdad Mundial, el 10% de la población brasileña concentra aproximadamente el 55% de los ingresos totales del país. Hasta el momento, las autoridades brasileñas han notificado 1.980 casos de COVID-19 y 34 muertes asociadas a la enfermedad.
Falta de información sobre la exposición al virus
Sebastião Barbosa, director del Hospital Municipal Luiz Gonzaga que trató a la fallecida, explica que “la jefa ya estaba en cuarentena, pero no sabemos cuándo supo el resultado de la prueba”. Barbosa señala que la paciente se quejó del malestar desde el viernes 13 y no tenía ninguna información a 16 de marzo, día de su ingreso en el hospital.
Como tenía diabetes e hipertensión, al principio los médicos le hicieron exámenes rutinarios. En un primer momento, solo detectaron una infección en el tracto urinario. “De hecho, si la información hubiera llegado antes, tal vez hubiésemos podido cambiar el historial clínico”, dice el médico.
El protocolo para un paciente con sospecha de coronavirus es remitirlo directamente a una intubación inmediata. El paciente es aislado, sedado y se le introduce un ventilador mecánico para suministrar oxígeno al pulmón. Barbosa apunta que, debido a la falta de información, la mujer no fue intubada hasta el martes 17, el día de su muerte. Aquel mismo día, relata el doctor, la Secretaría de Salud confirmó que la muestra de la jefa dio positivo.
Un funeral sin los seres queridos
El día 18, enterraron su cuerpo sin vida cerca de la casa familiar. La calle estaba vacía y silenciosa, excepto por la presencia de un vecino. Vestido con camisa negra y vaqueros, el primo de la paciente, un carpintero de 56 años, levantaba el polvo al caminar por un sendero de tierra. “Pasé poco tiempo con ella, pero quería ir al funeral. Solo había siete personas allí”, explica. Los familiares que tuvieron contacto directo con ella no pudieron salir de la casa porque estaban en cuarentena.
“Siento muchísimo su pérdida”, lamenta por teléfono una de sus hermanas, de 42 años, comercial de productos de depilación. Continúa aislada en la misma casa donde vivían juntas, ella en su pequeño anexo en la planta de arriba. “Le gustaba recibir visitas, preparar comida. Era muy acogedora y trataba a todo el mundo como a su familia”, recuerda. Son en total nueve hermanos y la mayoría ha vivido siempre en esa misma calle.
La paciente habitaba la planta de abajo con su hermano de 56 años y su sobrino. Ahora toda la familia está en cuarentena y comienza a notar los prejuicios de los vecinos. Una pequeño tienda local se negó a atenderlos. “Llamamos para pedirles el servicio de domicilio porque no podemos salir de casa por la cuarentena y se negaron a hacer la entrega”, denuncia la hermana.
Además de los familiares de la víctima, también están en cuarentena y bajo observación otras nueve personas sospechosas de haberse contagiado con el coronavirus en Miguel Pereira. El alcalde del municipio, André Português, comunicó en las redes sociales las medidas adoptadas en la ciudad para combatir el coronavirus, entre ellas, una obra que ya estaba en marcha para habilitar diez camas más en el Hospital Municipal Luiz Gonzaga. Sin embargo, no estará lista hasta dentro de 30 días.
La pequeña ciudad imita las actuaciones a nivel federal. “He creado un gabinete para atender la crisis”, escribió el alcalde. “He creado una sección en el hospital que trabaja las 24 horas del día para quienes que quieran venir, he organizado un equipo para atender solamente a las personas con probabilidad e haber contraído coronavirus. Todo lo que yo pueda hacer como alcalde para preservar cada una de sus vidas, lo haré”. “Pero tenemos medios limitados”, concluyó.
Traducido por Mary Gomez
6