Como es habitual con Donald Trump, todo empezó con un tuit. En mayúsculas, además, lo que permite imaginarse al presidente de EEUU gritando ese mensaje a alguno de sus asesores. “¡NO PODEMOS DEJAR QUE LA CURA SEA PEOR QUE EL PROBLEMA. AL FINAL DEL PERIODO DE 15 DÍAS, TOMAREMOS UNA DECISIÓN SOBRE EL RUMBO QUE SEGUIREMOS!”.
Unas horas después, el índice bursátil Dow Jones cayó por debajo del nivel en que se encontraba el día en que Trump comenzó su presidencia. Por más que su carácter de termómetro de la economía es discutible, la Bolsa siempre ha sido el baremo más querido por él a la hora de presumir de los logros de su mandato. Ahora ya ni siquiera puede alardear de eso a ocho meses de las elecciones presidenciales.
Trump no ha tardado mucho tiempo en volver a cambiar de opinión. Durante semanas, restó gravedad a la crisis del coronavirus y llegó a decir que pronto el número de casos en EEUU acabaría estando “cerca de cero”. Luego, los consejeros científicos le convencieron de que había tomar medidas de distanciamiento social para evitar una catástrofe sanitaria. Ahora, de repente parece más preocupado por el impacto que supondrá una paralización casi total de la actividad económica. De ahí esa frase de que la cura no puede ser peor que la enfermedad.
El periodo de 15 días al que se refiere acaba el lunes de la próxima semana. Sus asesores científicos, como el doctor Anthony Fauci, no han dejado de insistir en que esta situación excepcional puede durar mucho más tiempo. Aunque las medidas no son tan drásticas como las existentes en países como España o Italia, el shock económico y laboral ya ha empezado a notarse. Millones de personas han perdido su puesto de trabajo y miles de millones de dólares se han volatilizado en la economía real y en el mercado de valores, según The Wall Street Journal.
Trump no es el único en su Administración que no está dispuesto a pagar el precio de la lucha contra el coronavirus. Su jefe del consejo de asesores económicos, Larry Kudlow, habló con él el domingo por la noche y coincide con su opinión: “No podemos cerrar la economía. El coste económico es demasiado grande. El presidente tiene razón”, dijo a Fox News.
Massachusetts, Wisconsin, Michigan y Luisiana han sido los últimos estados en pedir a sus ciudadanos que permanezcan en sus domicilios y en cerrar todos los establecimientos que no sean esenciales. Ya lo hicieron antes California, Nueva York y New Jersey. Las medidas dictadas por el gobernador de Michigan afectan de lleno a la industria automovilística. Ford y General Motor ya habían anunciado que cerraban sus plantas hasta el 31 de marzo. Con la decisión del Gobierno estatal, ese cierre se prolongará hasta el 13 de abril.
En todo el país, el número de contagiados ha superado los 41.000. Los muertos son 501.
Algunas decisiones empresariales no se verán afectadas por el estado de ánimo de Trump. Boeing ha decidido cerrar sus factorías en el Estado de Washington durante dos semanas (sin despedir a sus 70.000 empleados), algo casi inevitable después de que se supiera que 30 trabajadores habían dado positivo por coronavirus y otros 2.000 fueran enviados a casa por haber estado expuestos a infectados.
Políticamente, Trump se arriesga a que se le acuse de poner en peligro la vida de personas con el objetivo de reducir las pérdidas económicas. Y es como mínimo contradictorio que quiera levantar algunas restricciones dentro de una semana cuando varios gobernadores han adoptado ahora decisiones que estarán en vigor al menos una semana más allá del plazo que tiene Trump en mente.
De vuelta al trabajo con mascarilla
La idea con la que juega la Casa Blanca, según dijo el vicepresidente Mike Pence, es permitir que personas que hayan sido expuestas al coronavirus puedan volver al trabajo con ciertas medidas de seguridad, como llevar una mascarilla. Eso sería más probable en el caso de los jóvenes. Sería una medida muy polémica, y contraria a la mayoría de los consejos científicos, porque pondría en riesgo a otros trabajadores.
Su posición también tendrá partidarios. Un editorial de The Wall Street Journal de la semana pasada venía a pedir lo mismo al decir que el país “necesita urgentemente una estrategia sobre la pandemia que sea más sostenible social y económicamente que el actual cierre nacional”.
En la rueda de prensa del lunes, Trump confirmó que va en serio. “Hemos aprendido mucho y solucionado muchos problemas”, dijo para indicar que todo iba como la seda. Le preguntaron si el país podía seguir cerrado durante semanas o meses y él lo descartó: “No estoy pensando en meses. Se lo digo ahora mismo. Vamos a abrir el país”. Sostuvo sin dar pruebas que mantener bloqueada la economía causará más muertes que el coronavirus. Y volvió a comparar las muertes por esta enfermedad con las que se producen por la gripe corriente o los accidentes de tráfico.
La crisis está consiguiendo neutralizar todos los intentos por conjurar sus efectos económicos. La Reserva Federal dio a conocer este lunes su proyecto de gastar 700.000 millones de dólares en la compra de activos financieros para sostener la economía. Tras un breve impulso alcista, la Bolsa volvió a caer.
La siguiente esperanza es la negociación en el Congreso entre demócratas y republicanos que debería concluir en la aprobación de un paquete de estímulo fiscal. Los demócratas acusan al partido de Trump de plantear muchas ayudas a las empresas y muy pocas a los trabajadores, aunque es probable que se llegue a un acuerdo final. La polarización extrema de la política norteamericana no está poniendo fácil que se llegue a un pacto.
Joe Kennedy, senador republicano de Luisiana, tiene una opinión muy clara sobre los acontecimientos políticos de los últimos días que será probablemente compartida por votantes de los dos partidos: “¿Sabe lo que está pensando ahora el pueblo americano? Está pensando que este país fue fundado por genios, pero está gobernado por idiotas”.
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