La crisis existencial de los demócratas tras la derrota frente a Trump

El multimillonario que se sacó una foto en el McDonald’s friendo patatas porque nunca se había manchado las manos de grasa es quien se ha llevado buena parte de los votos de las clases trabajadoras estadounidenses. La abultada derrota de Kamala Harris ante Donald Trump ha confrontado a los demócratas con una realidad difícil de digerir: ya no conectan con la common people, como diría Pulp. O, como ha dicho el senador Bernie Sanders, una de las voces más a la izquierda del partido: “No debería sorprendernos demasiado que un Partido Demócrata que ha abandonado la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora le ha abandonado a él”. 

Trump vuelve a la Casa Blanca impulsado por el voto de las rentas bajas y los hombres latinos. El porcentaje de votos que obtuvieron los demócratas entre las clases trabajadoras y bajas estas elecciones es el peor en 20 años. Entre los votantes de hogares con rentas de menos de 30.000 dólares obtuvieron un 51% (frente al 65% que llegaron a tener en 2008 con Obama) y entre los de 30.000 y 50.000 dólares solo obtuvieron el 46%, mientras que los republicanos se llevaron el 51%. En cambio, en las rentas superiores a los 100.000 dólares, el porcentaje de voto era del 52%. 

“Mientras los líderes demócratas defienden el statu quo, el pueblo estadounidense está enfadado y quiere un cambio”, escribía Sanders en su comunicado en referencia a la incapacidad de los demócratas para dar soluciones a la sociedad norteamericana. La torpeza de la administración de Joe Biden para trasladar los buenos indicadores macroeconómicos a la cesta de la compra de los votantes ha sido un elemento determinante. La sensación de que la economía estaba peor se ha traducido en que un 39% de los electores han decidido su voto según la economía. 

La pérdida de los estados del muro azul, en el cinturón industrial, vuelve a evidenciar que la clase trabajadora busca un cambio ante la sensación de que su situación ha empeorado. Los habitantes de esta zona, que vieron cómo la bonanza de la región desaparecía a principios de los 2000 con la globalización y la deslocalización de las empresas, han vuelto a elegir a Trump. El republicano ha repetido la hazaña de 2016 y ha logrado llevarse los tres swing states: Wisconsin, Pensilvania y Michigan. Los tres los ha ganado por una diferencia de 250.000 votos frente a Harris.

El partido se ha dado cuenta de que estaba desconectado de las bases y es lo que tenemos que aprender ahora

“Creo que en el caso de la campaña demócrata a nivel nacional, no teníamos una respuesta clara a la pregunta de la situación económica, en particular de las poblaciones más afectadas. La respuesta era sobre el crecimiento económico y el bajo desempleo, pero a fin de cuentas los costos del día a día todavía estaban muy altos, impactados por la inflación”, expone a elDiario.es Luis Ávila, que lidera diversas organizaciones en Arizona con la comunidad latina y trabajó en la campaña de Obama en 2008. Aun así, Ávila también señala que el problema va más allá de Harris -“fue una excelente candidata con el poco tiempo que tenía”- y de la herencia de la administración Biden: “El partido se ha dado cuenta de que estaba desconectado de las bases y es lo que tenemos que aprender ahora”.

Otro aspecto que apunta Ávila sobre los demócratas es la “complejidad” a la hora de dirigirse a las comunidades. “Los demócratas tienen que aprender, igual que todos aquellos que trabajamos en organizaciones comunitarias, a comunicarse de maneras más sencillas y directas con la población. Tenemos que hacerles ver que también somos guerreros y que vamos a luchar por ellos, y no solo que vamos a pensar por ellos”, señala. 

El congresista demócrata de Massachusetts Seth Moulton hacía una reflexión similar sobre la derrota este viernes en la cadena GBH: “Creo que los demócratas, como partido, pasan demasiado tiempo sermoneando, siendo condescendientes con la gente, hablándoles con superioridad y diciéndoles qué necesitan, qué quieren, en lugar de simplemente salir a la calle y escuchar a los estadounidenses comunes”. 

La idea de “pensar por ellos”, a la que se refiere Ávila, es justo una de las razones del desencanto de Bianca Gracia, la fundadora de Latinos por Trump, con los demócratas. “Durante 17 años fui demócrata, pero me cansé. Los demócratas han infantilizado a la comunidad hispana, como si fuéramos más tontos que los demás por el hecho de ser latinos”, explicaba Gracia a elDiario.es dos semanas antes de las elecciones. 

Una “fractura” en la comunidad latina

Uno de los grupos de electores entre los que Trump ha ganado apoyos, en detrimiento de los demócratas, son los latinos. Igual que desde 2016 Trump ha sido capaz de ganar terreno entre los hombres trabajadores blancos, ahora empieza a penetrar entre los hombres latinos. En 2020 Biden recibió el 59% de los votos de los hombres latinos, mientras que Harris solo ha recibido un 44%. El giro de tendencia es pronunciado y para Ávila tiene que ver con dos hechos: el miedo y las promesas no cumplidas. 

“Los latinos son un grupo más joven que el resto de la población estadounidense y muchos no tienen el recuerdo de haber vivido bajo Trump. En el caso de Arizona, algunos no han vivido bajo el Sheriff Joe Arpaio -quien se ganó la fama de cazainmigrantes-. Si Trump está deshumanizando y alimentando el odio contra las comunidades inmigrantes, las personas que no son inmigrantes y son latinas van a quererse separar de ese grupo para no ser también foco del odio y el hostigamiento que van a vivir en los próximos meses”, expone Ávila. En los condados donde más del 20% de los estadounidenses en edad de votar eran hispanos, el margen de Trump sobre Harris mejoró en 13 puntos en comparación con 2020, según Reuters. 

Si Trump está deshumanizando y alimentando el odio contra las comunidades migrantes, las personas que no son migrantes y son latinas van a querer separarse de ese grupo para no ser también foco del odio

El acercamiento de los latinos al magnate no solo se puede explicar desde la perspectiva del mensaje republicano, sino también de la desafección con los demócratas que desde hace años se ha estado cocinando a fuego lento. “La reforma migratoria es la política más emocional para los latinos. Es algo con lo que los demócratas hicieron campaña, y me incluyo porque estaba, prometiendo a las comunidades que íbamos a elegir a gente, que íbamos a avanzar las políticas migratorias favorables para nuestra comunidad. Elegimos a Obama en 2008, con mayoría en el Congreso, y no priorizó ni avanzó las reformas migratorias que nosotros le habíamos prometido a la comunidad. En 2012 pierde la mayoría y la oportunidad histórica de hacer un cambio radical en el sistema migratorio y de ahí hemos sido utilizados como conejillos de India para los bienes políticos de los partidos”, lamenta. 

Si se superpone la evolución del apoyo de los latinos a los demócratas con la cronología que expone Ávila, se puede observar cómo en 2008 un 67% del voto latino fue para los demócratas, alcanzando su máximo en 2012 con un 71%, y desde ahí fue descendiendo hasta el actual 53%. La cifra sigue siendo mayor que el 45% que cosechó Trump. Para Ávila, “si los demócratas van a querer retomar el favor y el apoyo de las comunidades latinas, tienen que entender que el tema migratorio no es un tema tal vez de prioridad, pero es un tema emocional y que impacta a nuestras familias”. 

Sobre el aumento creciente del apoyo de los latinos por Trump, Ávila hace el siguiente apunte: “El problema es que se rompieron algunas de las alianzas que hemos tenido en otros años de latinos que no vivieron bajo Trump, que no tienen la memoria histórica de lo que ha pasado en comunidades migrantes y están dispuestos a tomar este riesgo porque no saben cuáles pueden ser las consecuencias. Este es un momento de verdad en el que la comunidad latina o se fractura o se comprende y se vuelve a hablar de qué es lo que queremos en este mundo, en este país”.

Los poco más de 90 días que tuvo Harris como candidata no daban mucho margen para afrontar un problema que enraiza con la misma existencia del partido. La vicepresidenta asumió la nominación heredando la baja popularidad de Biden, quien tenía la peor nota desde la Segunda Guerra Mundial como presidente, y aun así consiguió remontar las encuestas. Algunos de los miembros del partido demócrata también señalan la testarudez del presidente en querer aferrarse a la candidatura hasta el último momento. La expresidenta de la Cámara de los Representantes Nancy Pelosi, quien jugó un papel clave en la renuncia de Biden, se lamentaba de los tempos en una entrevista en el New York Times: “Si el presidente hubiera salido antes, podría haber habido otros candidatos en la contienda”.