Aquí no hay pantallas en la calle. El ayuntamiento no tiene dinero para algo así. Las reservas en los pubs están agotadas desde hace días. Para muchos sólo queda estar de pie encaramándose a unos barrotes, agacharse para ver la pantalla de lejos, asomarse a la ventana o revolotear a la entrada y de vez en cuando preguntar “¿cómo van?” pasando de un pub al de al lado. También es la única manera de ver el partido España - Inglaterra si no pagas por la licencia necesaria para ver la televisión.
La derrota de Inglaterra no pilla desprevenidos ni a los que corean desde hace horas, pero esta noche querían creer. En Jude The Obscure y la Jericho Tavern, dos pubs contiguos en el barrio donde están ambientadas las aventuras del ficticio inspector Morse, se repiten los cánticos de “It’s coming home”. El himno hace referencia a la idea de que el fútbol vuelve a casa porque en Inglaterra la Asociación del Fútbol, la más antigua documentada, le puso en 1863 las reglas al juego.
Las ganas se mezclan con la inquietud por el juego desigual de la selección inglesa durante el torneo. Pero hay una sensación de que toca después de décadas de espera y de sueños rotos para un país obsesionado por el fútbol. Es una de las primeras noches algo más cálidas del verano, el cielo está despejado y hay mucha luz por los días largos de la época (también es una hora antes que en la Península). Con todo lo que ha llovido estos últimos días, parece que el domingo acompaña.
“Siento que los aficionados de Inglaterra lo quieren más... Creo que el país de ‘vuelve a casa’ lo quiere más y lo espera más que España”, dice Shawn, que está de vuelta en Oxford por el verano pero ahora estudia Física Aplicada en la Universidad de Yale, en Estados Unidos, y ve el partido con dos amigos de estudios. “Inglaterra se lo merece. España también se lo merece. Pero creo que la gente aquí siente que se lo merece. Quizás no sea así”.
Su amigo Christian, que está haciendo un doctorado en Física Cuántica en Oxford, es austriaco y apoya a España desde hace años porque cuenta que cuando era niño era fanático del Barcelona y su equipo de ensueño era de jugadores que estaban en la selección como Iniesta y Xavi. “Hubo una fase oscura después del grandioso periodo que llegó hasta 2014, pero ahora vuelven a jugar muy bien. Juegan el mejor fútbol de la Eurocopa”, dice. Mientras ve el partido bromea con su colega Shawn con que como sigan cantando “It’s coming home” le van a “sacar España”, y dice que también siente cierta empatía por Inglaterra ya que vive aquí. Cuando Nico Williams marca el primer gol de España, Christian comenta “ha sido tan bueno, tan bueno”, pero de manera discreta.
Lucas acaba de llegar este domingo para estudiar física del plasma en la escuela de verano de la Universidad y siente algo menos de solidaridad con los ingleses. “No me importa demasiado, pero creo que España debería ganar. Se lo merecen más. En este torneo jugaron los mejores partidos. Los partidos españoles son mucho más entretenidos que los ingleses”, dice.
Del tenis al fútbol
En Jude The Obscure, que lleva el nombre de una novela victoriana que escandalizó en el siglo XIX, un rato antes aficionados con la camiseta de Inglaterra aplaudían a Carlos Alcaraz. La final de Wimbledon estaba en las mismas pantallas que por la noche emitían la final de la Eurocopa.
En algunos casos, las mismas personas que rompían por la tarde en un aplauso con la última pelota del español horas después gritaban en contra de sus rivales españoles. Estaba claro el deporte que importaba por la noche. Antes de la final, el Daily Mail titulaba con su favorito en portada: “Kate tiene una cita en Wimbledon con el español que no nos importa que gane”
Timothy Garton Ash, el historiador en Oxford y autor de Europa: una historia personal, decía antes del partido que “España tiene el tenis así que Inglaterra puede tener el fútbol”.
“No os importa tanto”
Jake y Ryan, dos jóvenes de Oxford que se describen como “descomunales aficionados del fútbol”, tenían planeado estar en la final de la Eurocopa en Berlín. Justo antes de viajar descubrieron que sus pasaportes habían caducado y que no había tiempo para renovarlos, y ninguna otra identificación es válida para británicos que quieran entrar en la Unión Europea. “Vamos a todos los partidos”, repite Jake, que estaba junto a su amigo en la final de la Eurocopa en Londres en julio de 2021 cuando Inglaterra perdió contra Italia en los penaltis. De esta final esperaba un resultado que le diera “la vuelta” a ese día. Los dos amigos, que “respiran para el fútbol”, también estuvieron hace unas semanas en el estadio Wembley, cuando el equipo local, el Oxford United, consiguió el ascenso a segunda, su equipo del alma junto al Manchester.
Jake reconoce que el equipo de Inglaterra “no es tan bueno como el de España”, pero todavía se puede describir como “suficientemente bueno” y el resto del torneo ya poco importa cuando has conseguido llegar a la final. Pregunta cómo es el ambiente en España y cuando sugiero que tal vez una victoria no es tanta noticia como la de Inglaterra, dice: “Oh, ya veo, no os importa tanto a vosotros como a nosotros. A nosotros nos importa. Sí, desde luego, queremos ganar”.
La victoria de un torneo internacional, que en este caso hubiera sido la primera desde el Mundial de 1966 y la primera en una Eurocopa, tiene un impacto efímero, pero deseado en tiempos de insatisfacción ciudadana por el estado de los servicios públicos y la marcha de la economía. “En realidad no va a cambiar nuestras vidas”, decía Jake. “Son simplemente buenas noticias. Hace feliz a la gente y eso. Crea buenos momentos”.
Empujón económico
Para Inglaterra, no sólo se trataba sólo de conseguir un buen momento, sino de un empujón para la economía grande que se ha recuperado peor de la pandemia y apenas crece. La patronal de restauración del país calculaba que la noche podía dejar un extra de ingresos de casi 140 millones de euros y que todo el torneo ha supuesto unos 930 millones. La ministra del Interior del nuevo Gobierno laborista, Yvette Cooper, permitió la apertura de los pubs dos horas más de lo habitual, es decir, hasta la una de la mañana. Algunos colegios abren más tarde este lunes para que su personal se pueda recuperar de la noche de fútbol.
La noche más larga de lo habitual puso en alerta a la policía en Londres por posibles disturbios en las calles. Poco antes del comienzo del partido, la policía metropolitana recordaba que no había pantallas en la vía pública, que los pubs estaban llenos y que había impuesto un veto al consumo de alcohol en la calle en el centro.
El partido se veía en el resto del país con más distancia, e incluso con aficionados apoyando a España. En Escocia, que tiene su propia selección, era más fácil encontrar seguidores de la selección española. El diario pro-independentista escocés The National dedicó una portada a animar a la selección española con la lista de molestias que, según el diario, causan sólo turistas y jubilados ingleses, con el título: “La hora de la revancha”
Starmer, futbolero
Keir Starmer, el nuevo primer ministro y gran aficionado al fútbol, quería la victoria como un símbolo más de una nueva era en una época en la que ha prometido “reconstruir el país”, una labor que reconoce llevará tiempo pese a tener objetivos modestos. Starmer, aficionado del Arsenal que solía ir a todos los partidos en el estadio, seguía jugando hasta la campaña en su barrio de Londres. En su viaje a Washington para la cumbre de la OTAN, un periodista de la BBC le preguntó tras la semifinal: “¿Vuelve a casa?” “Parece que sí”, contestó algo nervioso Starmer. Después no quiso hablar de posibles preparativos de celebración en Downing Street para “no gafarlo”, aunque sugirió que podría haber un día festivo extra si Inglaterra ganaba.
El país se quedó sin día festivo y Starmer puso un tuit lacónico.
Esperando hasta el final
Ellie, una oxoniense de 13 años envuelta en la bandera de Inglaterra y aficionada al fútbol desde que tiene “recuerdos”, espera la sorpresa hasta el último minuto, convencida de que Inglaterra ganaría al final cuando los rivales estuvieran relajados. Sabe que es un partido “difícil” porque “España tiene un equipo muy sólido” capaz de ganar todos los partidos, pero vale con que Inglaterra sea “suficientemente fuerte”. “Significaría mucho para mí porque hace mucho que no ganamos. Sería bueno para todos”, explica Ellie, que nunca ha visto ganar un torneo a su selección nacional.
La mayoría de los aficionados en Jude The Obscure y la Jericho Tavern tampoco habían nacido en 1966 y su relación con Inglaterra es la de las derrotas.
“Esto puede ser historia”, dice Josef, que lleva a modo de capa la bandera de Inglaterra y en la cabeza los colores de la de Kenia, su país natal.
Este joven empleado en Oxford explica que dejó de apoyar a los equipos ingleses en la primera división después de que un grupo de aficionados del Arsenal insultaran a su madre, que era fan del Manchester United. “Odio la Premier League”, dice. Pero las competiciones internacionales son otra cosa y le hace ilusión que Inglaterra pueda ser campeona. “Conozco la mala suerte y también la buena. Esto es una pelota de fútbol”, dice.