El pueblo británico decidió, por estrecho margen hace tres años, abandonar la UE en un polémico referéndum. Ese es el mandato: dejar la Unión Europea. El Gobierno británico decidió, hace dos años, que la fecha de salida sería el 29 de marzo de 2019. La primera ministra, Theresa May, firmó un acuerdo de retirada con la UE el 25 de noviembre de 2018, que tenía que pasar por el Parlamento británico. Cosa que no ha pasado en dos ocasiones, tras cosechar sendas abultadas derrotas.
May llegaba a Bruselas a pedir una extensión, del 29 de marzo al 30 de junio. E intentó convencer a los líderes europeos durante hora y media, lo que dura un partido de fútbol. Pero no lo consiguió. No consiguió explicar para qué hasta el 30 de junio, ni siquiera fue capaz de explicar cómo iba a ganar una tercera votación en los Comunes la semana próxima. Y lo que tampoco fue capaz de explicar es qué plan tenía si perdía la votación: “Mi plan es sacar adelante el Plan A”, contestaba. Pero es que su plan A cayó estrepitosamente en enero y marzo en los Comunes, y nada apunta que pueda pasar algo distinto la semana próxima.
Los líderes no le creyeron. Y no se fían. Y le marcaron el camino para su plan A y le abrieron el camino para un plan B que ella no tenía previsto.
Hace apenas seis meses Theresa May bailaba al ritmo del Dancing Queen de ABBA en el congreso del Partido Conservador. El mismo partido que se ha roto ante el Brexit, hasta el punto de que una tercera parte de sus diputados intentaron desbancarla del Gobierno y hasta el punto de que las dimisiones de ministros se han sucedido a medida que se avanzaba en el proceso del Brexit.
En aquellos felices días de bailes, cuando parecía improbable una salida caótica y desordenada, que ahora está a la vuelta de la esquina, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, le respondió con otro bailecito desde Bruselas.
Entonces todo se vía de otra manera.
Pero, ahora, en Bruselas lo que quieren es que se acabe el baile. “Estamos cansándonos de que jueguen con nuestra paciencia”, dijo el jueves por la noche Juncker. Y, ante el abismo y el bloqueo en Londres, los 27 han decidido no responder a la pregunta de May –una extensión hasta el 30 de junio–, y encapsular el Brexit entre dos fechas: el 12 de abril y el 22 de mayo.
Bruselas, así, toma el control. Al borde del abismo. Cuando el Brexit sin acuerdo está más cerca. Cuando el pesimismo es mayor.
La respuesta de Bruselas a May pivota sobre dos fechas: el 22 de mayo, porque el 23 es cuando empiezan las elecciones europeas, y el 12 de abril, porque es cuando Reino Unido tiene que tomar la decisión de si participa o no, y las consecuencias que tiene cada cosa. El 22 de mayo es la fecha límite, en lugar del 29 de marzo, si Reino Unido aprueba el acuerdo en el Parlamento. Y el 12 de abril es la fecha límite para que Reino Unido tome decisiones si el acuerdo vuelve a fracasar en los Comunes. ¿Qué decisiones? Pues desde la retirada de la petición del Brexit hasta una salida sin acuerdo, un cambio de Gobierno, unas elecciones generales o un segundo referéndum. Y todo pasando, probablemente, por una prórroga más larga que, indefectiblemente, requeriría del concurso de Reino Unido en las elecciones europeas.
De esta manera, Reino Unido deja de marcar el paso a Bruselas, para ser el que baila a su ritmo. Y, además, se ve atrapado en sus propias reglas. ¿Evitará eso el Brexit sin acuerdo? Nunca se ha estado tan cerca.