¿Dónde está Daniel Ortega? El presidente de Nicaragua lleva un mes sin aparecer en plena crisis del coronavirus

Arlén Cerda

Managua (Nicaragua) —

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  • Este reportaje del medio nicaragüense Confidencial se republica en eldiario.es gracias a la red de colaboración entre medios latinoamericanos de ConnectasConfidencialConnectas

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, ha batido su propio récord de ausencias en el cargo. Lleva 29 días sin ninguna aparición pública mientras los demás mandatarios de la región se han puesto al frente de la respuesta ante la pandemia del coronavirus.

Ortega fue visto por última vez el 12 de marzo, en su búnker de El Carmen, donde reside y despacha por igual eventos oficiales y de partido. Ese jueves, apareció en compañía de autoridades del Ministerio de Salud y representantes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), para participar en una reunión virtual con miembros del Sistema de Integración Centroamericana (SICA).

Ortega prácticamente no ha dicho una palabra sobre la pandemia, y en su corta intervención de 1:13 minutos ante el SICA no mencionó en ninguna ocasión “COVID-19” o “coronavirus”, aunque sí admitió estar ante una “situación de emergencia”, mientras expertos en salud y ciudadanos critican la falta de medidas oficiales para prevenir el contagio, cuando Murillo —delegada para la Administración pública y portavoz oficial— convoca a aglomeraciones e invita a paseos durante la Semana Santa.

Las prolongadas ausencias de Ortega son tan habituales que se ha ganado que le llamen el “gobernante ausente”. En todo el año 2020, por ejemplo, el mandatario solo ha sido reportado en nueve actividades oficiales, según sus discursos y galerías fotográficas registradas por el oficialista El 19 Digital, cuyas publicaciones —que deben ser revisadas una a una— son la única forma de saber sobre sus apariciones, a falta de una agenda pública o bitácora presidencial.

Del 16 de diciembre de 2019, cuando asistió a una graduación de cadetes de la Policía Nacional, hasta el 15 de enero de 2020, que recibió al ministro de Estado de Asuntos Exteriores de Japón, Keisuke Suzuki, Ortega sumó un total de 30 días sin ninguna actividad en el cargo. Sin embargo, tuvo una aparición no oficial que, aún así, le valió para desplegar en Managua una custodia de más de mil policías por 12 horas: la boda civil de su hija Camila Ortega Murillo, en el exclusivo Hotel Pueblo Viejo, el 21 de diciembre del año pasado.

Además de salir poco, Ortega no se aleja mucho de su residencia. Una investigación previa de Confidencial sobre las ausencias de Ortega, publicada en 2017, reveló que, en más de cinco años (de enero de 2012 a abril de 2017), Ortega únicamente tuvo 296 actos o intervenciones públicas, y solo salió de Managua en 18 ocasiones. “Ortega ya no va a los municipios a enterarse de lo que pasa, porque, entre otras razones, hay un entramado de relaciones de arriba hacia abajo, donde los alcaldes están en el fondo de la olla, sin poder actuar”, comentó en esa ocasión el experto en Ciencias Políticas y temas municipales, Silvio Prado.

Los datos de esta nueva investigación arrojan que de sus 84 apariciones oficiales en los dos últimos años, Ortega solamente ha salido de la capital en seis ocasiones. Con el registro de cada una de sus salidas o apariciones públicas entre abril de 2018 y abril de 2020, Confidencial verificó que Ortega acostumbra a desaparecer de la vista pública por largos períodos de tiempo, aun en medio de las crisis. En estos dos años, nunca se le ha visto en dos ocasiones o eventos en un mismo día, y solamente en doce fechas ha aparecido en días consecutivos.

Durante el estallido social de abril de 2018, Ortega apareció al tercer día de las protestas para pronunciar, desde su residencia, un monólogo por la paz mundial sin dedicar una palabra a los 44 muertos que ya sumaba la represión oficial. Al día siguiente tuvo que volver a aparecer, lamentando “los hechos de violencia que se han venido presentando”, dijo, y anunciar un diálogo bajo sus propios términos, que fue rechazado de inmediato. Menos de 48 horas más tarde, con otros once nicaragüenses asesinados, Ortega se vio obligado a aceptar la mediación de la Conferencia Episcopal de Nicaragua.

De ahí, se “guardó” otros 16 días para ir al Seminario Nacional Nuestra Señora de Fátima, al inicio del fallido intento de Diálogo Nacional, y le tomó otros 16 ir a una plaza para “abrazar” a las madres nicaragüenses. Ese mismo día, a unos kilómetros de distancia, policías y paramilitares disparaban contra la marcha cívica en solidaridad con las madres de los asesinados, dejando al menos otros 17 muertos en Managua.

Dieciséis días más tarde, Ortega reapareció para recibir en El Carmen las cartas credenciales del nuncio apostólico Stanislaw Waldemar Sommertag. Y nuevamente desapareció por 19 días hasta el siete de julio, para concluir con un acto una “Caminata por la Seguridad y la Paz”, en la Avenida Bolívar.

Desde 2012, las salidas de Ortega se han reducido significativamente a actos protocolarios y conmemoraciones partidarias. En 27 ocasiones el motivo de sus intervenciones públicas han sido aniversarios. En otras ocasiones también ha asistido a honras fúnebres, la última de ellas en enero de este año, para despedir al combatiente histórico Juan Ramón Ramos, conocido como “el Indio Emilio”, de Estelí, ciudad del norte de Nicaragua.

En esa salida, en redes sociales se viralizó un video de Ortega escapando de caer al bajar las gradas del antiguo Palacio Nacional, hoy conocido como el Palacio de la Cultura.

Pero aunque ha asistido a al menos tres honras fúnebres en menos de un año, Ortega no asistió a las del diputado del Frente Sandinista, encargado de las Relaciones Internacionales del partido, pero por sobre todo uno de sus pocos amigos: Jacinto Suárez, con quien estuvo siete años en prisión durante la dictadura somocista, en los años setenta.

Ese tres de abril era un día decisivo para la reaparición de Ortega. No se esperaba que faltase a la despedida de Suárez, e incluso, en la víspera, la Asamblea Nacional publicó en su sitio web un programa que mencionaba su participación, que fue eliminado minutos más tarde.

Casi una semana después, la prensa nacional e internacional especula sobre dónde está Ortega, y no faltan quienes mencionan algún agravamiento de su salud e incluso muerte. El pasado seis de abril, el eurodiputado de Ciudadanos José Ramón Bauzá, que ha solicitado sanciones de la Unión Europea para funcionarios orteguistas, comentó en Twitter: “Hay rumores sobre la posible muerte de Daniel Ortega, dictador de Nicaragua. Espero que no sean ciertos, pues tiene muchos crímenes por los que responder ante el pueblo nicaragüense. Las atrocidades de su mandato no pueden terminar sin que haya rendido cuentas”.

Y más recientemente, este nueve de abril, el subsecretario interino de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de EEUU, Michael G. Kozak, publicó: “Mientras la pandemia azota a Nicaragua y el país se enfrenta al COVID-19, Daniel Ortega se destaca por su ausencia”, con el hashtag #WhereIsOrtega, que se ha comenzado a replicar en otros tuits.

En las redes sociales, el encierro de Ortega tampoco ha pasado inadvertido para los nicaragüenses, e incluso ha sido motivo de mofa. “Sé como Ortega: quédate en casa”, se lee en decenas de memes. En el imaginario colectivo, esta nueva ausencia de Ortega ha sido la principal prueba de la necesidad de resguardo ante la pandemia. Sin embargo, otros acostumbrados a las prolongadas ausencias del mandatario, comentan que el caudillo prepara una “reaparición gloriosa”, quizá en Pascua.