Dima Khatib, directora ejecutiva del servicio digital de Al Jazeera AJ+ –que se emite en árabe, inglés, francés y castellano– nacida en Siria, formada en Europa, de origen palestino, es una de las mujeres más influyentes en la esfera de los medios de comunicación del mundo árabe. Fue compañera y amiga de la célebre periodista palestina de Al Jazeera Shireen Abu Akleh, asesinada el pasado año por tropas israelíes en Cisjordania.
Estos días coordina desde Doha (Catar) los contenidos de AJ+ preocupada por sus compañeros en Gaza. El Comité Internacional para la Protección de los Periodistas advierte de que han muerto más periodistas estas semanas que en cualquier otro conflicto desde 1992. Treinta y siete reporteros palestinos han perdido la vida en la Franja. Las imágenes de uno de los compañeros de Dima Khatib, Wael Al-Dahdouh, dieron la vuelta al mundo. En ellas el periodista recorre los pasillos de un hospital de Gaza buscando a sus hijos y su esposa, muertos en un ataque israelí.
Otros dos compañeros de Khatib resultaron heridos en la frontera con Líbano en octubre en un ataque israelí que mató al periodista de Reuters Issam Abdalah. Otro trabajador de Al Jazeera, Mohamed Abu Al-Qusam, ha perdido a 19 miembros de su familia en un bombardeo israelí contra el campo de refugiados de Yabalia en Gaza. La cadena catarí Al Jazeera ha señalado que estas muertes son “crímenes contra civiles que no pueden quedar impunes y deben recibir la respuesta de la justicia internacional”.
El sistema de apartheid que ejerce Israel contra los palestinos se está extendiendo por el mundo
La cifra de muertos por los ataques israelíes en Gaza supera con creces la de cualquier otra ofensiva en la Franja. Ante ello, ¿cómo analiza la reacción internacional?
Siento que el sistema de apartheid que ejerce Israel sobre los palestinos en Palestina se está extendiendo al mundo entero contra los palestinos. Es decir, un palestino que habla, que dice algo sobre Palestina, es censurado en demasiados lugares. Un israelí sionista tiene toda la libertad para expresarse. La comunidad internacional está adoptando el sistema de apartheid contra los palestinos.
¿Cómo es posible que esto ocurra? Mira, yo me crié en Siria y después estudié en Europa, donde aprendí de derechos. En Suiza, en Estrasburgo, en el Instituto de los Derechos Humanos, estudié la ley internacional. Y ahora me siento una ingenua. Creí en aquellos valores que aprendí en Europa, en los principios de igualdad, de fraternidad, de libertad. Y ahora estoy en crisis existencial total porque, caramba, parece que todo era mentira.
Solo existen en función de los intereses políticos. Para Ucrania valen, y me parece bien. Pero para el caso palestino, no.
¿Qué supone eso?
A mis 52 años, tengo que revisar todo. Pienso que esto que está pasando en Gaza va a romper muchas cosas entre Occidente y el resto del mundo. Aquí en esta parte en la que estoy [Oriente Medio] se está perdiendo el respeto a los valores que antes nos inspiraban. Sentimos que esto es una guerra de Occidente contra nosotros. Que somos inferiores, porque una vida israelí parece que vale mucho más que una palestina.
Esto va a cambiar el comportamiento y las creencias de muchísima gente, las actitudes y decisiones que se tomarán en el futuro. Es horrible que se llegue a eso. Imagina que eres un niño en Palestina, ¿qué vas a pensar? ¿Cómo vas a crecer? Puede de hecho que haya combatientes de Hamás que tengan 18 años y que no hayan conocido nada más que el bloqueo en Gaza.
Nuestros periodistas en Gaza han asumido que pueden morir en cualquier momento
¿Qué consecuencias vislumbra?
Estamos viendo que el planeta está sujeto a las reglas que marcan tres o cuatro líderes mundiales. Y una de esas reglas que se aplica es el antipalestinismo.
Si alguien defiende los derechos de los palestinos en algunos países occidentales, se arriesga a perder su trabajo, lo echan de su club, lo someten a una investigación o le acusan de apoyar el terrorismo. Es una doble moral. Siempre hay dos medidas.
Yo antes pensaba que era una cuestión de raza. Pero es más profundo. Si no estás de acuerdo al 100% con quienes tienen el poder y las armas, con quienes controlan el mundo, no cuentas y no debes existir.
Por eso es tan grave lo que está pasando. Temo que esto que sufrimos los palestinos lo sufra mañana el mundo entero, que definitivamente con esto caigan los valores, los derechos humanos, el derecho internacional. Y, de hecho, todo eso se está derrumbando. Si no se salva, vamos a caer todos.
Su cadena tiene reporteros en el terreno en Gaza, ¿qué dificultades encuentran para ejercer su trabajo diario?
Desde el 7 de octubre han matado en Gaza a más de un periodista al día de promedio. Mis compañeros allí son fuentes de información importantísimas porque son testigos de esa realidad.
Son muy conscientes del peligro que corren. Han asumido que pueden morir en cualquier momento. Todos lo sabemos. Pero ¿cuál es la opción? Salir y no seguir contando la historia no es una opción para ellos. Estos días estamos viendo lo difícil que es informar desde el norte de Gaza, desde el hospital Al-Shifa no nos llegan apenas imágenes; solo sus voces. Cada vez es más difícil.
Algunos han perdido a sus seres queridos…
Estos días hemos emitido una entrevista con nuestra compañera de Al Jazeera English Youmna ElSayed, que vive en Gaza con su familia. En un momento dado ella, cuenta que sus hijos le preguntan si duele cuando alguien muere por un bombardeo. Ella les contesta que no, que no te enteras. Imagínate esa conversación con tus hijos.
Pienso en Wael [Al-Daldouh], por ejemplo, 24 horas después de que mataran a su familia volvió a trabajar y a entrar en directo desde Gaza. ¿Cuándo podrá tomarse el tiempo para recuperarse de esa pérdida? Es un trauma tras otro trauma. Yo sé que seguirán haciendo todo lo que se pueda hasta el final.
Irse y dejar de contar la historia no es una opción, los periodistas en Gaza seguirán haciendo lo que se pueda hasta el final
Han surgido también periodistas muy jóvenes, que divulgan por redes con cientos de miles o millones de seguidores. Su papel es muy importante, porque Israel no permite a nadie entrar en Gaza, excepto con su propio ejército. Hay periodistas que están haciendo incursiones empotrados con las tropas ocupantes, con la condición de que les controlen las imágenes y el contenido que pueden mostrar.
Me llama la atención que se acepte como algo que está bien entrar con el ejército, como hicieron en Irak, asumiendo la propaganda de un ejército invasor, sin ni siquiera poder verificar nada.
Como periodista, directiva de Al Jazeera y palestina, ¿cómo lo está viviendo usted?
Tenemos que seguir trabajando, mantener la calma y no perder la fe en la humanidad. Porque si la pierdes, ¿para qué sirve contar la historia?
Estos días es importante el contexto, que la gente sepa que esto no empezó el 7 de octubre. Es importante seguir transmitiendo desde Gaza mientras se pueda, porque lo que quieren, como siempre, es callar las voces de allí y seguir matando con la consigna de que el palestino es malo y que tiene que morir. Y que sea silenciosamente, sin testigos.
El momento más difícil para mí fue la primera vez que vi los desplazamientos masivos de gente en Gaza, hace algo más de una semana. Porque me recordó a lo que vivió mi abuela palestina hace décadas.
Mi abuela tuvo que huir de Palestina en 1948, embarazada, sin nada. Dio a luz bajo un árbol en la frontera con Líbano
¿De dónde era su abuela?
De Tiberias, del norte de Palestina. En 1948 tuvo que huir caminando, sin equipaje, como todas las personas de Gaza que estamos viendo estos días. Ella estaba embarazada. Llegó a la frontera con Líbano y dio a luz justo cuando llegó. Mi tía nació el día de la fundación del Estado de Israel, el 15 de mayo de 1948, bajo un árbol en un pueblo de la frontera de Líbano.
Cuando quisieron regresar a su tierra, a su casa, se les dijo que no, que ellos no eran ciudadanos. Es imposible no pensar que la historia se repite.
Como compañera y amiga de Shireen Abu Akleh, ¿cómo vivió su asesinato en Cisjordania el pasado año y qué supone su muerte?
Shireen nació el mismo año que yo, vivía en el edificio donde sigue viviendo mi tía en Ramala, comenzó en Al Jazeera el mismo año que yo y trabajamos juntas en varias ocasiones. Era una relación bastante profunda, con varias capas. Como palestina, como mujer, como periodista, como compañera y como amiga de la familia.
Shireen fue ejemplar. A día de hoy las mujeres en el mundo árabe quieren ser una Shireen. Y esto es significativo. Porque en este mundo de Instagram, de influencers, de valores artificiales y vacíos es importante cuando en redes sociales salen mujeres árabes con su cepillo de pelo a modo de micrófono diciendo: “Para Al Jazeera, Shireen Abu Akleh”.
Y sigue presente. Cuando viajo llevo un pañuelo con su rostro y la gente me para, lo reconoce, incluso en sitios como Kenia. Hasta tras su muerte continúa con su misión de hablar de Palestina, de recordar lo que ocurre.
Hay que preguntarse cómo van a crecer los niños de Gaza que están viendo y sufriendo la masacre
¿En qué punto está la investigación?
Se ha podido mostrar que fue asesinada por el Ejército israelí y que nada justificaba ese ataque. Sabemos que su muerte fue intencional. Como siempre, al principio Israel trató de ocultar su crimen. Recientemente, justo el día que atacaron a la familia de Wael en Gaza, desde Naciones Unidas se reconoció que “las fuerzas israelíes usaron fuerza letal sin justificación” contra ella. Seguiremos avanzando. Yo seguiré pidiendo, exigiendo y trabajando para que haya justicia.
El caso de Shireen es simbólico porque ayuda a entender que cuando eres palestino, aunque tengas pasaporte estadounidense como ella, no vales.
Como conocedora de la cultura de algunos países latinoamericanos y del idioma, ¿qué le diría a la sociedad española y latinoamericana?
Que usen las herramientas que tienen. Que nos ayuden a parar esta matanza, para que en Palestina la gente pueda respirar, vivir una vida normal, porque es una responsabilidad colectiva, humana. Veo voces en España, en Europa y en Latinoamérica que piden que se condene y se juzguen los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Y es importante.
Sé que la clave son los líderes de los grandes países: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania. Los mismos de siempre, ¿no? Los mismo de siempre. Pero hay herramientas.
Se pueden cortar, quizá, relaciones con Israel. No permitir que los israelíes puedan incluso impedir a los palestinos ondear su bandera. No permitir que la crítica sea identificada con el antisemitismo. No solo por nosotros los palestinos, sino porque si esto se permite, allanará el camino para que el mundo pierda sus herramientas.
Si no se puede defender el derecho básico de un pueblo a existir con normalidad, mañana será otro pueblo el que padezca lo mismo. Eso es lo que digo: que no pierdan sus herramientas, que las usen para defender lo que queda de esto que llaman ley internacional, democracia, libertad de expresión y de pensamiento. Y exigir que los medios hagan bien su trabajo, que no difundan propaganda, que no permitan que Biden dude sobre si los palestinos están muertos o no.
Vemos que en muchos lugares los gobiernos están recibiendo respuesta en las calles
Es llamativa la movilización de la sociedad civil no solo en países árabes, también en el mundo occidental. Hay presión en la calle en muchos lugares, en Londres, Washington, Nueva York, París, Alemania. Estados Unidos está matizando algunas declaraciones porque están sintiendo esa presión.
Pero en Gaza siguen muriendo, ante nuestros ojos. Me pregunto cómo vamos a soportar la vida después de esto.
¿Por qué quiso ser periodista?
Yo estudié en Europa traducción e interpretación [habla ocho idiomas perfectamente]. Parte de nuestra formación era estudiar la traducción legal del derecho internacional. Hice mi pasantía en Naciones Unidas y estudié además en el Instituto de Derechos Humanos de Estrasburgo, para especializarme más en derechos humanos y ley internacional, porque me parecía importante.
Fui intérprete en la ONU cuando se producía la guerra en Ruanda y eso me llevó a querer ser periodista, porque sentí que siendo traductora el mensaje no llegaba más allá de la sala donde yo traducía. Tomaban café en la sala con el señor que venía de Ruanda que contaba cosas horribles y que después regresaba a Ruanda a las cosas horrorosas que había contado.
Parecía que todo el mundo estaba tomando café en Naciones Unidas. Y por eso quise ser periodista. Para poder contar la historia y traspasar esa sala.