Cómo Dinamarca ha vuelto a la normalidad post-COVID

Òscar Gelis Pons

Copenhague —
14 de septiembre de 2021 22:09 h

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La sociedad danesa ha vuelto a la vieja normalidad: el 10 de septiembre el país escandinavo se convirtió en uno de los primeros en la Unión Europea en levantar todas las restricciones para hacer frente a la pandemia. Ha sido 548 días después de que la primera ministra, Mette Frederiksen, anunciara en rueda de prensa el cierre de escuelas, bares, restaurantes y recomendara el teletrabajo; ahora, las mascarillas, los límites de aforo y la necesidad de enseñar el pasaporte COVID son cosa del pasado en Copenhague. 

Con una tasa de vacunación con la pauta completa que supera el 80% entre las personas mayores de 12 años y el 75% de la población total, el ministro de Sanidad, Magnus Heunicke, aseguraba a principios de agosto que “la epidemia estaba bajo control” ya que, teniendo en cuenta los niveles de vacunación, el virus ya no representaba “una enfermedad crítica para la sociedad”.  De hecho, las restricciones se han levantado tres semanas antes de lo previsto, cuando actualmente el país registra 54 nuevos casos por cada 100.000 habitantes en los últimos siete días y los números de hospitalizaciones se mantienen estables, pero lejos del colapso sanitario, con una cifra de 117 ingresados por COVID en un país de 5,8 millones de habitantes, según los últimos datos.

Los datos de incidencia y vacunación son muy similares a los actuales de España, pero Dinamarca tiene una larga trayectoria de hacer muchas más pruebas.

Líder mundial en test

Dinamarca fue uno de los países de la UE que reaccionó más rápido al avance de la enfermedad, con la aplicación de restricciones en marzo de 2020 que, sin embargo, nunca incluyeron el confinamiento de la población ni el uso de mascarillas en espacios exteriores.

Desde el pasado 21 de abril, el país escandinavo también fue uno de los primeros en reabrir la sociedad de forma progresiva gracias al uso del pasaporte de vacunación. El ejecutivo liderado por Frederiksen pactó entonces un plan de desescalada que incluía la utilización de este certificado para asegurarse de que los ciudadanos estaban inmunizados (por haber pasado la enfermedad o haber recibido la vacuna). De lo contrario, tenían que mostrar un test de antígenos o PCR realizado durante las últimas 72 horas. Desde entonces el pasaporte, que se obtiene descargándose una aplicación en el móvil, ha sido necesario para acceder a las peluquerías, gimnasios, cines, teatros, bares o restaurantes.  

“Cuando se puso a funcionar el pasaporte corona, los índices de vacunación en Dinamarca no superaban el 10% de la población”, explica el profesor e investigador en la Universidad de Roskilde, Viggo Andreasen. “El pasaporte corona se desarrolló junto con la estrategia de crear una extensa infraestructura de centros de test accesibles para todos los ciudadanos de forma gratuita, y que cubriera todo el territorio”, cuenta.

La medida supuso que Dinamarca se convirtiera en el país con la tasa más alta de pruebas de COVID-19 per cápita en el mundo, con la capacidad de hacer más de medio millón de test de antígenos y pruebas PCR al día, lo que representa alrededor del 10% de la población cada 24 horas y el 30% cada 72. También ha sido líder en Europa en la detección y rastreo de variantes.

“El pasaporte corona fue introducido como una alternativa a las restricciones que nos afectaban y al final resultó ser mucho más exitoso de lo que esperábamos”, asegura el investigador Andreasen. “Sabíamos que las pruebas COVID no reducían completamente el riesgo de que una persona estuviera infectada, pero por lo menos había el 50% de posibilidades de que no lo estuviera cuando fuera a un restaurante o participara en otra actividad social”, explica. 

Amplio consenso social

Jan Koch regenta una peluquería en una de las calles adyacentes a la céntrica plaza de Nørreport, en el corazón de la capital danesa. A escasos 200 metros de su negocio, el pasado mes de abril se levantó uno de los 650 centros públicos donde se pueden hacer las pruebas de detección del virus. “El pasaporte corona es un inconveniente pequeño en comparación a tener el negocio cerrado”, explica. “Durante la pasada primavera, la gente se hacía dos o tres test a la semana para tener el pasaporte corona, pero ahora ya no hace falta porque casi todo el mundo está vacunado”, dice Koch.

Siguiendo por la misma calle, en una de las bodegas más populares de la ciudad, Frederik sirve unas cervezas de tirador en un interior repleto de humo de cigarrillos y clientes. “No hemos tenido ningún problema en pedir el pasaporte corona, pero estoy contento de que ya no haga falta”, dice. “Los daneses hacemos caso de lo que nos dicen, creo que la gente se siente bastante segura respecto a la pandemia”.

Para Flemming Konradsen, experto en salud global en la Universidad de Copenhague, este consenso social acerca del pasaporte corona “ha sido una de las claves para el éxito de la medida”. “En otros países el pasaporte se ve ahora como una limitación, pero para nosotros ha sido la forma de volver poco a poco a la normalidad”, explica.

El Ejecutivo socialdemócrata aprobó la legislación con el apoyo de todos los partidos del arco parlamentario menos la ultraderecha. Sin embargo, el alto coste de la estrategia de realizar pruebas masivas gratuitas levantó las críticas de la oposición, que según la información del periódico Berlingske, le habría costado al gobierno 270 millones de euros semanales. 

“Se dispararán los casos”

Con la seguridad de haber podido evitar de momento una tercera ola de infecciones, ahora la incertidumbre en Dinamarca se centra en saber qué pasará cuando llegue el otoño y la actividad social se traslade al interior. El 1 de agosto el pasaporte COVID se dejó de usar en espacios como los museos o bibliotecas y desde el 1 de septiembre ya no es tampoco un requisito necesario para acceder al interior de los bares y restaurantes. En el sector hostelero, desde el 1 de junio tampoco se utilizan las mascarillas en los interiores, igual que en el transporte público o en los supermercados y tiendas. 

“Con la propagación de la variante delta, el reto es vacunar al 90% de la población”, explica Flemming. “No hay dudas de que con la llegada del mal tiempo se dispararan los casos, sobre todo en los parvularios y las escuelas primarias, pero dado que ahora la mayoría de las infecciones se producen entre niños y jóvenes, la gravedad de la enfermedad ha disminuido significativamente”, explica.

“En los próximos meses tendremos que convivir con unos niveles de infección superiores”, asegura. “En particular, me gustaría que el pasaporte corona aún fuera necesario en las discotecas y los eventos más grandes como los conciertos”, dice Flemming. “Las restricciones se han levantado, pero la pandemia no se ha terminado, espero que en el futuro tengamos la misma agilidad para aplicar medidas rápidas como ya hemos hecho antes”.