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Los discursos del odio se instalan en Chile con el destape de la extrema derecha

Cartel de campaña a la alcaldía del polémico Gonzalo de la Carrera, ahora diputado nacional

Meritxell Freixas

Santiago de Chile (Chile) —
18 de octubre de 2022 22:35 h

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Últimamente, el Congreso chileno ha sido escenario de varios episodios de discursos de odio y violencia protagonizados por parlamentarios de extrema derecha o afines. El último, se produjo el pasado 5 de octubre, cuando el diputado Gonzalo De la Carrera atacó a su colega de la coalición de izquierda Frente Amplio Emilia Schneider con un discurso tránsfobo.

“He escuchado de usted dos grandes mentiras. Respetando su condición, usted no puede exigir su derecho a abortar porque jamás podrá abortar y tampoco puede exigir su derecho a menstruar”, espetó De la Carrera. El parlamentario entró al Congreso con el ultraderechista Partido Republicano, del que fue expulsado posteriormente por varias polémicas. Tras recibir una ola de críticas no solo no retiró sus palabras, sino que además calificó de “feminazis” a las diputadas que se las reprocharon.

Semanas antes, también en el Parlamento, el mismo diputado golpeó al vicepresidente de la Cámara, Alexis Sepúlveda, y antes ya había golpeado al presidente de la Comisión de Economía, el socialista Daniel Manoucheri. Hasta hoy acumula tres envíos a Comisión de Ética y dos multas del 15% de su sueldo. 

Otro parlamentario del mismo sector lanzó hace pocos días una polémica frase en la presentación de un proyecto de ley para derogar la ley de aborto en tres supuestos. Entre ellos, la violación, vigente en Chile desde hace cinco años. “Una mujer que ha sido violada y aborta, no se 'desviola' ni física ni moralmente”, dijo Cristóbal Urruticoechea.

Auge de la extrema derecha

El estudio regional ¿Es posible debatir en medio de discursos de odio? señala que Chile y Argentina fueron los países donde más ha aumentado la violencia “antigénero”. El auge de la extrema derecha en el país, de la mano de José Antonio Kast y el Partido Republicano, ha envalentonado a representantes de este sector, que despliegan sus ideas sin complejos. 

Los republicanos se constituyeron como fuerza política en 2019, pero desde 2016 su líder se había apartado de la derecha tradicional chilena por considerarla “demasiado blanda” y empezó a moverse por su cuenta. Tras un primer intento de llegar a La Moneda en 2017 (quedó cuarto), en las presidenciales del año pasado llegó hasta la segunda vuelta con el actual mandatario, Gabriel Boric

En las últimas elecciones legislativas, celebradas el pasado noviembre, el Partido Republicano obtuvo 15 diputados (de un total de 155) y un senador. Desde ese momento, otros nombres han acompañado a Kast, que abandonó la presidencia del partido en 2021. Uno de ellos es Johannes Kaiser, quien ha llegado a decir que las mujeres no deberían votar. Precisamente, Kaiser y De la Carrera son los dos apartados de la formación. 

“Existe la percepción de que son muchos”

“Los discursos de odio se han naturalizado bajo dos esferas: la primera, amparados en la libertad de expresión y la segunda, al considerar que su sanción promueve la cultura de la cancelación y la censura”, dice Constanza Valdés, abogada asesora en Legislación y Políticas Públicas de Organizando Trans Diversidades (OTD Chile). 

Sectores liberales, apunta Valdés, han levantado alertas por estos supuestos riesgos, pero “lamentablemente no analizan las consecuencias que tiene eso para un sistema democrático en términos de violencia, discriminación y exclusión de ciertos grupos, lo que impide avanzar”.

Para la académica de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica y experta en discursos del odio Magdalena Saldaña, “no es que exista una naturalización de estos ataques, sino que existe una percepción de que son muchos los que piensan así y no hay necesidad de esconderlo”.

Los discursos de odio se ven acrecentados frente a temáticas que polarizan, dice, y en el caso chileno el plebiscito constitucional del 4 de septiembre potenció este escenario: “El bando ganador se encontró en un mejor pie para exponer sus planteamientos, como ocurrió cuando Donald Trump ganó en Estados Unidos en 2016 y ciertos segmentos de la población se sintieron empoderados para mostrarse abiertamente racistas, misóginos y homófobos”.

“La propaganda que fabrica la extrema derecha proviene de las estrategias que el fascismo siempre ha utilizado para penetrar en la cabeza y el corazón de la gente porque busca construir emociones y sentimientos”, dice María Emilia Tijoux, académica de la Universidad de Chile y doctora en sociología.

Según ella, no es posible referirse al fascismo sin mencionar el colonialismo, el capitalismo, el machismo, el racismo o el imperialismo: “Son un conjunto de estructuras que van modelando las formas de hacer, de sentir y de pensar que afectan la percepción de la ciudadanía sobre los grupos discriminados”.

Hay ejemplos recientes ocurridos en Chile, como las manifestaciones antimigrantes convocadas ante la llegada de extranjeros en la zona norte y que terminaron con enfrentamientos y quema de pertenencias de las personas migrantes; o bien los ataques que recibió la primera presidenta de la Convención Constitucional por ser mujer y mapuche.  

“No hay estándares democráticos mínimos”

El Congreso discutió hace dos años un proyecto de ley que sanciona la violencia, la incitación al odio y el negacionismo. Sin embargo, se rechazaron la mayoría de los artículos. 

“No hay estándares democráticos mínimos en torno a la no difusión de discursos de odio en las instituciones y cuando estos sectores ultraconservadores ostentan el poder, los discursos se tienden a naturalizar aún más”, dice Valdés. “Las instituciones tienen el deber de sancionar internamente a quienes son representantes de la ciudadanía y dañan la democracia”, asegura. 

Tras las declaraciones de De la Carrera, el Gobierno anunció que dará urgencia al proyecto de reforma constitucional que busca implementar un mecanismo para apartar a parlamentarios de su cargo en caso de que comentan actos violentos de cualquier tipo. “Hay que involucrar al Estado y a las instituciones porque falta transversalizar una educación en torno a la igualdad, a la inclusión social, a la solidaridad y la interculturalidad”, dice Tijoux. 

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