Elecciones en Argentina: Mauricio Macri busca forzar una segunda vuelta y Alberto Fernández llega como gran favorito

Javier Borelli

Buenos Aires (Argentina) —

Los argentinos acuden este domingo a las urnas para decidir a qué líder político le confían la responsabilidad de sacar al país de una nueva crisis. Alberto Fernández es el gran favorito. El candidato del Frente de Todos, que ya fue jefe de gabinete durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner entre 2003 y 2008, ha logrado unificar a la mayoría del peronismo en una alianza para volver a la Casa Rosada y se impuso por 16 puntos en las primarias. Mauricio Macri, el actual mandatario que busca la reelección, tiene como principal objetivo forzar una segunda vuelta en noviembre.

Quien logre imponerse no tendrá mucho tiempo para celebrar, la urgencia por reactivar una economía en recesión, con una inflación fuera de control e inminentes vencimientos de deuda no dan margen para la espera. La inestabilidad del tipo de cambio en los últimos días incrementa la especulación y la incertidumbre.

El oficialismo de Macri también se juega el poder en las dos principales administraciones que controla: la Provincia y la Ciudad de Buenos Aires. La primera es la más importante en términos electorales. Allí se concentra el 40% del padrón que puede votar este domingo. Y allí, también, el macrismo sufrió la derrota más dura en las primarias celebradas el pasado agosto. El candidato peronista, Axel Kicillof, alcanzó el 52% de los votos contra el 34% de la actual gobernadora María Eugenia Vidal.

Los motivos pueden buscarse en los mismos datos que han sido el telón de fondo de las elecciones presidenciales. Según cifras oficiales, la Provincia tiene la tasa de desempleo más alta del país, del 12%. Y si a ese número se le suman los trabajadores precarios y subocupados en búsqueda de un ingreso adicional, la demanda laboral llega al 40%. Cuatro de cada diez personas también están debajo de la línea de pobreza, un 10% más que hace un año.

La Ciudad de Buenos Aires, el lugar donde Mauricio Macri puso un pie en la política por primera vez en 2007, sigue siendo el principal bastión del oficialismo. Su partido mantiene allí el Gobierno desde hace 12 años y la proyección de resultados de las primarias da confianza al actual jefe de Gobierno, Horacio Rodriguez Larreta, para seguir otros cuatro más. Si bien obtuvo una diferencia de 15 puntos a favor en las primarias, la duda en su entorno pasa por el arrastre negativo que puede significar compartir la papeleta con Macri, al que las encuestas auguran una derrota.  

Ese temor se extiende a todos los cargos que se definen este domingo y en los que Juntos por el Cambio –nombre de la alianza oficialista– presenta candidatos. También se elige gobernador en las provincias de La Rioja y Catamarca; se renuevan buena parte de las bancadas del Congreso Nacional –50% de los diputados y un tercio de los senadores–; y se definen cientos de cargos ejecutivos y legislativos a nivel provincial.

En ese marco hay que tener en cuenta que en Argentina el voto –además de obligatorio– es mediante papeletas y los candidatos a los distintos cargos de un mismo partido van juntos en el papel. En caso de que un votante quiera elegir a representantes de distintas fuerzas políticas debe llevar su propia tijera y cortar el trozo de papel con los nombres. Hasta ahora, no ha sido una opción masiva pero en una elección cerrada puede ser decisiva, por lo que varios candidatos que acompañan la lista de Macri en la Provincia de Buenos Aires han comenzado a promoverla activamente. Algunos ejemplos son el intendente de Lanús Néstor Grindetti o el de Tres de Febrero Diego Valenzuela, quienes hasta hace poco eran fieles promotores de la gobernadora provincial. 

¿El último récord de Macri? 

Un presidente argentino en funciones nunca ha perdido en su intento de reelección en la historia argentina, uno de los factores que pueden explicar por qué los resultados de las primarias causaron cierta sorpresa. Para el equipo de campaña de Macri, los votos marcaron el límite de su estrategia de comunicación política ultrasegmentada, como contó eldiario.es. Desde entonces, los roles se han invertido entre los candidatos. Macri ha salido a la calle para mostrarse como un aspirante con apoyo popular y Fernández ha optado por difundir una agenda de reuniones con referentes de los distintos sectores económicos del país.

Macri apostó por “la marcha del #SíSePuede”, que ha consistido en la organización de 30 actos en los últimos 30 días en distintas localidades del país y que tuvo como colofón una concentración masiva en el centro de la capital argentina hace una semana. Allí, en una puesta de escena con mucho de la retórica populista que ha criticado en repetidas ocasiones, el presidente señaló que había “escuchado el mensaje de las urnas” y que comprendía “el sufrimiento de la clase media”. También aseguró que el ajuste de los últimos tiempos era parte del esfuerzo necesario y que “ahora sí” se venían mejores momentos. 

El presidente lanzó promesas bajo la consigna “nuevas propuestas para la nueva etapa” y avivó la polarización centrando su discurso en la crítica al peronismo, a quien se refirió mayoritariamente como un “ellos” –opuesto a un  “nosotros” portador de los valores republicanos–, y al que llegó a responsabilizar por lo ocurrido en su mandato. Entre las imágenes inesperadas que dejaron las marchas en las que Macri evitó hablar de su gestión y buscó mostrarse renovado, quedará el beso en los pies a una jubilada que había perdido su zapato en la manifestación.

Pero en estas semanas el presidente también exaltó el nacionalismo y se manifestó por primera vez abiertamente en contra de la legalización del aborto. De esta forma, buscó conquistar a algunos ciudadanos que en las primarias optaron por Juan José Gómez Centurión, un excombatiente de Malvinas negacionista de los desaparecidos durante la última dictadura militar que ha mantenido un encendido discurso antiaborto. Su otro gran objetivo es recuperar los votos de José Luis Espert, quien supo capitalizar los primeros debates obligatorios entre candidatos a presidente con un discurso liberal y antipolítica. Sabe que entre ambos hay más de un 5% de los votos que podrían servirle para acercarse a la segunda vuelta.

Para el cierre de campaña Macri eligió Córdoba, el segundo distrito electoral del país y el lugar donde su partido obtuvo la mayor diferencia a favor en las primarias. Allí también había realizado su último acto en 2015 antes de llegar a la presidencia. Ahora aseguró que su historia tiene “una parada más el 24 de noviembre”, la fecha en que debería efectuarse la segunda ronda electoral. Para alcanzar el poder en primera vuelta es necesario que el candidato coseche más del 45% de los votos o, en su defecto, llegue al 40% con diez puntos de diferencia con el segundo. La definición la darán las urnas, pero la convocatoria de sus últimos encuentros, al menos, le permitieron cambiar la imagen de derrota.

Fernández, a contramano

Fernández se movió en sentido opuesto. Tras las primarias, ha concentrado sus esfuerzos en mostrarse como un líder confiable capaz de asumir las responsabilidades que marcan los tiempos. Ha desplegado una agenda de reuniones con corporaciones, organismos de crédito internacional, sindicatos y otros referentes de poder. Por su búnker de campaña pasaron muchos actores que hasta hace poco se presentaban como “defensores del cambio” que prometía Macri y que luego declararon públicamente el buen diálogo iniciado con el candidato peronista.

Sin control de las fuerzas de seguridad y ante un discurso oficial que asocia la protesta social con la delincuencia, Fernández ha llegado a pedir a los movimientos sociales y políticos que lo apoyan que “eviten estar en la calle” para reducir la posibilidad de hechos de violencia como los que convulsionan a toda la región.

También a contramano del presidente, el lider peronista ha eludido hacer nuevas promesas y ha convocado a organizar lo antes posible “un acuerdo económico y social” entre todos, incluyendo en esa llamada a las fuerzas políticas a las que se enfrenta en estos comicios. Destacó especialmente a Roberto Lavagna, el candidato que sumó el 8% de los votos y que estuvo al frente del Ministerio de Economía durante la salida de la crisis de principios de siglo. De aquella vieja cartera, Fernández se guardó para su equipo de asesores a Guillermo Nielsen, un economista que tuvo a su cargo la reestructuración de la deuda externa, un hito de gestión kirchnerista que necesitará reeditar en caso de sentarse en el sillón de la Casa Rosada.

Cristina Fernández de Kirchner, a quien se apunta como principal responsable de la unidad peronista al ceder protagonismo e impulsar a Alberto Fernández, ha mantenido un perfil bajo en este último período. Sus apariciones han sido muy limitadas y han estado vinculadas a la presentación de su libro Sinceramente, que batió el récord histórico de ventas en el país. Apenas se ha sumado a los actos de cierre de campaña para apoyar a los demás candidatos. “Confío en ellos para que tomen la posta”, dijo el miércoles en el acto de Axel Kicillof. 

La pobreza y el desempleo, detrás de los resultados

A falta de encuestas fiables, índices sociales han explicado los resultados de las elecciones primarias. En los últimos quince meses, cinco millones personas cayeron debajo la línea de pobreza y 1,6 millones se transformaron en “indigentes”. Es decir, no les alcanza para pagar una canasta básica de alimentos. En ese mismo período Argentina recibió y gastó 45.000 millones de dólares recibidos del FMI sin poder evitar una devaluación del 220% y una inflación que, solo en los últimos doce meses, fue del 55%.

 

Tras los resultados de agosto, la situación empeoró. El dólar, cuya referencia central para la economía Argentina la transforma virtualmente en una segunda moneda, dio un nuevo salto y eso se trasladó a los precios, deteriorando la situación de las personas más vulnerables. El Banco Central intervino para evitar que la devaluación sea mayor incrementando la tasa de interés y enfriando aún más la economía. Pero a medida que pasan los días la presión sobre el dólar es mayor. 

Macri ha tratado de responsabilizar al candidato peronista por ello diciendo que su triunfo había asustado a los mercados- Pero el propio FMI, que hasta ahora había refrendado todas sus medidas, decidió suspender el pago de la última cuota del préstamo acordado con el país al considerar que la utilización de los fondos no está dando resultados y considerando que el mejor destino debe ser acordado con quien obtenga el triunfo en estos comicios, ya que será quien tenga a cargo pagar su devolución. 

En ese delicado escenario económico, los argentinos acudirán a las urnas. El aumento de la desigualdad acompañado por las recetas neoliberales de estos cuatro años no dista mucho de los motivos que explican los estallidos sociales en Ecuador y Chile. Sin embargo, es probable que el propio calendario electoral argentino haya canalizado por la vía institucional un movimiento de protesta social que es de los más activos en la región. La incertidumbre que se respira en la calle deberá aguantar, al menos, unas horas más. Luego llegará el tiempo de confrontar realidad con expectativas.