Victoria amarga para la presidenta Dilma Rousseff. El Partido de los Trabajadores (PT) fue la opción más votada en la primera vuelta de las elecciones brasileñas con un 41,5% de los votos válidos, como vaticinaban las encuestras. Marina Silva, la rival que más nervioso ponía al PT, se desinfló en la recta final: apenas consiguió el 21,3% de los votos.
El conservador Aécio Neves, de 54 años, el candidato en la sombra, dio la gran sorpresa. A pesar de que aparecía en la mayoría de las encuestas en tercer lugar, Aécio ha conseguido colocar de nuevo al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) en el segundo turno de unas elecciones presidenciales. Marina Silva no ha conseguido evitar el nuevo duelo bipartidista entre el PT y el PSDB, que se ha producido en las últimas seis elecciones.
El discurso de Dilma Rousseff tras el resultado invocó el miedo a la vuelta de la derecha: “El pueblo dirá que no quiere los fantasmas del pasado como recesión, aprietos o desempleo”. El PT pensaba que se había deshecho de su enemigo histórico, relegado en las encuestas. Y no sólo regresa con mayor fuerza de la esperada con la figura de Aécio Neves, sino que el conservadurismo gana terrenos en el Congreso, el Senado y en algunos Estados.
El PT ha perdido 18 diputados federales: pasa de 88 a 70. En el Senado, los partidos menores se abren paso. Pero algunas estrellas conservadoras han arrasado, como José Serra en São Paulo. En la votación de diputados federales al Congreso, figuras controvertidas de la ultraderecha son los diputados más votados en São Paulo (Celso Russomanno) o Rio de Janeiro (Jair Bolsonaro).
El batacazo emocional del PT llegó en Pernambuco, Estado natal de Lula y uno de los bastiones electorales del PT. El Partido Socialista Brasileño (PSB) que apostaba por Marina Silva, consiguió mayoría para gobernar en el primer turno, con un 68,8% de los votos (Paulo Câmara será gobernador). En Rio Grande do Sul, otro reducto histórico del PT, el histórico Tarso Genro se vio sobrepasado contra todo pronóstico por José Ivo Sartori, del conservador Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).
Dilma, de 66 años, ha cosechado cuatro millones de votos menos que en 2010. El resultado es peor si se tiene en cuenta que en 2010 había 135 millones de electores en Brasil y en 2014, siete millones más. La abstención (19,3%) y el voto blanco o nulo (9,6%) suben ligeramente. Y la crisis de representación se ha hecho evidente en otras votaciones, principalmente en la del Senado. En São Paulo, donde el conservador José Serra del PSDB arrasó, la suma de votos nulos y blancos y abstención subió hasta un histórico 45,74% En Río de Janeiro, 43,93%. En Minas Gerais, 46,21%.
Algunos analistas militantes del PT están culpando a las manifestaciones de junio de 2013. “Vosotros (PT) desaprendistes a hacer análisis político y desaprendisteis a hacer política. Miren el número de nulos y abstenciones”, asegura el filósofo Rodrigo Nunes, vinculado a movimientos sociales de izquierdas.
¿Conseguirá Dilma Rousseff resistir el ataque de Aécio Neves? ¿Está el conservadurismo creciendo en Brasil? ¿O es el desencanto con el sistema el que explica el nuevo cuadro? ¿Llevará el miedo a la derecha a que los votantes de izquierda críticos con el Gobierno apoyen a Dilma?
Del surf a la política
Hace unos meses, el candidato Aécio Neves presentó una demanda contra Google y otros buscadores de la web. Cuando se buscaba su nombre, los buscadores sugerían palabras como “cocaína”, “cheirador” (que esnifa) o “borracho”, las más asociadas a su nombre. Lo cierto es que varios escándalos acechan a Aécio Neves, un hombre 54 años de la élite del país. Su pasado en Río de Janeiro como surfista y habitual de la noche le han fraguado una fama de playboy.
Aécio, crecido en el seno de una tradicional familia política (su abuelo Tancredo Neves fue elegido presidente de Brasil en 1985), se ganó durante años una imagen de mujeriego desenfadado. Por eso, Aécio Neves, casado con la modelo Letícia Weber, se ha empeñado durante su campaña en transmitir una imagen familiar y en reforzar sus valores conservadores.
Además de la acusación de uso de cocaína, Aécio se ha visto salpicado por diferentes escándalos de corrupción, como el mensalão mineiro (blanqueo de dinero en la campaña a gobernador en 1998) o la construcción de un aeropuerto con recursos públicos en una hacienda de su familia en la localidad de Cláudio. Aécio representa el estilo agresivo de la élite política del país. Durante la última campaña, ha abierto trece procesos judiciales contra todo el que le criticase. La política, una inercia en su vida, le llevó a ser en 1986 consejero de su abuelo, el idolatrado Tancredo Neves que transformó al PMDB en el mayor partido de Brasil en número de cargos.
Tras dos años como diputado federal del PMDB, Aécio Neves fue uno de los fundadores del PSDB que llevó a Fernando Henrique Cardoso a la presidencia. Aécio participó también en la Constitución brasileña de 1988. Del Congreso pasó a ser gobernador del influyente Estado de Minas Gerais durante dos mandatos (2003-2010), llegando a tener un 80% de los votos.
Aécio representa la facción “mineira” del PSDB, que disputa históricamente el control del partido con São Paulo. La metáfora de Brasil como una república café con leche se debe a que los Estados de São Paulo (productor de café) y Minas Gerais (á¹roductor de leche) marcaron la política en la fase inicial de la república, entre 1894 y 1930.
El factor Aécio introduce un elemento nuevo: Río de Janeiro. El glamour de la buena vida como marketing. La política, como diversión. Meses antes de las elecciones, Aécio llegó a afirmar que la política no “es lo más importante en la vida”. La revista Piaui retrataba a Aécio como una “mezcla de playboy carioca y niño del interior de Minas”. Al mismo tiempo que seduce a los conservadores de São Paulo, Aécio levanta el orgullo de Minas Gerais. Y lanza un guiño a Río, Estado con el que Minas no tiene demasiada buena relación.
El desencanto con el PT
A la inesperada subida del voto conservador se suma el desencanto del votante de izquierdas con el PT. El partido de Dilma no sólo ha pinchado en las elecciones de gobernador de Pernambuco o Rio Grande do Sul. También, en el Senado, donde partidos de izquierdas como el PSOL (sube hasta cinco diputados) o el PSB (sube diez diputados, 34 en total) ganan fuerza. Incluso en las presidenciales, Luciana Genro, candidata del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), ha disparado sus votos, hasta 1.612.186.
EL PSOL también se ha beneficiado del voto LGBT en el congreso. Cuando Marina Silva se echó atrás en sus políticas LGBT, el popular diputado federal del PSOL Jean Willys, un icono gay, la acusó en medio de la campaña de “jugar con la esperanza de millones de personas”. Marina intentó agradar al conservadurismo evangélico y al mercado liberal. Y dio la espalda a los nuevos movimientos de la calle y las izquierdas. No sospechaba, como ironizaba el humorista Rafucko, que en “Brasil hay más gays que evangelistas”. Por otro lado, otro partido de izquierda como el Partido Comunista de Brasil (PCdoB) también consiguió buenos resultados. El PCdoB ha conquistado el gobierno del Estado de Maranhão, regido durante décadas por los caciques del clan Sarney.
El 26 de octubre se celebrará el segundo turno de las elecciones. El comportamiento de los votantes de Marina Silva será vital. La derrotada candidata, tras la campaña de acoso y difamación a la que la ha sometido el PT, ya ha insinuado que apoyará a Aécio Neves. Sin embargo, su partido (el PSB) es un aliado histórico del PT. En los pÅoximos días se verá si Brasil apuesta por la seguridad prágmática del lulismo o por la política playboy de las élites.