No habrá 'alianza a la francesa' contra la ultraderecha en el segundo turno de las elecciones presidenciales brasileñas. Los partidos de centroderecha no han acudido a salvar la democracia apoyando a Fernando Haddad, candidato del Partido dos Trabalhadores (PT). Fernando Henrique Cardoso, expresidente de Brasil y alma del conservador Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB), declaró en una entrevista que no acepta chantajes del PT: “¿Por qué habría de pronunciarme sobre candidaturas que o están contra o no se definen sobre temas que aprecio para el país y el pueblo?”.
Los dos exministros de Lula que han sido recientemente rivales presidenciales del PT, Marina Silva y Ciro Gomes, tampoco han declarado su apoyo sin condiciones. Marina Silva acaba de declarar su apoyo crítico a Fernando Haddad. Ciro Gomes, tercero en la primera vuelta, se fue de vacaciones. Su partido, el Partido Democrático Trabalhista (PDT), ha declarado un “apoyo crítico” al PT. Gleisi Hoffman, presidenta nacional del PT, manifestó su sorpresa por esta ausencia de ayuda espontánea: “Esperaba que la adhesión a Haddad fuese natural”.
¿Cómo se explica esta situación, en un momento en el que la ultraderecha acaricia la presidencia?
Inédito en la historia
En primer lugar, la coyuntura de esta segunda vuelta es inédita. En 1989, cuando el outsider Fernando Collor se coló en la segunda vuelta contra un novato Luiz Inácio Lula da Silva, el sistema de partidos acababa de ser restaurado. El PSDB no era aún hegemónico en el centroderecha. Desde 1994, todas las segundas vueltas se han disputado entre candidatos petistas (PT) y tucanos (PSDB).
Las elecciones de 2014 marcaron el fin de la rivalidad cordial entre ambos partidos. Primero, el PT atacó duramente la tercera vía de Marina Silva, que lideraba las encuestas. Después, ninguneando a Silva, el PT escogió como rival a su archienemigo PSDB en una polarización que subió su tono bélico. El PSDB, por su parte, cruzó una línea también inédita: su candidato Aécio Neves no aceptó la derrota, azuzó las calles y jaleó el impeachment de la presidenta electa, Dilma Rousseff.
Nadie, ni analistas ni encuestas, vio venir el tsunami Bolsonaro. Haces meses, cuando Bolsonaro era una realidad lejana, Fernando Henrique Cardoso insinuó el apoyo al PT en la segunda vuelta, aunque más de cara a la galería que otra cosa. El tsunami ultraderechista ha dividido el corazón tucano, envenenado por el antipetismo. A pesar de la neutralidad oficial, algunos miembros del partido apoyan a Bolsonaro, como Jõao Dória, candidato a gobernador del Estado de São Paulo.
Otros partidos de centroderecha, como el Movimento Democrático Brasileiro (MBD), aliado histórico del PT, o el liberal NOVO han declarado su neutralidad. En el caso de que Jair Bolsonaro gane la segunda vuelta, es más probable una reconfiguración del centroizquierda y del centroderecha que un frente democrático multipartidista y transversal. La polarización extrema de estos cuatro últimos años es una losa difícilmente salvable a corto plazo.
Nadie convoca el frente
En las últimas semanas, muchos especialistas del pensamiento brasileño han invocado la necesidad de un frente democrático. Antonio Prata, en su columna Un sueño, describía su deseo de una alianza in extremis de todos los demócratas. En su sueño, el PT acepta modificar su programa. Y todos los líderes de peso (Geraldo Alckmin, Marina Silva, Ciro Gomes y Guilherme Boulos) arriman el hombro. El filósofo Marcos Nobre recomendaba al candidato Fernando Haddad colocar al PT en segundo lugar para ganar: “(Bolsonaro) sólo puede ser enfrentado con la formación de un frente amplio de personas, organizaciones, instituciones, partidos, grupos y movimientos preocupados con la reconstrucción institucional de la democracia”.
A día de hoy, ese frente democrático no existe. Al distanciamiento del centroderecha, se suma la postura del PT, que no ha convocado ninguna reunión de urgencia con todos los partidos. Su apuesta pasa porque sea su propio partido quien derrote a Bolsonaro. Confían todavía en que el giro de su campaña seduzca a la ciudadanía. La bandera brasileña ha sustituido a Lula y al color rojo en la propaganda electoral del PT. Y Fernando Haddad ha elogiado por primera vez la operación anticorrupción Lava Jato conducida por el juez Sérgio Moro.
El PT, reenfocando la campaña, intenta convencer a votantes de centroderecha, abstencionistas y votos blancos y nulos. El movimiento narrativo llega tarde: las encuestas revelan un claro triunfo de Bolsonaro. El WhatsAPP gate, un escándalo de presunta caja B en la campaña orientada a WhatsApp de Jair Bolsonaro, es la última gran carta de Fernando Haddad. A su vez, el PT confía en que la sociedad civil se involucre en la defensa de la democracia. Millones de ciudadanos están ya articulando campañas por la democracia, con cientos de iniciativas, vídeos, manifiestos, carteles y webs explicativas.
Izquierdas dolidas
El único candidato de izquierda que se ha colocado totalmente a disposición del PT es Guilherme Boulos, del Partido Socialismo e Liberdade (PSOL). Sin embargo, engullido por el efecto Lula y el voto útil, Boulos tuvo un decepcionante resultado (menos del 1%) y no será tan influyente. Las izquierdas están dolidas. Y los aliados naturales no aparecen. La agresividad del PT defendiendo su hegemonía en la izquierda explica el tímido apoyo tanto de Marina Silva como de Ciro Gomes. En 2014, la campaña del PT contra Marina Silva usó un río de fake news. La evangelista Marina, que podría estar elaborando vídeos para perfiles y regiones que se volcaron con Bolsonaro (evangelistas o habitantes de su natal Amazonia) continúa resentida.
El entorno de Ciro Gomes y pesos pesados del PT del nordeste, como Jaques Wagner, acusan al PT de haber boicoteao el frente de izquierdas que estaba listo. Gleisi Hoffman llegó a decir que Ciro no adelanta al PT ni con una reza brava (algo así como ni “con un rezo potente”). El propio Lula trabajó desde su celda para aislar la candidatura de Ciro Gomes. Desde el PT acusan de irresponsabilidad a Marina y Ciro por no apoyar más a Fernando Haddad. Tras las maniobras de fuego amigo, la aproximación parece improbable. Tanto Ciro como Marina están evitando que se les identifique con el PT, posible gran perdedor de esta contienda. Están pensando ya en la carrera electoral de 2022.