Golpe al Supremo: los republicanos pueden perder en las urnas, pero perpetuarse en la Justicia

David Smith

Washington —

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La confirmación de Amy Coney Barrett en el Tribunal Supremo representa para muchos activistas y analistas una apropiación de poder por parte de los republicanos ante una posible barrida en las próximas elecciones.

Los senadores republicanos de la comisión de asuntos judiciales no hicieron ningún caso al boicot demócrata del jueves en contra de llevar la nominación de Barrett al pleno del Senado a una semana de las elecciones presidenciales. La confirmación en el Senado supone que Barrett pueda jurar su cargo de forma casi inmediata.

Para los críticos, el apresurado procedimiento es una de las jugadas más descaradas por el poder en un partido que se enfrenta a encuestas de opinión muy poco prometedoras y trata de compensar un revés electoral nombrando jueces que no pasan por las urnas. Pese a que se enfrenta a una posible pérdida de representación política, los republicanos van a poder perpetuar su poder en la Justicia durante generaciones.

El último aliento

“Es como el último aliento del partido republicano en sus gobiernos en minoría”, dijo Christopher Kang, cofundador y abogado principal del grupo progresista Demand Justice. “Es posible que estén a días de perder, no solo la Casa Blanca sino el Senado, tal vez estrepitosamente, y por eso tratan de hacer todo lo posible para consolidar en las próximas décadas una supermayoría herencia de Trump en el Tribunal Supremo”.

Bajo el liderazgo de Mitch McConnell, la mayoría republicana del Senado se ha construido una reputación por tácticas despiadadas y sin escrúpulos que los demócratas no han logrado contrarrestar. Durante el gobierno de Barack Obama bloquearon gran parte de su agenda legislativa y en febrero de 2016 se negaron a convocar una audiencia para Merrick Garland, el candidato de la Administración al Supremo. El argumento fue que era año electoral y los votantes debían decidir.

En 2018, cuando el candidato conservador al Supremo Brett Kavanaugh afrontó acusaciones creíbles de agresión sexual, los republicanos hicieron caso omiso de las feroces protestas e impusieron su nombramiento. Hace un mes, cuando falleció la jueza progresista Ruth Bader Ginsburg, Donald Trump se movió a la velocidad del rayo para reemplazarla por Barrett, de 48 años, en un cargo vitalicio que inclinará la balanza del Tribunal Supremo hacia una mayoría conservadora por seis jueces a tres.

Un nuevo ejemplo del juego duro de los republicanos: temerario, desvergonzado y terriblemente eficaz.

“Para el que todavía no lo ha entendido, este tipo de hipocresía premeditada y a cara descubierta debería dejarlo claro”, dijo a sus televidentes de HBO el comediante Bill Maher. “Ni siquiera hay que atraparlos en una inconsistencia, no les importa porque todo se trata de poder; la única regla con la que juegan los republicanos es ‘la gente que gana hace las reglas’; el poder manda, los perdedores no pintan nada”.

Los demócratas se quejaron porque el Senado nunca había confirmado a un nominado al alto tribunal tan cerca de unas presidenciales. Fue como hablar a las paredes. Durante las audiencias de la comisión de asuntos judiciales del Senado, Barrett eludió la mayoría de sus preguntas y se negó a decir lo que pensaba en cuestiones como el aborto, el traspaso de poder o la crisis climática.

“El procedimiento fue especialmente apresurado; y ella fue mucho más evasiva y se negó a responder más que ningún otro candidato”, dijo Kang. “Aunque no se puede decir que sea ninguna sorpresa sí fue un poco estremecedor, pero demuestra el poco respeto que los republicanos tienen, no sólo por el Senado sino por el propio Tribunal Supremo: el Partido Republicano trata descaradamente a la corte como si fuera otra rama política del gobierno”.

Ampliar el Supremo

El grupo Demand Justice ha pedido a los demócratas que se defiendan con una ampliación del Supremo: el número de sus miembros ya se ha modificado en siete ocasiones anteriores. Joe Biden, candidato demócrata a la Presidencia, dijo que nombraría una comisión integrada por miembros de los dos partidos para considerar la propuesta.

“El intento republicano de ejercer su poder descarnado con una sexta silla en la Corte, cuando ya tenían cinco, podría terminar fracasando de una forma espectacular dejándolos en el lado perdedor antes de que se den cuenta”, dijo Kang, al referirse a la posibilidad de un Tribunal Supremo con siete miembros progresistas y seis conservadores.

Los 12 miembros republicanos de la comisión de asuntos judiciales del Senado votaron a favor de Barrett. Ted Cruz, de Texas, dijo que tal vez era el “logro más importante” de la Presidencia de Trump. Los demócratas colocaron en sus mesas posters de estadounidenses que se habían beneficiado de la ley para el acceso al seguro médico de Obama que Barrett, según ellos, podría ayudar a desmontar.

Los demócratas también han alertado de que si Trump cumple su amenaza y disputa el resultado de las elecciones del 3 de noviembre, el caso podría llegar hasta Barrett y otros miembros del Tribunal Supremo en busca de un fallo definitivo, como ocurrió en las elecciones de 2000 entre George W. Bush y Al Gore.

Según el profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Harvard Laurence Tribe, la confirmación de Barrett tiene todas las características de una “apropiación de poder”, especialmente cuando el propio presidente Trump ha admitido que en parte la nominó para garantizar su voto a favor en caso de que la elección presidencial termine como un caso que tenga que resolver el Tribunal Supremo, “para darle la victoria en el colegio electoral (el voto de los compromisarios que representan a los estados) si sufre una derrota en el voto popular nacional”.

Trump ha nombrado a más de 200 jueces federales y ese probablemente será su legado más duradero, tanto si su Presidencia termina ahora como si sale elegido una segunda vez. Para sus críticos, los tribunales se han convertido en el último baluarte de poder republicano ejercido en minoría. El episodio Barrett es un claro indicio de un partido que ha perdido conexión con sus principios ideológicos y éticos y que busca el poder como un fin en sí mismo.

Según Kurt Bardella, asesor del grupo anti-Trump Proyecto Lincoln, los republicanos han traicionado su lema de representar al partido que defiende la responsabilidad fiscal, un sector público pequeño, la supervisión del Congreso y los principios pro-vida. “Cuando un partido difiere de sí mismo en tantos temas y en tantas ocasiones, lo que eso te dice es que en verdad no tienen ninguna convicción moral ni principio que lo guíe”, dijo. “Sólo la búsqueda de poder”.

Traducido por Francisco de Zárate