Una encuesta serológica realizada en Estocolmo, capital de Suecia, refleja que las personas de los barrios con un nivel socioeconómico bajo se han visto más afectadas por la COVID-19 que los residentes de barrios más ricos ubicados en el centro de la ciudad. En concreto, en un barrio de la periferia se han detectado un 30% de personas con anticuerpos al virus, mientras que en un barrio rico el dato asciende solo al 4%, según el sondeo.
Estos son los resultados de un estudio realizado por los profesores Björn Olsen y Åke Lundkvist en la Universidad de Uppsala y Stefan Hanson, médico en Spånga, Estocolmo. El estudio se publicará en breve en la revista Infection Ecology & Epidemiology, según recoge el medio sueco Expressen. Los investigadores examinaron durante los días 17 y 18 de junio la presencia de anticuerpos contra el coronavirus en dos áreas residenciales: Norra Djurgårdsstaden, en el centro de la ciudad, y el suburbio de Tensta, poblado mayoritariamente por personas de origen inmigrante. Se eligieron estos dos distritos precisamente por las “grandes diferencias socioeconómicas”, indican.
De las personas testadas, solo cinco de las 123 personas en Norra Djurgårdsstaden mostraron anticuerpos, lo que significa un 4%. En comparación, 27 de las 90 personas analizadas en Tensta tenían anticuerpos contra el virus, el 30%. Los investigadores señalan además que el 98% de los participantes en el barrio del centro eran de origen sueco, frente al 1% de los encuestados en la periferia.
Una de las razones que dan los investigadores a estos datos son las condiciones de trabajo. En el barrio del centro, “probablemente muchos” habitantes puedan trabajar desde casa, mientras que en la periferia, donde un gran número trabaja en servicios de salud, transporte o servicios, deben salir de casa y coincidir con otras personas.
El idioma, señalan, puede haber sido otro aspecto que puede haber contribuido a los datos. Indican que “llevó tiempo” que las autoridades de Estocolmo tradujeran los consejos y recomendaciones contra la pandemia “al somalí y al árabe, por ejemplo”. Los investigadores insisten en que se debe ampliar el número de pruebas y mejorar el seguimiento de las personas afectadas en Suecia. Desde el inicio de la pandemia de COVID-19, Suecia ha registrado un total de 81.012 casos y 5.744 fallecimientos.
Análisis de 130 zonas de Estocolmo
A finales de junio, un mes antes de conocer los resultados de la encuesta de los investigadores, la periodista de Expressen Frida Sundkvist ya publicó un análisis de los datos de coronavirus en 130 códigos postales de Estocolmo. Los resultados indican que hay “enormes diferencias” entre las áreas ricas y pobres de la capital sueca.
En el trabajo se destaca que las altas tasas de desempleo y el “hacinamiento generalizado” en los suburbios son dos aspectos significativos. Los datos también apuntan que la infección se propaga más rápido en las áreas con menos recursos, mientras que los barrios de clase alta, como Djursholm y Östermalm, están “casi libres” de infección. La periodista explicó en su perfil personal de Twitter que luchó “mucho” por obtener la información de los distritos e insta a otros compañeros y periódicos locales a que “soliciten las cifras correspondientes a sus áreas”.
Estos datos sobre el impacto de la pandemia y el perfil socioeconómico de sus víctimas en Suecia son especialmente relevantes en tanto que el país nórdico ha tomado una estrategia radicalmente diferente a la de la mayoría de países europeos. El Gobierno de Estocolmo rechazó las medidas de confinamiento y ha acabado con cifras de fallecidos muy superiores a las de sus vecinos escandinavos.
El Gobierno del país nórdico no ha reconocido explícitamente que alcanzar la inmunidad de rebaño sea su objetivo, pero la laxitud de las medidas adoptadas es, según los científicos firmantes de un manifiesto contra estas políticas, prueba suficiente de que, en realidad, eso es lo que pretenden las autoridades. “La Agencia de Salud Pública de Suecia insiste en la escolarización obligatoria de los niños pequeños, en que durante mucho tiempo ha restado importancia a los tests, y en que se ha negado a reconocer la importancia de la propagación asintomática del virus (lo que es peor: ha alentado a las personas que viven en hogares con personas infectadas por el COVID-19 a ir al trabajo y a la escuela) y sigue negándose a recomendar mascarillas en público, a pesar de las abrumadoras pruebas de su eficacia”, expresaron.