A pocos pasos del lugar donde nació Estados Unidos, de la habitación donde se firmó la declaración de independencia y se escribió y rubricó la Constitución, hoy se ven carteles pegados con celo en las farolas con el mensaje “salva la democracia, vota el 5 de noviembre”. Junto a Independence Hall y por todas las calles del centro de Filadelfia, los pósteres muestran la imagen de Martin Luther King, Barack Obama y Kamala Harris.
Después de una campaña plagada de sorpresas, tensión e intensidad, los estadounidenses deciden este martes algo más que la persona que gobernará su país los próximos cuatro años. Más de 160 millones de ciudadanos tienen en sus manos encumbrar a la primera presidenta de su historia o al expresidente que amenaza abiertamente con desmantelar las instituciones, perseguir a sus percibidos enemigos y gobernar como un “dictador”.
“Estamos a punto de experimentar un evento enorme y trascendental”, decía con la voz quebrada la congresista Alexandria-Ocasio Cortez hace unos días, en un teatro de Madison, en Wisconsin, uno de los lugares clave para la victoria o la derrota de Harris. La congresista progresista de Nueva York describió este momento como estar al borde de “un precipicio” y dijo: “Las encuestas están ajustadas, pero la elección está clara. Kamala Harris tiene una visión para el futuro de nuestro país… No podemos elegir a un mentiroso patológico que está trabajando noche y día para dinamitar la democracia de Estados Unidos”.
Pero ese contraste no está tan claro para una parte del país. Las encuestas muestran una carrera muy ajustada que se puede decidir por unos pocos votos en los siete estados más divididos. El resultado, además, puede dar pie a una disputa legal e incluso a la violencia, dado que Donald Trump no está dispuesto a reconocer los resultados a no ser que gane y lleva meses alimentando la mentira de que se está cometiendo fraude electoral, con la ayuda de bulos y vídeos falsos creados por varias campañas de desinformación rusa.
Cómo están las encuestas
Es la primera vez en 20 años que las encuestas muestran un empate casi perfecto en la intención de voto y las ventajas de los candidatos en los estados clave son por un margen tan pequeño que apenas arrojan información. En las últimas horas, algunas señales parecen inclinar la balanza hacia Harris, pero con patrones contradictorios.
Un sondeo inesperado de la encuestadora más reputada de Iowa –un pequeño estado del Medio Oeste que vota tradicionalmente republicano y que no está en principio en la lista de los más disputados– da ganadora a Harris por tres puntos (el mismo sondeo daba a Trump cuatro puntos de ventaja en septiembre y 18 puntos en junio, frente a Joe Biden). Lo relevante de esta encuesta de Ann Selzer para el diario local Des Moines Register es que detrás de esta inesperada ventaja está el apoyo de las mujeres identificadas como independientes, que favorecen a Harris por 28 puntos, y de las mujeres mayores de 65 años: el 63% de las señoras prefieren a la candidata demócrata frente al 28% que apoya a Trump.
A la vez, los datos del voto anticipado –que en Estados Unidos es posible depositar de manera presencial o por correo– indican que puede haber más movilización a favor de Harris en Pensilvania, Michigan y Wisconsin, en particular por la cantidad de mujeres que están votando, y menos en los estados sureños, pero la última encuesta del New York Times y la Universidad de Siena indica justo lo contrario: una ligera ventaja de Trump en Pensilvania y Michigan, y un escenario mejor para Harris en Nevada, Carolina del Norte y Georgia.
Que las encuestas estén tan ajustadas no significa que el resultado lo vaya a estar, ya que el margen de error suele rondar los tres puntos. Esto supone que cualquiera de los dos candidatos podría ganar tanto el voto popular como el voto del Colegio Electoral (la suma de los votos que dan los estados a quien gana la mayoría en cada uno de ellos) por un margen más contundente del que parece ahora en los sondeos. La experiencia pasada indica que, en las presidenciales de 2020, las encuestas minusvaloraron el peso del voto republicano y, en 2022, en las legislativas, cometieron el error opuesto, con el voto demócrata.
Las mujeres
El nivel de participación de las mujeres, en particular del Medio Oeste, puede ser la clave de la victoria o la derrota de Harris, sobre todo en lugares concretos como las pequeñas ciudades a las afueras de Milwaukee, en Wisconsin. La brecha de género, entre la mayoría de mujeres que están votando por Harris y la mayoría de hombres que están votando por Trump, puede ser el factor decisivo.
“Una forma rápida de ver estas elecciones es que más mujeres votarán por Harris que hombres, y más hombres que mujeres van a votar por Trump. Y quien tenga el mayor margen entre su grupo de género ganará las elecciones”, explica a elDiario.es David Axelrod, el que fue jefe de campaña de Barack Obama (y creador del famoso lema “Yes, we can”) y fundador del Instituto de Política de la Universidad de Chicago. “Las mujeres generalmente suponen alrededor del 52% del electorado y los hombres, alrededor del 48%. Eso fue lo que alimentó la sorpresa a favor de los demócratas en las elecciones legislativas de 2022. Y esto podría volver a suceder”.
Axelrod, con su experiencia de décadas, no se atreve a hacer una predicción del resultado: “Depende mucho de la participación”, dice. De un lado, los demócratas tienen “algunas ventajas organizativas en los estados del norte en particular” pero, del otro, destaca el posible efecto de la campaña de Elon Musk para sortear un millón de dólares a cambio de firmar una petición como una manera de identificar posibles votantes que no suelen acudir a las urnas. La táctica, que puede asemejarse a pagar por votos, ya está ante los tribunales, pero cualquier decisión llegará ya después de los comicios.
Nerviosismo
Estas horas se viven con estrés para los votantes después de una campaña turbulenta que ha incluido la retirada de Biden a pocas semanas de la convención demócrata, dos atentados contra Trump, amenazas de muerte contra los administradores locales de las elecciones e incendios de buzones con papeletas en barrios de mayoría demócrata, entre centenares de incidentes violentos.
Algunas de las votantes entrevistadas por elDiario.es en el Medio Oeste reconocen tener miedo y no querer hablar más del tema hasta que pasen las elecciones.
“Estoy muy nerviosa. No sé por qué estas encuestas suben y bajan. Creo que muchos de nosotros tenemos estrés postraumático de cuando perdió Hillary. Parecía tan seguro… ¿Cómo podía ganar un candidato que habla como Trump y hace cosas como Trump? Y ganó. Así que hay mucha ansiedad alrededor de las elecciones”, explica Chaitali Dutta, profesora y residente en Mequon, una pequeña ciudad al norte de Milwaukee de mayoría republicana, pero que este año puede virar hacia los demócratas. Ahora, Dutta prefiere no hablar con su familia en el Reino Unido hasta que pasen las elecciones.
Los nervios son visibles especialmente en estados donde el voto está muy ajustado y hay barrios divididos. “El 50% del país va a perder la cabeza antes y después de las elecciones. Por eso nuestras oficinas están abiertas en horario ampliado”, cuenta Raman Gopalakrishnan, psiquiatra de Filadelfia, mientras hace cola con su esposa, Meena Raman, también médico, para ver a Michelle Obama en Norristown, una pequeña ciudad al norte de Filadelfia, en Pensilvania, el estado que puede decidir las elecciones. Muchos de sus pacientes hablan ahora de la campaña: “Todo el mundo está estresado. Hay muchas personas que apoyan a Trump que vienen a mi clínica y les digo, 'oye, en última instancia seremos nosotros cuidándonos unos a otros'”.
“Tengo miedo”, dice Raman, a su lado. La pareja y muchas otras personas hablan de qué puede pasar con los derechos de las mujeres, de las minorías, de los migrantes o de casi cualquier persona que se oponga a Trump.
“Este es un país de inmigrantes y fuimos recibidos con los brazos abiertos hace unos 25 años”, explica Gopalakrishnan, que se mudó de la India con su esposa para terminar sus estudios de Medicina. “Amamos este lugar. Es un lugar al que llamamos hogar. Y no puedo dejar que se lo lleve un tirano”.
La pandemia y las guerras
El contexto en que se desarrollan estas elecciones es especialmente volátil por los últimos años de incertidumbre que han marcado la vida de los estadounidenses fuera y dentro del país.
La pandemia se convirtió también en un asunto partidista y polarizador alrededor de las mascarillas, las vacunas y los cierres de tiendas y colegios. Además, produjo una fractura social y económica que afectó especialmente a las comunidades más vulnerables.
“De una manera muy evidente, mostró a la gente que pueden ocurrir cambios rápidos y que pueden poner en riesgo no solo su salud, sino también su salud financiera”, explica a elDiario.es Katherine Cramer, profesora de la Universidad de Wisconsin-Madison y autora del libro de referencia sobre el resentimiento de la población rural que anticipó la victoria de Trump en 2016. “Cuando la gente se encuentra en una situación precaria y está un poco desconcertada por el cambio climático, los cambios en la economía, los cambios en la composición demográfica de su país, quiere una historia de lo que sucedió…. Hace que sea mucho más fácil para un político presentar una historia muy simplificada y entretejer todas esas incertidumbres y decir, ‘tienes razón en estar tan enojado y es su culpa’, y señalar con el dedo culpable a algún objetivo que amplifica la manera de pensar de ‘nosotros contra ellos’”.
La economía de Estados Unidos se ha recuperado en términos de crecimiento, creación de empleo y freno a las subidas de precios mejor que la del resto del mundo. Pero la percepción de que el país va en la dirección equivocada y la realidad de que los precios sean más altos ahora que hace cuatro años han dañado especialmente a la Administración Biden, de la que Harris forma parte. Solo el 28% de los estadounidenses cree que su país va en la dirección correcta, según una encuesta para la cadena NBC de finales de septiembre.
Habitualmente, la política exterior tiene poco peso en las decisiones electorales de los estadounidenses, pero este año dos guerras también pueden afectar al comportamiento de una minoría de votantes en estados clave como Michigan y Pensilvania.
La guerra de Gaza
El efecto es muy visible y personal en Dearborn, una ciudad a las afueras de Detroit y el núcleo urbano con la mayor concentración en Estados Unidos de personas que identifican su origen con Oriente Próximo y el norte de África, en particular de Líbano y Yemen.
Delante de un centro de votación, hace unos días, varios vecinos comentaban sus pocas ganas de participar. Una señora llamada Fatima Bzeih, que había votado en el pasado por Obama y por Trump, se echaba a llorar y decía: “¿Votar? Nooooo. ¿Por qué? Ninguno es bueno para mi país”, en referencia a Líbano. Otro vecino que se identificaba como Steve, mostraba la foto de una pareja y sus hijos y explicaba: “Es mi hermano y su familia, muertos en un bombardeo en el centro de Beirut. Él, su esposa y sus cuatro hijos… Estaban durmiendo en su casa, eran las tres de la mañana, y ya no están, todos muertos de golpe”. Steve contaba que llegó siendo un bebé a Estados Unidos y que ahora se sentía extranjero: “Me dicen que vote. No voy a votar. Esto es una mierda. Están armando a Israel para bombardearnos”.
Allí otros votantes repetían los argumentos a favor de Trump pese a sus comentarios racistas contra cualquier persona no blanca y a que prohibió cuando era presidente la entrada en el país de personas procedentes de países de mayoría musulmana, incluido Yemen, lo cual afectó directamente a las familias de algunos vecinos en Dearborn.
“Cuando Trump era presidente no había guerras y no había ataques terroristas. Es un hombre muy fuerte. Mucha gente le teme. Y en realidad necesitamos eso”, decía Tony Aljahmi, de 40 años y origen yemení. “Pero en los últimos cuatro años con los demócratas hemos visto que todo han sido guerras y nada más que guerras”.
La guerra de Ucrania
La invasión rusa a gran escala de Ucrania puede jugar a favor de los demócratas en particular si las comunidades más tradicionales de Pensilvania, que solían votar por el Partido Republicano, se movilizan a favor de Harris para evitar que Trump, que no esconde su relación con Vladímir Putin, se ponga de parte de Rusia en unas posibles negociaciones de paz.
Se estima que hay 120.000 ucraniano-estadounidenses y unos 800.000 polaco-estadounidenses en Pensilvania, estado clave que hace cuatro años le dio la victoria a Biden por unos 81.000 votos.
“Como historiador, como alguien que ha estudiado la difícil historia de Ucrania y ha escrito un libro sobre Rusia, Ucrania y Estados Unidos en el siglo XX, opino que nunca ha habido una oportunidad tan fácil para la diáspora ucraniana de salvar a Ucrania como ahora”, dijo el historiador Timothy Snyder en un apasionado discurso organizado por un grupo de movilización del voto de ucraniano-estadounidenses. “Y no creo que la vuelva a haber”.
La movilización
En los estados más disputados, es casi imposible dar un paseo por una ciudad y no encontrarse grupos de activistas rondando vecindarios decisivos y llamando de puerta en puerta para animar a votar. La participación se espera alta, por encima del 70%, incluso más que en las presidenciales de 2020. Y la ganadora o ganador dependerá de quién salga finalmente a votar en las próximas horas, además de los más de 76 millones que ya han votado por anticipado.
Cuesta recordar unas elecciones donde tantas personas se hayan involucrado de tantas maneras donando su tiempo y su dinero para convencer a sus vecinos de que voten. En estas elecciones, Steve Kagan, fotógrafo de Chicago, ha escrito más de 7.600 cartas a mano para animar a votantes que no suelen participar y que se inclinan hacia el Partido Demócrata.
En los últimos días de campaña, Kagan ha estado en Nevada haciendo labores más tradicionales, como hacer llamadas o ir de puerta en puerta. Su último mensaje desde Las Vegas: “El esfuerzo para animar a la participación está funcionando aquí. Soy optimista sobre las elecciones”.